Discurso del Presidente Javier Milei en el encuentro organizado por el JP Morgan en el Museo Nacional de Arte Decorativo en Buenos Aires
Quisiera agradecer al equipo local de J.P. Morgan por realizar este encuentro y a todos los empresarios y referentes argentinos que se encuentran aquí presentes por promover las inversiones y las relaciones empresariales en nuestro país. Argentina se encuentra en un proceso de regreso al mundo. Luego de una larga noche de aislacionismo y empobrecimiento, este camino es arduo y por eso mismo quiero agradecer también el apoyo del gobierno de los Estados Unidos. Los gestos hacia la Argentina del Presidente Trump y el Secretario Bessent no hacen más que cementar la sólida alianza de intereses y valores entre nuestras dos naciones.
Como todos saben este domingo habrá elecciones, elecciones legislativas y nos encontramos en periodo de veda electoral. Por lo tanto, no haré alusión alguna a las mismas durante esta exposición. Hay que cumplir la ley porque en Argentina, en la nueva Argentina, el que las hace las paga. Por eso mismo quisiera aprovechar este espacio para poner en contexto de dónde venimos y en qué momento nos encontramos como país.
En Argentina históricamente se demonizó a las finanzas. Bajo la excusa de combatir al capital se pretendió convencer a la población de que las finanzas y la producción son cuestiones opuestas. En la vida real donde los slogans no dirigen la vida de las personas sucede todo lo contrario. Las finanzas son una parte inseparable de la producción dado que sin crédito no hay industria, no hay construcción, no hay agro y ningún género de actividad productiva. De hecho, lo que se suele denominar capital en la teoría económica pura, para todos los que hacen finanzas o tienen empresas es muchísimo más claro; es lo que usualmente se llama activo. Es más, si se quieren poner un poquito más puntillosos con la cuestión de lo que llamamos el capital invertido que vendría a ser la suma del activo fijo, el activo no corriente, es decir, más el working capital. Por lo tanto, dada esa estructura real, la hoja de balance dice que hay un financiamiento y ese financiamiento esté o no en el mercado de capitales se compone del financiamiento del capital propio, es decir, del patrimonio neto, o sea, el equity y la deuda. Por lo tanto, no hay ninguna diferencia, es no más ni menos que la otra parte de la hoja de balance.
Entonces, es más, de hecho volviendo al crédito, el crédito es quizás el mejor instrumento de movilización social que existe porque básicamente es la pieza fundamental del engranaje del crecimiento económico. O sea, el crecimiento económico se logra por acumulación de capital, acumulación de capital en términos per cápita y esa acumulación del capital en términos per cápita se logra invirtiendo, pero esa inversión tiene que ser financiada y se financia con el ahorro y esa intermediación entre el ahorro y la inversión está a cargo del sistema financiero, es decir, no sólo los bancos sino también el mercado de capitales. Por lo tanto, esa separación, digamos, entre lo productivo y lo financiero es una mera ficción de ignorantes que no saben de teoría monetaria. Tenía que ser Milei, sino no soy yo.
En definitiva, lo que ignoran los defensores de la mal llamada justicia social es que el crédito es la verdadera justicia social, porque nos permite como individuos disponer en tiempo presente de nuestros ahorros futuros y porque además lo hace a través de la cooperación voluntaria entre conciudadanos sin la coacción del Estado. Por eso también es tan importante en este engranaje el respeto de los derechos de propiedad porque si no hay respeto por los derechos de propiedad del inversor no va a hacer inversiones si no puede capturar el retorno. Es decir, la ficción del valor del producto marginal del capital, llámese el retorno sobre los activos, o sea, el ROA, digamos, sin derechos de propiedad no existe y tampoco existiría el ahorro si no se respetan los derechos de propiedad. Por lo tanto, otra parte fundamental es el respeto del derecho de propiedad. Por eso nosotros siempre hacemos hincapié como liberales sobre los derechos básicos que no se pueden tocar nunca: que es el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad que, basados también en el principio de no agresión, son en definitiva la base del progreso económico y social. Es decir, que recibir el crédito, sea una persona o una empresa, dispone de cantidades de dinero con lo que no contaba para invertir en algo valioso para sí mismo, sea un negocio, sea su propia vivienda, sea una máquina para trabajar o sea un electrodoméstico para mejorar su calidad de vida. En contrapartida, quien presta el dinero ve una recompensa por postergar su consumo.
