Discurso del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el Madrid Economic Forum, España
¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Muerte al socialismo! ¡Viva la libertad, carajo!
Hola a todos. Muchas gracias.
Igual me hace bien porque me permite recuperar el aire, así que, si quieren darle zurra al bandido local, no tengo problema.
En primer lugar, quiero dar las gracias por este recibimiento. Me llena de alegría, de orgullo, pero en especial, sé que implica una enorme responsabilidad de ser el primer Presidente liberal libertario de la historia. Así que gracias.
Además, quiero agradecer a los organizadores por permitirme tener el privilegio no solo de estar aquí, sino de poder estar cerrando este evento, en el cual han participado verdaderos gigantes, personas a las que admiro profundamente y que tanto hacen por la batalla cultural, para que esta realidad liberal libertaria sea una realidad en Argentina y que hoy está avanzando en todo el mundo, porque la libertad avanza.
Respecto a la charla de hoy, básicamente va a tener tres partes, donde, luego de una pequeña introducción sobre los mitos en política que estamos derrumbando, voy a hacer una breve descripción de las condiciones iniciales con las que nos encontramos. Voy a contar cómo hicimos lo que hoy se está viendo como una realidad, y después les voy a contar cómo es la Argentina que yo veo a futuro.
A modo introductorio, hace aproximadamente un mes o dos meses, como mucho, uno de los brillantes ministros que tengo, el doctor Federico Sturzenegger decía: "En Argentina estamos rompiendo tres mitos acerca de la política económica". Él comenta que muchos presidentes o ministros de Economía de distintas partes del mundo, frente a los problemas de endeudamiento y al problema del déficit fiscal —que es la contracara del endeudamiento—, le plantean que necesitan hacer un ajuste fiscal. Y dice: "Bueno, ustedes hicieron un ajuste fiscal". Y, entonces, Federico les contesta: "Bueno, ¿cuánto tenés que ajustar?". "Bueno, cuatro, cinco puntos del PBI". Y, entonces, le dice: "¿Y cuánto creés que podés ajustar por año?". "Bueno, un punto". Y entonces Federico les contesta y dice: "¿Y cómo la verías de hacer un ajuste de cinco puntos del PBI en un mes?". Dice: "No, no, pero eso es imposible". "Bueno, es lo que hicimos nosotros en la Argentina".
Es decir, que lo primero que hemos roto en esto, es lo que tiene que ver la relación entre el quantum y el tiempo. Es decir, nosotros, en estricto rigor, al llegar al gobierno hicimos un ajuste de siete puntos del PBI. Básicamente, llegamos en una situación muy crítica, y si no ajustábamos, hoy yo no estaría aquí parado como presidente argentino. Y, digamos, sobre reaccionamos el ajuste, porque frente a esa situación era puro momento de motosierra. Pero funcionó.
El segundo mito tiene que ver con que, si ustedes hacen un ajuste de estas características, la economía se va a hundir en una recesión, el desempleo va a estar por la estratósfera, y la cantidad de pobres e indigentes va a subir a niveles insoportables socialmente. De hecho, nosotros, entre el ajuste del Tesoro y el ajuste del Banco Central, hicimos un ajuste de 15 puntos del PBI, donde ajustes de la mitad del tamaño de este ajuste habían generado caídas del PBI de por lo menos 11% a 15%. Por lo tanto, nos auguraban que íbamos a entrar en una gran depresión. Sin embargo, nosotros cambiamos el tipo de ajuste. Decidimos que el ajuste no había que hacerlo subiendo impuestos, que no había que hacerlo por la vía inflacionaria, que no era con endeudamiento, que el ajuste tenía que ser hecho por el parásito, el ajuste tenía que caer sobre el sector público. De esa forma, nosotros bajamos 30% en términos reales el gasto público. Hicimos un ajuste del PBI de 15 puntos del PBI, y eso significó devolverle ingresos al sector privado. Y la consecuencia fue que, cuando tomamos diciembre del 24 contra diciembre del 23, no solo que no hubo caída del PBI, sino que subió 6%. Ajustamos con expansión económica.
Y no solo eso, sino que, a lo largo del primer trimestre de este año, la economía se ha expandido a un ritmo del 6%, y ahora, en el segundo trimestre, lo estamos haciendo al 8%. Así es que, a los políticos de mierda, nada de crédito con que el ajuste es recesivo: si lo paga la política, el sector privado se expande.
