Discurso del Presidente Javier Milei en el America Business Forum de Miami
Hola a todos. No, gracias a ustedes por favor, gracias por recibirme con tanto cariño. Muchas gracias. Absolutamente que vamos a hacer Argentina y América Great Again. Y no se dejen intimidar por algunos resultados locales.
Primero que nada, quiero agradecer a los organizadores del America Business Fórum y en especial a su Presidente Francis Suárez por la invitación. Es un honor estar acá rodeado de figuras tan destacables como el Presidente Trump, un amigo tanto personal como de la República Argentina. También me alegra poder compartir escenario con uno de nuestros más ilustres deportistas y orgullo de todos los argentinos, Lionel Messi, un hombre que llevó el talento argentino a lo más alto del mundo, una prueba viviente de que el esfuerzo, la dedicación y la pasión son capaces de generar milagros y la prueba de que, a veces, yo también puedo felicitar a un zurdo.
Quiero aprovechar este foro de empresarios, líderes, deportistas y pensadores para volver sobre una cuestión que informa toda nuestra gestión en Argentina. Por demasiado tiempo nos acostumbramos a escuchar de parte de políticos e intelectuales que el capitalismo era una suerte de mal necesario con el que tenemos que convivir en nuestras sociedades. Por supuesto, también existen quienes militan abiertamente el comunismo y la economía planificada, pero son los menos y están en el margen de nuestros sistemas políticos. Pero la posición a la que quiero referirme está mucho más extendida en Occidente: hablo de la crítica al libre mercado para justificar la intervención estatal. Esta es más normal y popular, ha ganado cientos de elecciones legítimas a lo largo del último siglo en el continente americano y europeo. Y por eso mismo es aún más nociva. Para no aburrirlos, voy a resumir un argumento: ellos conceden que el capitalismo es la única forma que encontramos de asegurar crecimiento económico, pero sostienen que dicho crecimiento impacta de forma muy desigual en la sociedad y también por su propia dinámica tiende a estancarse, por eso según dicen, necesitaríamos que el Estado intervenga activamente en el mercado. El Estado, según ellos, debe meterse ahí para asegurar la igualdad entre los ciudadanos y evitar que surjan monopolios o fallas de mercado.
El libre mercado, según ellos, no es óptimo para garantizar el crecimiento y termina impidiendo el bienestar general para favorecer a unos pocos en detrimento de las grandes mayorías. El argumento establece que se necesita un crecimiento con justicia social y el Estado tiene que tener un rol activo en la vida económica para asegurarlo; según esta visión, de nada valen todas las mieles del crecimiento sin que el Estado las redistribuya, en otras palabras, el capitalismo es solo un mal necesario que siempre tiene que estar atado a la beneficencia estatal. Creo que todos aquí sabemos adónde conducen estas ideas tan extendidas.
Valiéndose de ellas, el Estado se expande más y más y más año tras año, metiéndose no solo en las actividades propias del quehacer económico, sino también en la vida de los individuos, hasta que no queda nada por fuera de él. Siempre surge una nueva justificación para que los funcionarios públicos extiendan sus garras insaciables sobre la sociedad civil. Bajo la excusa de engrandecer a una Nación y hacer el bien a sus ciudadanos, se engrandece el Estado como si significara lo mismo. Y esto sucede hasta que llegamos al mismo destino que los que tienen al menos la honestidad intelectual de decir que odian al capitalismo: el control total del Estado sobre la economía y la vida de las personas. O sea, el comunismo.
Tomemos por caso el ejemplo de Cuba donde Fidel Castro llegó prometiendo justicia social, democracia y una economía planificada y falleció después de más de 50 años de gobierno dictatorial gritando “comunismo o muerte”. Por demasiado tiempo la respuesta pro capitalista a este desafío del Estado fue reclamar el milagro económico que significó para el mundo el capitalismo de libre empresa. Porque es cierto, los datos no mienten y están de nuestro lado: es decir, gracias a la economía de mercado. una innumerable cantidad de gente salió de la pobreza extrema y posibilitó una cantidad innumerable de maravillas tecnológicas y científicas. Pero esto no alcanza. Porque un argumento moral no puede responderse nunca con un argumento fáctico. De hecho, no puede sugerirse el derecho de ser, no puede nunca concluirse el deber ser. Por eso, este argumento de izquierda ha ganado en la lucha por las ideas, por eso en Occidente nos encontramos cada día más cerca de ese comunismo que antes mirábamos con horror del otro lado de la cortina de hierro; por eso, si concedemos que el capitalismo es un mal necesario ya habremos perdido, aunque ganemos momentáneamente tarde o temprano volverán porque ellos seguirán siendo los dueños de la vara que determina el bien y el mal, y dirán qué es justo y qué no lo es. No podemos volver a cometer ese error.