Naturalmente todo lo que estamos explicando tiene una lógica intertemporal y se lo tenemos que a veces, del otro lado, tenemos, no quiero decir simios porque no quiero ofender a los primates, pero digamos, o sea, gente que no sabe ni lo que es la tasa de interés. Entonces es como decirle que es un mecanismo de coordinación intertemporal para pasar el consumo presente al futuro y viceversa, o trasladar la producción del presente al futuro, a veces se hace un poco complicado. En especial a los que piensan en la economía como si tuviera un solo periodo. Me tengo que contener, perdón. Si supieran todas las personas que me pasan por la cabeza en este momento. Algunos muy peticitos también. Ya saben un poco, pero bueno, voy a volver.
Y lógicamente, al existir una recompensa por prestar los ahorros propios, se incentiva la conducta y se hace crecer el ahorro, en lugar de consumir todo lo producido y nunca crecer, como sucedía hace cientos de años y como sucedió casi ininterrumpidamente durante los 25 años en nuestro país. El problema no es que hayan abrazado alguna versión, modelo fuerte del keynesianismo. El problema es que no evolucionan. Ese es el problema. Los keynesianos también entienden la intertemporalidad hoy.
La izquierda se opone al crédito porque, en primera instancia, atenta contra la coacción, que es una forma de su forma de poder favorita. En segunda instancia, porque no lo entienden, ni entienden el rol de un banco quien toma prestado el ahorro de sus clientes para luego prestarlo a quien crea conveniente, beneficiando a todas las partes en el proceso. Pero el problema es que al condenar y encarecer a través de impuestos y burocracia el crédito, no hace más que privar a las personas y empresas de capital y de los bienes y servicios a los que el capital les permite acceder. En consecuencia, no hace más que destruir la capacidad de inversión y crecimiento, frenando la creación de puestos de trabajo. De la misma forma, tomar un crédito es un acto libre, es una apuesta por el propio futuro y un riesgo que las personas y las empresas deciden tomar. Por eso no sorprende a nadie que quienes no creen en el libre albedrío económico se oponen totalmente a su ejercicio. Bajo la apariencia de cuidar a la gente de sus propias decisiones, terminan anulando por completo la capacidad de decidir y privandolos de una herramienta transformadora. El miedo al riesgo termina conduciendo directamente al estancamiento.
Tras tantas décadas de que el peronismo insistiera con esa retórica pobrista, no sólo heredamos una inflación de casi del 250% anual, que en realidad viajaba mucho más rápido porque viajaba al uno y medio diario, la mensual en mayorista había sido 54% y eso, tras la dinámica que tenía y el desequilibrio monetario que tenía el país, podría haber derivado en un desastre inflacionario que podía oscilar entre el 15.000 y el 20.000 por ciento anual. Además, teníamos los peores indicadores de la historia, ya sea por el desequilibrio monetario, digamos, el sobrante monetario, el money overhang, que era el doble que la previa del Rodrigazo en 1975, o un balance del Banco Central mucho peor que el que tenía Alfonsín en la previa de la hiperinflación del 89, y además indicadores sociales que eran peores que los del 2001. Y obviamente que en esta situación también heredamos un sistema financiero y funcional que entorpecía el resto de la economía, es decir, los bancos no trabajaban de banco, eran un apéndice del Banco Central y el Banco Central era un apéndice del Tesoro, y eso en manos de un populista no puede terminar bien. Emitir 13 puntos del PBI en un año no es algo que pueda terminar bien, salvo que aparezca un cisne negro, aparezca el primer presidente liberal libertario y se rodee de un gigante como es Luis Toto Caputo y todo su equipo que han logrado salvarnos de esta catástrofe. Miren lo contento que estoy con el equipo económico que tuve que cambiar el canciller y puse a alguien del propio equipo de Toto.