Y, el tercer mito es que, cuando uno hace el ajuste, si bien es algo que la economía necesita porque necesita recomponerse, eso implica una caída de la popularidad, una caída de la imagen. Y en ese sentido, en el Triángulo de Hierro —que lo constituye mi hermana Karina, el Jefe, que está acá... ponete de pie, Jefe, dale, dale, Jefe, dale—, aquí está el arquitecto del triunfo liberal, ese brillante consultor que también nos acompaña, que es Santiago Caputo, frente a esta situación, nosotros dijimos: nosotros vinimos a cumplir una tarea. Si hay imagen y se tiene que consumir por la buena causa, hay que consumirla. Hay que hacer lo que hay que hacer. Hay que dejar de estar mirando los votos y hay que hacer lo que la economía requiere.
Y, a diferencia de lo que todos creían y era que la imagen, el acompañamiento y la popularidad se iban a extinguir en el ajuste, hoy los niveles de popularidad que tenemos son más altos que los que teníamos cuando asumimos. Y, si lo toman de consultoras internacionales, están todavía muchísimo más alto. Es decir, que el ajuste no genera pérdida de imagen si el ajuste cae sobre la casta política, la imagen sube porque es darle recursos a la gente.
Y, ahora, ya entrando al hueso de la discusión, creo que una de las cosas por las cuales nosotros hemos podido hacer lo que estamos haciendo, y que el acompañamiento continúa —y que no solo en términos de imagen, sino también en términos de resultados electorales—, es que durante la campaña nosotros dijimos que preferíamos decir una verdad incómoda antes que una mentira confortable. Es decir, nunca le hemos mentido a la gente. Siempre dijimos lo que íbamos a hacer, y en ese sentido, nuestra política siempre fue clara. Fue clara nuestra política económica, donde dijimos que le íbamos a pasar la motosierra al Estado. Fue clara nuestra posición respecto al Banco Central: si bien se le puso el nombre de dolarización, y la gente llevaba billetes de dólar con mi cara, con mi rostro, siempre hablamos de dolarización endógena, algo que hoy está en marcha. Y, también hablamos, en el plano institucional, de avanzar hacia las ideas de la libertad, hacer reformas estructurales que hagan que Argentina se convierta en el país más libre del mundo. Y todo eso, en materia económica, no solo que lo estamos cumpliendo: nosotros teníamos metas muy ambiciosas, que decían que eran imposibles, y, sin embargo, hoy, pasado un año y medio, hemos sobrecumplido todas las metas de campaña.
Por otra parte, en materia de seguridad interior, señalamos que se había terminado con el abolicionismo y que, básicamente, el que las hace, las paga. Hoy, Argentina muestra los índices de delincuencia más bajos de su historia, porque el que las hace, las paga.
No solo eso, sino que además decidimos prestigiar a nuestras Fuerzas Armadas. Iniciamos un proceso de reequipamiento y, hoy, Argentina rankea entre las 20 primeras potencias militares, habiendo hecho las compras de armamento más grandes de los últimos 50 años. ¡Vaya que hemos hecho algo por la seguridad nacional y la seguridad interior!
Y, finalmente, también hemos sido claros en nuestra política exterior. Sistemáticamente, nos hemos manifestado en favor de la paz, en favor del libre comercio, entendiendo —como decía Bastiat— que donde entra el comercio, no entran las balas. Y, en ese sentido, estamos trabajando en lograr un acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, estamos trabajando en un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos, estamos trabajando para que Argentina vuelva a ser un país abierto y grande nuevamente.
Pero no solo nos hemos quedado en señalar eso, también hemos dicho que en Argentina volvíamos a abrazar los valores de Occidente. Y los valores de Occidente no son ni más ni menos que abrazar la cultura judeocristiana, reconocer el Dios de Israel y, en lo político, digamos, la República romana y la democracia griega. Eso constituye la democracia liberal que venimos a defender en los valores de Occidente. Y eso está manifestado en mi alianza con los Estados Unidos y con Israel. Por lo tanto, nadie debe sorprenderse de lo que estamos haciendo en materia internacional.
Por lo tanto, hemos dicho lo que íbamos a hacer porque, si hay algo que me ha caracterizado en toda mi vida, es no solo decir lo que pienso, sino también hacer lo que digo. Y, después de tantos años desde la tribuna diciendo lo que había que hacer, decidí meterme en la cancha para defender las ideas de la libertad y para que el modelo de la libertad triunfe en todo el mundo.