Por eso hoy vengo a decirles que el capitalismo no es mal alguno, sino que es la forma que toma la verdadera justicia en este mundo. Porque es la consecuencia natural de la dignidad y la libertad del hombre, al cual le pertenece el fruto de su trabajo. No tenemos en esta vida muchos derechos naturales más allá del derecho a ser dueños del sudor de nuestra frente, que no es más que el derecho a ser dueños y disponer libremente de nuestro tiempo de vida, ya sea para usarlo para nosotros mismos o venderlos a otros como fuerza de trabajo. Es eso lo que nos hace a todos hombres libres y nos diferencia de los esclavos, institución nefasta abolida precisamente por las sociedades libres, antes que ninguna otra. De esta libertad se deriva el derecho a la propiedad privada y a la discreción para disponer de ella dentro de los márgenes de la ley común: la inversión, el ahorro, el consumo, sólo son fenómenos que emergen de esta simple verdad. Aviso que los controles de renta es un ataque al derecho de propiedad, afecta al sistema de precios, afecta el funcionamiento del sistema y termina destruyendo todo a su paso.
Cuando el Estado y los intelectuales le ponen a este derecho natural el nombre de capitalismo para vilipendiarlo y justificar la intervención del Estado, no solo están destruyendo el crecimiento para encontrar sus supuestos óptimos económicos, sino que también están violando el más básico de los derechos naturales; cuando el Estado se vuelca de esta forma tan violenta sobre los derechos de los individuos, no hace otra cosa que querer reducirlos a esclavos, es decir, se ponen en guerra contra ellos. El capitalismo y la propiedad privada no son males necesarios, no son males. Son la base indiscutida en nuestra civilización, es nuestra misión sagrada restituirlo como piedras fundamentales de nuestras sociedades. Es decir, no creemos que el capitalismo sea moralmente correcto por el hecho de sacar a más de 90% de la población global de la pobreza, sino que logró sacarlos de la pobreza precisamente por ser el modelo más moral de todos los existentes.
En este sentido, quiero citar un libro de uno de los economistas austriacos más importantes de la historia que es profesor en la Universidad de New York que se llama Israel Kirzner. Tiene un libro que se llama “Creatividad capitalismo y justicia distributiva” y el planteo que se hace es que es indiscutida la superioridad productiva del capitalismo versus el socialismo, y esto están así que ni los socialistas lo cuestionan. Pero al sistema capitalista se lo tacha de injusto, se lo cuestiona porque distribuye mal los resultados. Lo tacha en lo moral. Y lo que hace Israel Kirzner, justamente es decir lo siguiente: si efectivamente el sistema es inmoral, es injusto y va reñido con la ética, por más que sea más productivo, no vale la pena defenderlo. Y ese tema se lo toma muy en serio; y básicamente con dos ideas fundamentales: el principio de apropiación de Locke, es decir “el que lo descubre, se lo queda”; y con la idea de Hayek del mercado como proceso de descubrimiento. Israel Kirzner prueba no solo que el sistema capitalista es el único que puede ser eficiente, sino que al mismo tiempo prueba que es el único sistema justo; y eso les duela o no les duela a los socialistas, nuestro sistema no solo es más productivo, sino que es el único que está de mano de la moral y de la ética, no como el sistema asesino de ellos.
Por lo tanto, sin el capitalismo estaremos condenado a las miserias de las sociedades planificadas que no son otra cosa que sociedades esclavistas con mucho mejor marketing, lo que ellos llaman el Estado presente o en inglés el “welfare state” no es más que la frase que dicen para ocultar que en el fondo: su camino es el camino de servidumbre. Aquí quiero hacer alguna también mención a una obra muy importante de uno de los economistas anarco capitalistas más importantes del mundo que es el profesor Jesús Huerta del Soto en un trabajo que se llama “La teoría de la eficiencia dinámica”. Y, en ese trabajo, lo que él busca es determinar cuál es el sendero óptimo de crecimiento y después de hacer unas disquisiciones sobre distintos aspectos de la teoría económica, lo que señala es muy fuerte porque dice: “nada que sea injusto puede ser eficiente”, es decir, en el altar de la eficiencia pareteana con el que trabajamos los economistas no debería haber lugar alguno sobre algo que es injusto, y al mismo tiempo señala todo aquello que sea eficiente además inexorablemente tiene que ser justo y eso es… Y eso está arraigado a lo que son nuestros valores occidentales, los valores de Occidente, que son los valores judeocristianos.