Además teníamos un mercado cambiario que de tantos cepos, regulaciones e intentos de vivir con lo nuestro, tenía el volumen de países muchísimo más pequeños que el nuestro. Unos niveles de crédito en relación al PBI comparables a países que llevan décadas en guerra. Un mercado bursátil donde no salían a cotizar empresas nuevas hacía más de media década. Sin ir más lejos, Argentina era hace apenas dos años un país donde la gente compraba zapatillas en cuotas pero tenía que pagar la casa al contado. Y todo esto redundaba en una economía cuyo PBI estaba fijo desde el 2011 y cuando llegamos nosotros 15% debajo en términos per cápitas.
Todo esto es lo que estamos resolviendo desde el día cero de nuestra gestión y lo que resumimos cuando decimos que ordenamos la macroeconomía. Pero vale aclarar que ordenar la macroeconomía no es haber solucionado todos nuestros problemas sin poder prepararnos mejor y adquirir más herramientas para resolverlos. Igual también hay que tener claro que nuestro trabajo no es arreglar la micro. Nuestro trabajo es tener una política fiscal prolija. De hecho nosotros aseguramos la solvencia intertemporal desde el primer mes de gestión con el déficit cero. Eso asegura que la relación deuda-producto es no creciente en el tiempo. Saneamos el Banco Central en seis meses, es decir, la base monetaria amplia no creció más, desde mediados del año pasado. Por lo tanto, a mediados del año que viene no habrá más inflación en la Argentina. Y además fuimos liberando regulaciones del mercado cambiario para cada día parecernos más a un país normal.
Pero hay un ejemplo maravilloso que hace un prestigioso profesor que se llama Juan Carlos de Pablo. Dice, mire, usted tiene, no sé, una pizzería en, no sé, en San Nicolás. Ahora, digamos, usted tiene la misma macro internacional, ¿no?, el mismo contexto mundial; tiene el mismo presidente, tiene el mismo gobernador, tiene el mismo intendente, y sin embargo, a las diez pizzerías no les va igual. A veces se repiten frases hechas que en realidad no son más que mecanismos para introducir la corrupción de manera, digamos, oculta, digamos, detrás de una linda frase. Si hay algo que hemos aprendido es que no hay que elegir los ganadores “Don't pick the winners”. Digamos, es una regla en esto. Y elegir los ganadores, en el fondo lo que fomenta es la corrupción. Porque cuando ustedes eligen el ganador, si ustedes lo tuvieron que elegir es porque naturalmente no lo tenía que ser. Y eso, digamos, en general los políticos lo hacen a cambio de favores. Y eso es corrupción. Y al mismo tiempo, para financiar algo que el mercado no está validando, implica al mismo tiempo estar castigando a otro sector eficiente. Con lo cual, no sólo se castiga a la eficiencia en términos estáticos, sino que además, al golpear sobre los incentivos, hay un efecto negativo en términos dinámicos.
Pero volviendo a las cosas más propias de las que discutimos, digamos, por ejemplo, el hecho de bajar la inflación. Bajar la inflación implica recomponer el sistema de precios para que pueda enviar señales a los agentes de la economía debidamente. Y para que también puedan recuperar el cálculo económico y proyectar a largo del tiempo, digamos, donde claramente implica también una idea de tasa de interés. Porque la tasa de interés no es ni más ni menos que el precio relativo de los bienes presentes respecto de los bienes futuros. Y si ustedes le meten inestabilidad al futuro, ya sea o por cuestiones políticas o por cuestiones institucionales o por la mera existencia de una política monetaria que genera inflación, la consecuencia es que ustedes van a estar distorsionando los mercados de bienes presente y futuro y por ende va a afectar la tasa de interés, va a afectar la asignación de los recursos y por ende eso va a impactar negativamente la economía y la economía va a crecer menos y todos vamos a estar peor.
Por eso es tan importante, digamos, bajar la inflación porque al poder dejar limpios los precios relativos, en especial entre el presente y el futuro, esto permite recomponer el crédito para aumentar la inversión, tanto local como externa, para mejorar la productividad, aumentar los puestos de trabajo y mejorar los salarios vía el aumento de la productividad marginal del trabajo. Esto es sumamente importante lo relacionado al desarrollo de infraestructura, donde las inversiones se proyectan décadas a futuro y la estabilidad económica es fundamental para que cada vez más y más obras de esta índole se ejecuten. Si a todo esto le sumamos las reformas para disminuir el costo argentino, estamos potenciando el proceso a través de la mejora de competitividad y no es sólo una disertación teórica, sino la aplicación real, como le gusta decir a algunos, para menospreciar todo nuestro trabajo hecho hasta ahora. Ya estamos viendo los frutos de estos dos años de ordenamiento macroeconómico.