Naturalmente, se imaginarán que un liberal libertario llega a la presidencia de un país; eso no ocurre en condiciones normales de presión y temperatura. La realidad es que, al momento de llegar al poder, Argentina conjugaba lo peor de sus tres peores crisis de la historia, lo cual claramente, si hubiera ocurrido, hubiera sido una verdadera hecatombe. Básicamente, teníamos un desequilibrio monetario del doble del que teníamos en el año 1975, cuando estalló una crisis que se llamó el Rodrigazo y que básicamente duplicó la tasa de inflación. Piensen que, si Argentina venía con niveles de inflación del orden del 300%, esto hubiera llevado la inflación a, por lo menos, niveles del 2000%. Al mismo tiempo, teníamos una situación de bancarrota en el Banco Central, aún peor que la que teníamos en el año 1989, cuando estalló la hiperinflación de Alfonsín, donde básicamente nos habían dejado en el pasivo del Banco Central el equivalente a cuatro bases monetarias, venciendo a un día. Esto es: podríamos haber quintuplicado la cantidad de dinero en un día, es decir, todo dado para que haya un estallido hiperinflacionario. Pero no solo eso. Los indicadores sociales que teníamos eran indicadores que eran peores que los que teníamos en el año 2001. De hecho, cuando nosotros sinceramos las variables macroeconómicas, porque básicamente, entre otras cosas, en el mercado de cambio había una brecha entre el dólar oficial y el paralelo de 200%, había también controles de precios, y claramente eso en las estadísticas no queda manifestado la escasez no queda manifestada. Entonces, cuando se sinceraron las variables, obviamente la pobreza registrada saltó al 57%. Y, un año después, la pobreza cayó al 35%. Es decir, que los desalmados liberales, los que no tenemos corazón, los que no tenemos empatía, los que no nos ocupamos de los pobres, bajamos 22 puntos porcentuales la pobreza. Es decir, sacamos a 10 millones de personas de la pobreza. Vaya que las ideas de la libertad funcionan para todos, y en especial para los que menos tienen.
En ese desastre macroeconómico que nos habían dejado, también teníamos el equivalente a 90.000 millones de dólares de deuda en pesos, venciendo en menos de tres meses, con lo cual eso también hubiera implicado solamente 15 puntos del PBI de base monetaria adicional, cuando la base monetaria en ese momento en Argentina estaba en 2,5 puntos. Es decir, hubiéramos multiplicado solo por eso, en siete veces y media, la cantidad de dinero, el incremento.
No solo eso: el gobierno anterior también, con el control de cambios, les liberaba a los amigos derechos para poder importar al tipo de cambio oficial. Y eso había dejado una deuda en el Banco Central de 45.000 millones de dólares. Además, los sistemáticos incumplimientos de las metas con el Fondo Monetario Internacional hacían que el acuerdo también estuviera caído. Es decir, nos encontrábamos en una situación que, si no actuábamos rápidamente, terminábamos en default con los organismos multilaterales, en default comercial y en default en el sistema financiero local, lo cual hubiera sido un verdadero desastre macroeconómico y hubiera llevado la pobreza a niveles del 95% por lo menos.
A su vez, teníamos un déficit fiscal en el Tesoro de cinco por ciento del PBI y teníamos deuda que generaba intereses en el Banco Central, y eso lo llevaba a 15 puntos del PBI. En ese sentido, la primera etapa del plan de estabilización fue aplicar la motosierra. La motosierra, básicamente, de origen implicó un ajuste en el Tesoro de siete puntos del PBI, y que con el tiempo se fue recomponiendo y terminó siendo un ajuste de cinco puntos del PBI. Pero frente a la emergencia, teníamos que resolver, y por eso el ajuste fue de siete y después terminó siendo de cinco en el Tesoro. En ese contexto, llevamos a un tercio la cantidad de ministerios, echamos más de 50.000 empleados públicos y la gran mayoría de los contratos que iban venciendo, no los renovamos, haciendo un ajuste verdaderamente fuertísimo. Terminamos eliminando la obra pública, que es una fuente de corrupción infinita, y además terminamos con la pauta oficial en los medios de comunicación, motivo por el cual hablan pestes de nosotros todos los días.
Y es increíble, porque días atrás nos cuestionaron y hablaron de pérdida de la libertad de expresión, cuando lo único que bajó en Argentina en términos de expresión fue que se le dejó de dar dinero a los corruptos de los medios de comunicación.