Y, es más, a prueba de ejemplo, cuando tengo reuniones de gabinete digo siempre hay una regla: siempre los valores éticos y morales están por encima de lo que dicta el utilitarismo político. No hay concesiones para hacer lo que está bien; y cuando ustedes hacen lo que es justo y éticamente correcto, el país va a prosperar. En este sentido, sepan que mi misión en Argentina no es otra cosa que devolvernos a este sentido común olvidado por una clase política encandilada de poder, acostumbrada a atribuirse y apropiarse de los logros, el esfuerzo de sus ciudadanos libres.
Pasando estrictamente a lo que es Argentina, como todos bien saben, mi partido viene de una victoria histórica en las elecciones legislativas. Hicimos todo lo que la política clásica decía que no había que hacer y lo único que nos guió a nosotros en la toma de decisiones fue los criterios éticos y morales. Y los argentinos de bien respondieron contundentemente con un gran triunfo. Ganamos ampliamente en votos a nivel nacional e incluso llegamos a remontar una diferencia de más de 14 puntos en la Provincia de Buenos Aires, que concentra un tercio la población del país. Fueron meses muy duros para los argentinos, donde por culpa del golpe económico que la oposición intentó llevar a cabo desde el Congreso, la economía del país se vio ralentizada, generando incertidumbre y malestar en los ciudadanos. En consecuencia, me pasé los últimos meses recorriendo todo el país para pedirle a los argentinos que no se rindan, para prometerles que esta vez el esfuerzo sí valdría la pena. Y esta promesa no fue en vano, no es un compromiso que me tomo a la ligera: es un pacto sagrado con la gente, que ha refrendado el camino de este Gobierno y nos ha dado las herramientas para llevar adelante las reformas que el país necesita con urgencia. Por todo esto considero relevante, una vez más, agradecer la confianza del pueblo argentino, confianza sin la cual nada de esto sería posible.
Pero ¿por qué decimos que esta vez el esfuerzo vale la pena? Porque lo que está en juego en esta elección era verdaderamente gigantesco. Estas elecciones fueron un plebiscito entre dos modelos de país, el modelo de la libertad y el capitalismo con el orden fiscal como principal caballo de batalla o el modelo de la servidumbre que describimos como su Goliat, el déficit, la emisión monetaria, la deuda y obviamente el empobrecimiento. Como mencioné antes, desde hace meses, venimos recibiendo bombardeos sistemáticos desde el Congreso casi todos los economistas del país insistían en medio de un ataque legislativo al superado y fiscal que nuestro programa económico estaba terminado y se agarraban de la evolución del precio de los activos y la suba el riesgo país para fundamentarlo.
Nosotros, por otro lado, decíamos que el programa fiscal y cambiario era sólido porque el superávit es innegociable porque dejamos de emitir hace más de un año y porque el Banco Central está capitalizado por primera vez en muchos años. Y, una vez despejado el ruido político ¿Qué pasó? El mercado argentino, tuvo su mayor suba histórica en un día, su mayor suba histórica en una semana y sigue subiendo, al margen que además bajó el riesgo país más de 400 puntos. En definitiva, pasó lo opuesto exacto de aquel infame 12 de agosto de 2019, en donde protagonizamos uno de los mayores desplomes bursátiles en la historia del mundo por la mera posibilidad de que el kirchnerismo volviera al poder. Que, dicho sea de paso, no es ni más ni menos que una de las sucursales del socialismo del siglo XXI y que en algún lugar de la costa Este ha entrado: se disfrazan de corderos y son peor que el peor de los rapaces lobos.
Si hay algo que quedó en claro con esto es la realidad de lo que nosotros llamamos de forma resumida riesgo kuka, o sea el riesgo kirchnerista, o sea el riesgo del socialismo. Pudimos ver en números la magnitud del riesgo político con el que nuestro programa económico siempre tuvo que lidiar. Y esto es así porque tenemos en Argentina un sector de la política tan destructivo, tan ajeno a los principios básicos de la economía y del bien común, que su mera presencia le pone a todo el país, una base de riesgo altísima. Y ahora que están más lejos que nunca de volver al poder, es que podemos despejar ese miedo. Históricamente, la mayoría de los planes de estabilización exitosos en el mundo tuvieron consenso político. Lo que pasó en Argentina fue algo inédito: llevamos adelante un plan de estabilización exitoso con consenso social, sí, pero sin consenso político.