Nosotros, de hecho en materia de crecimiento, no sólo estamos poniendo fin a la inflación para que el sistema de precios no tenga ruido, nuestra política fiscal intenta pulverizar el riesgo país, en lo cual estamos profundamente confiados que a partir del lunes vamos a poder hacerlo de manera tranquila y sin tanto ruido. Pero no sólo eso, sino también lo que hacemos en materia de desregulación. Es decir, la regulación no es ni más ni menos que una vulneración del derecho de propiedad. Y además, cuando ustedes desregulan, liberan rendimientos crecientes. Es decir, permite que se aumente fuertemente la productividad, que no es ni más ni menos que la historia de la humanidad de los últimos 250 años.
Si a eso le sumamos el trabajo que estamos haciendo en recomponer el capital humano en todas sus expresiones y nuestra política de apertura al mundo, está claro que todos los días nosotros estamos trabajando para hacer grande la Argentina nuevamente. En materia de inversiones, de hecho ya aprobamos inversiones por más de 20.000 millones de dólares, 5.000 millones de dólares se encuentran en proceso de revisión, 32.000 millones ya fueron presentados y serán revisados próximamente. En las últimas semanas tuvimos anuncios por 55.000 millones que surgen del acuerdo entre YPF y ENI y el proyecto Stargate de Open AI. Es decir, en menos de dos años de gobierno ya tuvimos anuncios por más de 100.000 millones de dólares, en los cuales al menos la mitad están en distintas etapas de ejecución.
Y esto es sólo el comienzo. A partir de diciembre confiamos en que con un Congreso más reformista que el actual, vamos a poder avanzar en las reformas que el país necesita para poder explotar todo su potencial. Porque la Argentina, a fuerza de malas regulaciones, le sacó todo el dinamismo a su economía y a su sociedad. Convirtió a un pueblo ávido de progreso en un adormecido y pendiente constantemente del favor o enojo del político de turno. La política se volvía más importante que el trabajo, el esfuerzo y la inteligencia de cada uno. Una conexión valía más que una idea. Hoy lo que vale es que tengan las ideas y la certeza de que el Estado no los va a molestar y se va a correr del medio y les va a proteger el derecho de propiedad.
Nuestras leyes no hacían más que reflejar los privilegios sectoriales que algunos actores habían asegurado para sí en detrimento del todo. Privilegios que atentan aún hoy contra la competencia, contra la generación de empleo genuino y contra la seguridad de los ciudadanos.
Nuestra misión es rectificar esta verdadera locura legal y liberar así a la economía argentina de las ataduras a las que fue sometida durante tantos años. Por eso, en esta campaña nacional presentamos dos grandes ejes de reformas para nuestro segundo bienio de mandato. El Plan de Tolerancia Cero contra la delincuencia y las Reformas Económicas.
La base de toda economía, de toda sociedad, es la seguridad jurídica y no puede haber jamás seguridad jurídica en un país en el que la delincuencia se romantiza y se deja pasar, donde por fines políticos se invierte víctima y victimario. Porque el orden es la
condición del progreso y no existe orden allí donde no se respeta la ley, ya que no hay consecuencia alguna por violarla. El Plan de Tolerancia Cero contra la delincuencia busca solucionar este flagelo social.
Este plan tiene tres componentes centrales. Una reforma profunda del Código Penal para que los delincuentes paguen en serio, impulsar la baja de edad e inimputabilidad y extender el sistema acusatorio en la justicia federal a todo el país. Se acabó la Argentina donde los ciudadanos de bien tienen que andar encerrados tras las rejas de sus casas porque los delincuentes andan libres por las calles.
El segundo gran eje de reformas que buscaremos pasar por el Congreso consisten en reformas económicas dirigidas a volver a generar empleo privado formal en la Argentina y a simplificar y reducir impuestos. Como seguramente sepan, desde hace quince años que en nuestro país no crece la cantidad de empleo privado o registrado. Este fenómeno no es sólo consecuencia de la debacle macroeconómica del país en todos estos años, sino que tiene que ver con la legislación obsoleta en el área.