Parece que son muy buenos para acusar cuando los subsidios los tienen otros, pero no cuando les toca el órgano más sensible del ser humano que es el bolsillo. Así que ya les digo: si llegan a decir que maté a Kennedy, les aviso que nací en 1970, por lo cual ya les digo, no pude hacerlo.
A partir de haber cerrado el déficit fiscal, o sea, desde la concepción de la naturaleza monetaria de la inflación, sabíamos que había que cortar con la emisión y cerrar el déficit fiscal era esta primera etapa, y lo hicimos. Argentina, en los 123 años anteriores, siempre había tenido déficit fiscal, y si hay algunos periodos en que no lo tenía, era porque estaba en default. Nosotros fuimos a una política de déficit cero y decidimos que en Argentina no hay más déficit fiscal. Argentina es uno de los cinco países del mundo que no tiene déficit fiscal en la línea financiera, y lo hicimos después de 123 años de historia donde nadie lo logró, y nosotros lo logramos en el primer mes de gobierno.
Pero, como dice ese coloso que tengo de Ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, aun cuando habíamos puesto las cuentas fiscales en orden, en el Tesoro no alcanzaba, porque el problema que teníamos en el Banco Central era del doble del tamaño del problema del Tesoro. Y si nosotros no arreglábamos la cuestión del Banco Central, la hiperinflación la hubiéramos tenido igual, con el agravante de que lo hicimos haciendo el ajuste fiscal, con lo cual hubiera sido tremendamente letal para las ideas de la libertad. En ese sentido, en una tarea ciclópea monumental, entre “Toto” Caputo, el Presidente del Banco Central, Santiago Bausili, y el Secretario de Finanzas, comenzaron un trabajo de limpiar el balance del Banco Central. Y en la medida en que mostrábamos que la solvencia fiscal había venido para quedarse, fue posible empezar a limpiar la deuda del Banco Central. Así, a mediados del año pasado fue cuando se concluyó la etapa 2 del programa, que fue cuando se terminó con la emisión monetaria, se terminó la Argentina el déficit cuasi fiscal, se sanearon las cuentas del Banco Central y la cantidad de dinero desde aquel momento ha quedado fija.
Es decir que, en ese momento, pasamos a lo que era emisión cero y donde la base monetaria amplia en Argentina está fija. Es más, en medio de un ataque especulativo, el tipo de cambio paralelo se había disparado y nosotros decíamos: van a converger los tipos de cambio, pero van a converger con una caída del paralelo, y efectivamente eso fue lo que pasó.
Sin embargo, nos dimos cuenta de que la economía argentina estaba recuperándose muy fuertemente. La economía, después del mes de abril, empezó a mostrar signos muy importantes de recuperación; de hecho, entre diciembre y abril se expandió al 10%. En ese sentido, además, la monetización de Argentina era muy baja, por lo tanto, frente a esa situación en la cual nosotros veíamos hacia adelante un aumento en la demanda de dinero, dejar la cantidad de dinero fija iba a generar un problema de que, una vez que se terminara de limpiar el sobrante monetario, la economía argentina pudiera entrar en un contexto de deflación.
En ese contexto es que lanzamos la dolarización endógena, es decir, permitimos que los agentes pudieran hacer todas las transacciones de la economía, salvo el pago de impuestos; todas las transacciones pudieran ser hechas en moneda extranjera. Y, en ese sentido, también se había cumplido con otra promesa de campaña que decían que era imposible. Sin embargo, la gente no hacía las transacciones en moneda extranjera, es decir, no representaba un problema porque todavía había sobrante de dinero, pero digo: tarde o temprano el problema iba a aparecer. Al mismo tiempo, todavía continuábamos con restricciones en el mercado de cambios. En ese sentido, para nosotros el cepo era una herramienta de tortura y, además, era una herramienta con la cual nos criticaban no solo los que habían puesto el cepo, sino que además nos criticaban lo que yo llamo los liberales; no liberales libertarios, sino liberales, el libertarados.