Pero los embates desestabilizadores fueron profundamente dañinos para la sociedad, como bien saben, el riesgo político no afecta solamente al financiamiento del Estado si no al crédito de toda la economía. La locura kirchnerista hace que todas las empresas paguen más caro el financiamiento, que tomen menos gente, que hagan menos obras y que se pueda vender menos a crédito. La locura kirchnerista vuelve más caro los préstamos hipotecarios y prendarios y las tasas de financiamiento de tarjeta de crédito. Ante este panorama, muchos querían que resolviéramos un problema de riesgo estructural con política monetaria, querían que inyectáramos pesos para solucionar un problema de confianza y caída en la demanda de dinero, puesto en términos económicos, querían solucionar la caída de demanda aumentando la oferta, puesto en términos cotidianos, nos estaban pidiendo que apagáramos un incendio echándole más gasolina. Pero entendiendo que esto solo hubiera agravado el problema sostuvimos el esquema monetario. Volviendo al punto, convivimos con una parte del sistema político que rechaza hacer lo que la Argentina necesita y a esa oposición acabamos de derrotar contundentemente las urnas y eso es lo que importa.
Argentina por fin le dijo que no a esta locura, que tanto nos ha costado a lo largo del tiempo. Argentina ha dado un paso crucial en el camino de la libertad, un paso que es una buena medida, es irreversible. Ahora como país nos toca compensar el tiempo perdido. Llevamos décadas de rezago en comparación con el resto de los países de la región y más aún del mundo para la cantidad de bienes y servicios de alta demanda que podemos producir. Esto quiere decir que la convergencia de la riqueza argentina hacia los niveles del resto del mundo desarrollado será fenomenal: estamos entrando en el camino en el cual haremos a la Argentina grande nuevamente.
Esto está asociado a un cambio de paradigma que se dio en Argentina en los últimos años, estamos reencontrándonos con la fe en que la propiedad privada y el libre ejercicio en la misma, dentro de los márgenes la ley, son el único camino para alcanzar la prosperidad y necesitamos asentar este cambio para que cada día menos gente sufra por la pobreza, para que cada día más gente pueda perseguir sus sueños, ya sea tener una casa en la cual criar a su familia, ya sea tener un auto que siempre quisieron, o sea poder empezar un negocio. Porque el cambio es volver a traer la libertad y la responsabilidad para todos nuestros ciudadanos.
Este es el país de la libertad con el que soñamos, que es un país con el que estamos comprometidos y estamos cada día más cerca de alcanzar. Un país que se alce como faro de un occidente adormecido por las mieles del Estado presente, por los argumentos falaces de quienes ven en el capitalismo un mal necesario y quienes bregan por un Estado presente que solo trae la ilusión del bienestar que hoy, a costa de destruir el bienestar del mañana, cómo ha quedado demostrado en Argentina. Y lo quiero repetir de nuevo para que quede bien claro: un Estado presente que solo trae la ilusión del bienestar de hoy, a costa de destruir el bienestar de mañana, cómo ha quedado demostrado en Argentina. Y nosotros somos quienes podemos lograr este cambio y pregonarlo, porque somos heraldos de un futuro distópico. Porque vivimos el futuro que tarde o temprano le va a llegar a los países que también están transitando este camino de servidumbre estatal, abrazando las nefastas ideas del socialismo del siglo XXI, o más conocido en estas tierras como los woke.
Ya vivimos cómo décadas de estatismo convirtieron a la Argentina, un país destinado a la grandeza, en ruinas. Y hoy tenemos el deber y el desafío de reconstruirlo, hoy tenemos el deber y el desafío de sentar las bases de un futuro mejor. Y lo fundamental es que dos de cada tres argentinos quieren este nuevo camino. Como dije el domingo 27 de octubre al recibir los resultados: dos de cada tres argentinos no quieren volver al pasado, ya no quieren más socialismo el siglo XXI, ya se dieron cuenta de la mentira. Con matices y preferencias locales, dos de cada tres argentinos quieren alguna versión u otra de capitalismo, esa es la ventana de oportunidades que hoy se nos abre a todos, nosotros tenemos la vocación de alinear a todos los actores pro- capitalistas del país que representan al menos dos tercios de nuestra sociedad.
Es hora de construir un gran consenso capitalista en Argentina y esta gran coalición del crecimiento se encuentra con una Nación en la que está todo por hacerse: un país descapitalizado por años de dirigismo irresponsable que privilegiaba el consumo por sobre la inversión, esto es tan así sí que, al día de hoy, el 70% de las importaciones en argentinas corresponden a bienes de capital e insumos productivos. El sector privado ya sabe lo que tiene que hacer, conoce las oportunidades y entiende que el momento para aprovecharlas es ahora.