Por eso, Argentina necesita un marco jurídico en lo laboral, claro, simple y predecible. Un marco que deje de ser un obstáculo para la contratación, para pasar a ser una herramienta para el crecimiento, el desarrollo y la prosperidad. Una herramienta que permita que el orden macro se traduzca rápidamente en mejores de la vida de los argentinos y les agregue que este es el camino correcto para tener un mejor futuro.
Nuestra reforma laboral entonces consistirá en:
1. Impulsar la negociación de los convenios colectivos de trabajo para que quienes quieran actualizar las estructuras vigentes hace más de 70 años puedan hacerlo. Es decir, flexibilización hacia adelante.
2. Reducir las trabas burocráticas en los procesos registrales para que las empresas no necesiten contratar un abogado o un contador para motivar a una empresa a generar empleo.
3. Terminar de una vez y para siempre con la nefasta industria del juicio, para que nunca más caranchos laboralistas sean capaces de llevar a una pyme a la quiebra y empujar a sus trabajadores al desempleo con tal de cobrar un juicio. Digo, esto se dirime en la elección de Capital Federal, ¿no?
Hay un candidato que es socio de esta aberración. Obviamente que la idea es otorgar mayores libertades a la hora de pactar contratos laborales, como por ejemplo cobrar el 100% de los salarios en dólares.
En segundo lugar, queremos llevar adelante una reforma tributaria que tenga como norte la simplificación y reducción de impuestos. Los argentinos somos fanáticos para inventar impuestos ridículos y distorsivos que complican más de lo que recauda. Yo no, porque yo considero que los impuestos son un robo.
De hecho, somos el único Gobierno en la historia argentina que en menos de 20 meses bajamos los impuestos dos puntos y medios del PBI. Vaya que sí es una muestra de que efectivamente odio a los impuestos.
De hecho, venimos a cortar de cuajo con este fanatismo y tratar de simplificar de una vez por todas nuestro sistema tributario.
Es así que vamos a buscar eliminar cerca de 20 impuestos que entorpecen a la economía argentina sin tener un impacto recaudatorio. Salvo para los que los recaudan. Digo porque algunas veces uno se preguntará por qué impuestos tan distorsivos que recaudan tan poco, están. Sí, es poco a nivel macro, a nivel finanzas personales no. O sea, en el fondo son kioscos. Pero bueno, hay que ser muy políticamente incorrecto para decir estas cosas.
Bueno, no me es gratis, ¿no? Juro que yo no maté a Kennedy, no había nacido todavía. También vamos a ir por una renovación del régimen de ganancias que implica una reducción del mismo para las personas humanas. Nuestra propuesta ampliará las condiciones de ductilidad de gastos para reducir la carga personal del impuesto y a su vez fomentar la facturación.
El incremento de transacciones formales en la economía aumentará, por su parte, la base imponible y mejorará la recaudación en el mediano plazo. Digo, una de las cosas que también hemos logrado, hemos logrado probar la curva de Laffer. Bajamos los impuestos y la recaudación aumentó.
Digo, hay muchos que les gusta el Estado, que este tipo de resultados no les gusta nada. Bajamos el gasto público, nos auguraron una gran depresión y el año pasado, diciembre del 24 contra diciembre del 23, la economía subió 6,6%. Y además encima bajamos impuestos y la recaudación aumentó. ¡Qué mal la están pasando los estatistas! Y me gusta. Pero bueno, todas estas cosas de las que hablo son fundamentales para una economía con el nivel de informalidad de la nuestra. Por eso, parte del desafío de esta reforma es poner los incentivos en regla para que blanquear sea más provechoso que evadir.
También queremos encarar un sendero de apertura comercial tan necesario para un país como el nuestro. En este sentido, ya estamos en conversaciones con los Estados Unidos para integrar más nuestros mercados y comerciar más los unos con los otros. En definitiva, bueno, eso también muestra dónde nos hemos alineado, ¿no? Digo, está claro, digamos, que hice promesas de campaña, digo, y lo inusual es que las cumplí todas en menos de dos años.