Sin lugar a dudas, el máximo trofeo de liberal libertarado imbécil estúpido se lo ha llevado el imbécil ignorante en temas monetarios, Hans-Hermann Hoppe, donde haciendo gala de una ignorancia infinita, pero motorizado por basuras argentinas que lo maldatearon —se imaginarán los que me conocen quiénes son— los mismos que pidieron que el Juan de Mariana no me lo den, dijo que esa reforma era la más fácil, con cerrar el Banco Central se terminaba el problema. Parece que el imbécil no sabe que la deuda remunerada y la deuda del Banco Central, que es emisión futura, y la base monetaria son deuda, y si hubiéramos cerrado el Banco Central de esa manera, esa deuda no valía nada y, por lo tanto, hubiera generado una hiperinflación, y gracias a esa estupidez hubieran vuelto los populistas peronistas con la cabeza de más adelante y hoy estarían viendo una Argentina chavista.
Entonces dada la aberración que implicaba el cepo, básicamente porque eso restringe la libertad de que yo pueda hacer con mi dinero lo que yo quiero, básicamente porque entonces condiciona mi conjunto de elección, y eso es una afrenta insoportable para un liberal libertario. Pero, además, el hecho de que los obligan a demandar más de moneda doméstica que las que quieren, amplía la base imponible del impuesto inflacionario, que además es un impuesto no legislado, es decir, inadmisible hasta para un liberal clásico. Por lo tanto, el cepo había que sacarlo de todas maneras, y en ese sentido, empezamos a trabajar en un programa con el Fondo Monetario Internacional para limpiar la hoja del Banco Central. Y la idea era que, así como el Estado Nacional le colocaba títulos públicos no transferibles al Banco Central y así se llevaba los dólares, consideramos que era el momento de recapitalizar el Banco Central. Por lo tanto, hicimos un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional para ir rescatando esa deuda del Banco Central, de modo tal que la deuda total no aumentara, pero que los pesos que ahora tienen los argentinos en el bolsillo valieran algo. Es decir, le hicimos el ajuste a la casta para devolverle el dinero a la gente de bien.
En ese contexto, estimábamos que para poder salir del cepo necesitábamos cerca de 12.000 millones de dólares, y como tanto “Toto” como yo somos personas muy adversas al riesgo, que entiendo que entiendan que soy adverso al riesgo, pero pienso en que es como una situación donde estoy sin prenda alguna, todo mojado en una silla eléctrica. Entonces, van a tomar bastante cuidado qué cables cortar o no. Y como entonces dijimos que, si conseguíamos 15.000 millones de dólares, íbamos a abrir el cepo de modo tal que, tuviéramos para un ataque especulativo, contar con 3.000 millones de dólares. Y en ese contexto nos dieron 20.000 millones de dólares cash. Entonces decían que no, que yo no me iba a animar a abrir el cepo en un año electoral porque eso iba a hacer saltar el tipo de cambio y la tasa de inflación iba a estar en el 5 o 7%, donde la basura mediática, los corruptos de los periodistas, se dedicaban a expandir esas noticias inmundas, aun cuando nadie había hecho esos pronósticos.
Por eso, como dice el amigo Wall Street Wolverine, no odiamos lo suficiente a los periodistas.
Y, pese a que estábamos en un año electoral, pese a que decían que el tipo de cambio se iba a ir al techo de la banda, al contrario de lo que opinaba todo el mundo, abrimos el cepo y completamos la etapa tres del programa. Abrimos el cepo y, lejos de irse al techo de la banda, hoy el tipo de cambio cotiza mucho más cerca del piso de la banda, con lo cual, de nuevo, punto para el gobierno, punto en contra, de nuevo, para los econochantas y los periodistas ensobrados.
De hecho, hoy, después de que anticiparon esas tasas de inflación del 5 al 7% mensual, es cierto, la tasa de inflación saltó al 3,7, pero dijeron que sí va a quedar en niveles del 5 y del 7. Al mes siguiente cayó a 2,8, este mes se espera que rompa el 2%, y yo se los afirmo desde acá que para el año que viene la inflación en la Argentina habrá sido historia del pasado.
Pero no todo queda ahí. Además, durante mucho tiempo el fisco se la pasó persiguiendo a los argentinos que querían protegerse de esa estafa que era la inflación. De hecho, Argentina le quitó tres ceros a la moneda y hoy podríamos quitarles tres ceros más si fuera por eso. Es decir, que la política monetaria en la Argentina ha sido una estafa recurrente. Es más, por no querer corregir el origen del problema, que era el déficit fiscal, se perseguía a los argentinos con leyes soviéticas por querer escapar de la estafa. Entonces, por ejemplo, en lugar de agarrar y frenar la emisión monetaria —porque eso implicaba frenar el déficit fiscal— recurrían a controles de precios; cuando los controles de precios no funcionaban, recurrieran a la ley de abastecimiento, es decir, otra Edicto de Diocleciano. O, por ejemplo, cuando ustedes, para cubrir sus ahorros de la inflación del peso, iban a cubrirse en el dólar, entonces les ponían ley penal cambiaria y control de capitales. Se perseguía a los argentinos como si fueran delincuentes. De hecho, llegamos a la locura de que para el fisco argentino todos los argentinos éramos culpables, salvo que demostráramos lo contrario. No tengo dudas, teniendo un socialista en la cabeza, que tienen este mismo problema.