Fruto de la capitalización que recién estamos comenzando a ver y que seguirá acrecentando con los años, Argentina explotará recursos y hará crecer industrias hoy subdesarrolladas. Por poner algunos ejemplos: tenemos prácticamente la misma cantidad de cabezas de ganado que hace 30 años, una locura para un país famoso por la calidad de su carne. En línea con esto, quisiera agradecer al Presidente Donald Trump y a toda su administración por haber alcanzado un acuerdo por la cuota de carne argentina, cuatro veces superior al anterior. Esto no es más que uno de los acuerdos comerciales que Argentina y Estados Unidos se deben hace muchos años y que entre ambos países estamos trabajando por rectificar.
Para continuar profundizando la idea, Argentina no exporta un gramo de cobre, cuando Chile, que comparte cordillera con nosotros, exporta 20.000 millones de dólares al año. De la misma forma vamos camino que el petróleo y el gas supongan ingresos por entre 30.000 y 40.000 millones de dólares anuales de acá al 2031.
Tenemos un sector ictícola que hoy representa menos de un 3% de nuestras exportaciones, con una capacidad de proyección e inversión enorme. Y lo mismo puede decirse prácticamente de cualquier sector, sea infraestructura, turismo, lácteos, granos o industria del conocimiento.
Contamos con una diversidad geográfica tal que permite prácticamente cualquier ser humano del planeta que decida invertir en Argentina, puede explotar sus conocimientos de manera provechosa, para exportar sus talentos al resto del planeta.
Ahora, gracias a la normalización de nuestra macroeconomía, el correcto funcionamiento del régimen de grandes inversiones tenemos las condiciones económicas y políticas para hacerlo. Y a eso se le suma por primera vez que tenemos los incentivos correctos para hacerlo. No por nada ya hemos tenido anuncios por más de 100 mil millones de dólares en el último año, de los cuales más de 50.000 ya se encuentran en distintas instancias de aprobación. Por eso debemos seguir avanzando en este sendero en este sentido, sepan que a partir de diciembre tendremos el congreso más reformista de la historia argentina.
Y esto no solo porque nuestro espacio ya cuenta con el tercio necesario para sostener nuestros decretos y vetos, sino porque, además, junto con el resto de los miembros económicamente racionales del Congreso, que por suerte cada vez son más, construiremos la mayoría política que hace falta para aprobar las reformas que Argentina necesita.
En este sentido. hablamos de una modernización laboral para actualizar las condiciones bajo las cuales se genera empleo en Argentina, acomodándolas a estándares internacionales para poder aumentar la cantidad de trabajadores pertenecientes al sistema formal.
Hablamos de profundizar el camino de la desregulación y la baja de impuestos para seguir reduciendo el gran costo argentino, para que cada vez más y más empresas puedan ser rentables en Argentina, potenciando nuestra capacidad productiva a niveles insospechados.
Hablamos de reformar las leyes penales para que el crimen sea perseguido y castigado porque no existe crecimiento económico sin la defensa de la vida, la propiedad, que no es otra cosa que el fruto del trabajo de cada uno. En Argentina, el que las hace, las paga. En Argentina no hay monto mínimo de robo que se perdona; se los condena a todos los robos. Sin ir más lejos, muchos recordarán la historia de Sodoma. Justamente Sodoma era una ciudad en la que podía se podía robar, estaba permitido robar y así terminó, terminó destruida. En este sentido, hablamos de reformar las leyes penales para que el crimen sea perseguido y castigado, porque no existe crecimiento económico sin la defensa del derecho a la vida y a la propiedad privada, como decía recién. Estas reformas nos permitirán grabar en piedra este camino y permitirán que todos los argentinos puedan crecer con la certeza de que el esfuerzo y el trabajo duro valen la pena, que la calidad de la vida mejora año a año, que sus hijos tendrán una vida que ellos no pudieron siquiera imaginar.
Porque, a fin de cuentas, la Argentina del futuro, con todas sus bondades bien aprovechadas, es inimaginable para cualquiera de nosotros. Y, en este sentido, quiero invitarlos a formar parte del futuro que estamos construyendo. Quiero invitarlos a que inviertan en este país y demuestren el poder y la superioridad moral del capitalismo, que sean parte de la redención que el pueblo argentino necesita y que servirá de ejemplo para el resto del mundo. Por todo esto quiero darles las gracias por escucharme. Que Dios bendiga a América, que las fuerzas del cielo nos acompañen y ¡viva la libertad carajo! ¡Viva la libertad carajo! ¡Viva la libertad carajo! ¡Make America Great Again!