Porque dije que iba a poner las cuentas públicas en orden, lo hicimos en el primer mes. Que íbamos a sanear el Banco Central, lo hicimos en seis meses. Dije, además, que iba a aniquilar la inseguridad. Hemos terminado con los piquetes que de 9.000 por año pasaron a cero y tenemos los índices de criminalidad más bajos en la historia argentina, con el mayor récord de incautación de droga en la historia. Y, además, dije que iba a bajar impuestos y los bajé. Dije que iba a achicar el Estado y lo achiqué en siete puntos y medio el PBI.
Y no solo eso, dije que internacionalmente nos íbamos a alinear con Estados Unidos e Israel. Y también lo hice. Es decir, nosotros hace cosa de unos meses pusimos a disposición la bitácora de medidas y la realidad es que de lo que prometimos en campaña hemos cumplido todo.
Por lo tanto, es la primera vez en la historia que un político promete algo y, además, lo cumple antes del tiempo pactado. ¿Saben qué quiere decir esto? Que voy a seguir haciendo reformas. A su vez, sabemos que el Congreso de los próximos dos años será mucho más reformista que el Congreso de estos últimos dos.
Y no lo digo únicamente porque la Libertad Avanza aumentará sensiblemente su cantidad de bancas. Lo digo también porque, salvo por los inadaptados de siempre que creen que la economía se arregla haciendo la danza de la lluvia, aunque ese es un mecanismo muy sofisticado comparado con lo que proponen, buena parte del arco político está de acuerdo con el norte de estas reformas. Somos muchos más los que entendemos que se terminó la era de destruir el futuro del país para tener rédito político presente.
Hoy no queda más torta para repartir, porque los inadaptados de siempre se la comieron toda. En definitiva, hoy es el momento de crecer, el momento de generar riqueza. Confiamos en que hay muchos actores del sistema político que comparten esta mirada y que están dispuestos a dialogar con nosotros para llevar adelante las reformas que harán esto posible.
Días atrás —no sé si fue Toto— hizo un ejemplo maravilloso sobre una autopista. La realidad es que el carril que va hacia el lado de Cuba o de Venezuela son ruidosos, pero son una minoría. Son una minoría ruidosa, pero son una minoría. La gran mayoría quiere ir para el otro lado. La gran mayoría apunta al camino de la prosperidad.
Después, pueden tener versiones: más a la derecha, más a la izquierda, más a la derecha que le gusta acelerar más. Pero lo importante es que, de cara al nuevo Congreso que vamos a tener, eso va a ser mucho más fácil. No solo por cómo va a
quedar la composición de lo que tiene que ver con nuestra fuerza política y la de nuestros aliados —que nos va a permitir defender los vetos con facilidad—, sino que además porque la estructura que va a quedar también nos va a permitir de manera más simple conseguir mayorías.
Piensen que cuando arrancamos, arrancamos con el 10% en la Cámara de Senado y con el 15% en la Cámara de Diputados. Y aun con eso hicimos 10.000 reformas estructurales. Imagínense todo lo que vamos a hacer con un Congreso mucho mejor.
En definitiva, nuestro objetivo es construir en Argentina el consenso capitalista que el país necesita desesperadamente para salir adelante. El consenso que permitirá que haya más trabajo, más inversión y más riqueza en todos los distritos de nuestro país y de nuestra gran Nación.
Un consenso que no solo le mejorará la vida a los argentinos de hoy, sino también a los de mañana, a los jóvenes, a sus hijos, que son a quienes les debemos todo.
Pero siempre debemos tener en claro que el consenso es solo un medio, no un fin en sí mismo. Esto es una gran diferencia con la vieja política: el consenso era un fin en sí mismo, enriquecía a los políticos y empobrecía a los argentinos de bien.
Dialogar por dialogar no sirve de nada si no le resolvemos la vida a la gente. Para hacerlo, necesitamos estar de acuerdo y alinearnos en torno a la verdad.
Pero somos optimistas, porque creemos que hoy, por primera vez en décadas, podemos conseguir un consenso en torno a la verdad y la prosperidad. Un consenso que produzca y no que deprede, un consenso que nos asegure un futuro mejor que el presente y mucho mejor que el pasado.
Muchísimas gracias a todos. Que Dios bendiga a los argentinos y que la fuerza del cielo nos acompañe. ¡Muchísimas gracias!