Sin embargo, hace pocos días enviamos una nueva desregulación que tiene que ver con el día de la liberación y la reparación histórica a los ahorristas, donde les permitimos a los argentinos de bien que puedan utilizar sus dólares no declarados para poder hacer transacciones. Se terminó eso de creer que la gente es culpable antes que demuestre lo contrario. Ahora, los argentinos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario.
Más allá de cualquier cosa, sepan que contra los socialistas de mierda yo siempre voy a estar de su lado.
Al mismo tiempo, también quiero destacar los logros que hemos tenido en materia social y en materia de seguridad en ese contexto difícil que nos tocó asumir: la política social que había dejado el kirchnerismo, que es la versión reloaded de lo peor del peronismo. En ese contexto, habían hecho de la política social una política para perjudicar a los más vulnerables. Es decir, como en todo lugar, el socialismo toma una causa noble y la prostituye en favor de la corrupción de los que están en el poder.
Y en ese contexto tan adverso y tan hostil, esa ministra que tengo en Capital Humano, Sandra Pettovello, en un acto de coraje enorme decidió enfrentar a los gerentes de la pobreza y decidió que no había que dar más cuenta de una prestación porque ahí es donde les robaban el dinero a los vulnerables. Es decir, la mitad del dinero que iba hacia los vulnerables era cooptado por los ladrones de los gerentes de la pobreza. Pero claro, cuando anunciamos esto nos amenazaron con una marcha, y Argentina, que tenía entre 8.000 y 9.000 piquetes por año, en ese contexto, nos amenazaron con que nos iban a hacer una marcha y decían que iban a ser 50.000 personas, cuando en realidad estaban esperando 100.000 personas. Y, en ese contexto, gracias a otra ministra que tengo gigante, la doctora Patricia Bullrich, me presentó el protocolo anti piquetes. En ese sentido, en una acción conjunta entre la Ministra Pettovello, la Ministra Bullrich y, que en paz descanse, quien era el Ministro de Transporte, el doctor Guillermo Ferraro, hicieron todo un operativo. No solo les sacamos la caja a los gerentes de la pobreza, salimos con las Fuerzas de Seguridad, a las cuales les dimos el total respaldo. Y aquel que cortaba, no cobraba, aquel que cortaba iba a la cárcel. Usamos la red de transporte para informarlo y además para que se hicieran denuncias. Ese primer día recibimos 18.000 denuncias, donde muchos ya están en la justicia y se están resolviendo en contra de estos estafadores. Pero, sobre todas las cosas, desde el primer día pusimos orden en las calles, porque de los 100.000 que esperaban fueron 3.000, y a partir de ese día se terminó el caos en la Argentina y volvió a reinar el orden.
Es más, como parte de esta política del “que las hace, las paga”, digamos que dejamos de tener esa doctrina que está a favor de los delincuentes. Acá se defiende a las víctimas, no al victimario. Y, en ese contexto, dentro de las políticas que eliminamos fueron todas las políticas de género, porque son políticas que menoscaban a la mujer, porque las tratan como un ser inferior. Y lo que los liberales proponemos es que somos todos iguales frente a la ley. Entonces nos vaticinaron que nosotros estábamos a favor de los femicidios y, sin embargo, los homicidios contra mujeres han caído 14%, y hoy Argentina tiene una tasa de delincuencia más baja de su historia porque el que las hace, las paga.
Por lo tanto, luego de tantos logros, ha comenzado el momento del crecimiento. Hoy Argentina ha entrado en el sendero que, si sigue abrazando las ideas de la libertad, en 40 años Argentina va a ser la primera potencia mundial, sin lugar a dudas.
En este sentido, lo que voy a hacer ahora es transmitirles cada uno de los elementos que son el pilar del crecimiento económico. En primer lugar, el ajuste fiscal de 15 puntos del PBI les devolvió los ingresos a los argentinos. Eso permitió una recuperación de la actividad económica, una recuperación de los salarios, una recuperación de las jubilaciones y la recuperación del ciclo de stock. Eso permitió, en primer momento, que la economía empezara a recuperarse muy fuertemente a partir de abril del año pasado.
Pero no solo eso: el déficit cero implica que la deuda no varía. Igual, la hicimos bajar 45.000 millones de dólares, la primera vez en la democracia argentina que la deuda cayó—la democracia, digo, desde el año 83 hasta acá. Pero lo importante es que la política del déficit cero implica que la relación deuda-producto es no creciente. Eso implica que Argentina es solvente intertemporalmente, que Argentina puede honrar su deuda. Y, en ese sentido, no solo eso, implicó que además el riesgo país de 3.000 puntos básicos que estaba cuando ganamos la elección, hoy esté en 600 puntos básicos. Y no tengan duda que, si en octubre se tiñe el país de violeta, vamos a pulverizar el riesgo país y vamos camino a convertirnos en un “investment grade”.
Por eso, en la medida que caiga la tasa del riesgo país y que caiga la tasa de interés, el stock de capital per cápita de la economía va a aumentar y, por ende, la productividad subirá, subirán los salarios y tendremos un mayor nivel de vida. En ese sentido, un trabajo de un muy prestigioso economista argentino que se llama Juan Pablo Nicolini, que trabaja en la Reserva Federal, estimó que habiendo hecho el ajuste que hicimos, llevando el déficit a cero, eso podría implicar que Argentina pueda crecer en términos per cápita al 4% anual, de manera sostenida por una gran cantidad de años, que podría oscilar entre 10 y 20 años.
Sin embargo, tal como señala Nicolini, ese método no contempla el tipo de ajuste. Si nosotros consideramos que el ajuste no fue subiendo impuestos, sino que fue bajando el gasto público, y si además consideramos que ya hemos hecho más de 2.500 reformas estructurales, Argentina va a crecer muy fuertemente y los números están dando cuenta de que Argentina está camino a volver ser grande nuevamente.
Además, el hecho de terminar con la inflación tiene dos impactos muy positivos. En primer lugar, porque elimina la distorsión de precios relativos, amplía el horizonte temporal y, de ese modo, se pueden asignar los recursos de mejor manera. Al mismo tiempo, al ser un impuesto altamente regresivo, distorsionaba la relación entre ahorro, inversión y, por ende, también la tasa de interés y la acumulación de capital, llevando a que se hicieran inversiones incorrectas porque básicamente estaban distorsionados los precios relativos. Esto va a implicar que, al eliminarse la inflación, esta distorsión va a desaparecer. Y eso va a tener, si bien es un efecto de una vez para siempre, un salto en el PBI per cápita que, en todo el horizonte, se va a manifestar también como crecimiento.
Por otra parte, consideramos que el Estado es una organización criminal, y en ese sentido, consideramos que los impuestos son un robo. Y en ese sentido, el año pasado, aun en este proceso de estabilización, no solo que dejamos de estafar a los argentinos con el señoreaje, sino que además hemos bajado los impuestos explícitos en dos puntos del PBI, algo que no se había hecho nunca en la historia argentina. Pero se imaginarán que, si yo considero que los impuestos son un robo, no me voy a quedar acá. En ese sentido, estamos trabajando en una reforma tributaria y, acorde a las estimaciones que tenemos, si la economía argentina de acá al 2031 —en caso de que me tocara ser reelecto—, podríamos estar bajando más de un punto y medio del PBI por año de impuestos, y eso significaría devolverle a los argentinos de bien ni más ni menos que 500.000 millones de dólares. ¡Vaya que eso sí es ser libertario!
Por otra parte, también estamos haciendo un fuerte trabajo desde el Ministerio de Capital Humano. Tenemos un Ministerio de Capital Humano que integra el capital humano de primera generación, que tiene que ver con, básicamente, la salud y la alimentación. Porque, si ustedes no se alimentan o no tienen buena salud, no se pueden educar. Esto, por lo tanto, también integra el capital humano de segunda generación, que no solo tiene que ver con la posibilidad de estudiar, sino también con la posibilidad de reinsertarse aquellos que fueron quedando en el camino. Es decir, recuerden que nosotros estamos partiendo de una economía en desequilibrio. Y, la tercera parte con la que integra es con el mercado laboral, en ese sentido, nosotros estamos trabajando en el capital humano de primera generación, el de segunda generación, y para que pueda insertarse en el mercado laboral, donde hoy cerca de la mitad del empleo de la economía es informal. Por lo tanto, esto no solo va a implicar una mejora en las condiciones de trabajo, sino que, además, en la medida en que se vaya cerrando el diferencial entre empleados formales y el total del empleo —es decir, que se vayan achicando los puestos informales—, eso también nos va a permitir reformar el sistema previsional, y de esa manera también tener una segunda vuelta adicional de crecimiento de acá al futuro.
Obviamente, ahora le toca a uno también otro de los ministerios estrella. Hay dos ministerios de los cuales estoy muy orgulloso —digo, al margen del Ministerio de Economía, con quien tengo una relación simbiótica, al margen de que adoro el trabajo de la Ministra Bullrich, del Ministro Petri—, pero hay dos criaturas que creé yo, que no existían en el mundo. Una es el Ministerio de Capital Humano y el otro ministerio es el de Federico Sturzenegger: el Ministerio de la Desregulación. El concepto esencial del Ministerio de Desregulación es un ataque frontal y directo al herramental neoclásico. Nunca más presente en mi mente ese paper maravilloso que me convirtió en libertario. Recuerdo —y acá el querido Philipp Bagus lo suele mencionar—, recuerdo que un día me acercaron el trabajo de Murray Newton Rothbard, Monopolio y Competencia, el cual está en el segundo tomo de “El hombre, la economía y el Estado”. Y después de 3 horas de leer ese artículo de 140 hojas, y de 25 años de profesor de Microeconomía, terminé de leer el artículo y dije: todo lo que enseñé en los últimos 25 años de estructura de mercado está mal. Y ese día me volví anarco-capitalista.
Cuando ustedes miran las estadísticas del crecimiento económico per cápita y del PBI per cápita desde la era cristiana, van a descubrir que ahí lleva la forma de un palo de hockey. Y si ustedes se fijan, el PBI per cápita subió fuertísimamente los últimos 250 años, en un contexto donde la población se multiplicó por 10 veces y la pobreza extrema, que estaba en niveles del 95%, hoy hay que cambiarle la medida todo el tiempo, porque si no sería cero. Entonces, la pregunta era: ¿cómo puede ser que los rendimientos crecientes que la economía neoclásica asocia con los monopolios —y dicen que, de acuerdo al maldito óptimo de Pareto, es malo— habían sacado a tanta gente de la pobreza? Algo tenía que estar mal. Y ahí, digamos, el que me abrió los ojos fue Murray Newton Rothbard. Y, básicamente, ustedes lo que tienen es que la estructura de la economía neoclásica está armada para poder probar la existencia de unicidad y estabilidad en el equilibrio. Y eso hizo que nos focalizáramos en las matemáticas y no en lo que significaba lo que estábamos diciendo en términos económicos al utilizar esa matemática. Es decir, en la economía neoclásica, este problema se lo llama un problema de no convexidad. Es decir, es como tener un dilema entre la fábrica de alfileres de Adam Smith y la mano invisible. Y entonces, para quedarnos en la visión Pareto de la mano invisible, sacrificamos la fábrica de alfileres. Y lo peor de todo es que nos quedamos sin poder explicar el crecimiento económico, porque los rendimientos constantes a escala, o los rendimientos marginales decrecientes, lo que hacen es que el crecimiento económico desaparezca.
Y en ese sentido, por eso es tan inspirador el paper de Rothbard, porque demuestra que los monopolios solo son malos si están generados desde el Estado —por ejemplo, el de emisión monetaria—. Y en ese sentido, cuando se regula una empresa que tiene rendimientos crecientes a escala y la quieren asimilar a una competitiva, en el paradigma neoclásico, les mata los rendimientos crecientes. Y, al matarle los rendimientos crecientes, matan el crecimiento económico. Si quieren un ejemplo aplicado de regular, matar los rendimientos crecientes y terminar el crecimiento económico, no tienen que ir muy lejos: solo miren a su alrededor. Europa es el mejor ejemplo, donde las regulaciones están matando el crecimiento económico.
Y, en ese sentido, empezamos a desregular la economía y a hacer reformas estructurales, como en el gobierno de Menem, que —acorde a un trabajo de Gerardo Della Paolera, Bózzoli y Irigoin— que había sido el mejor gobierno de la historia argentina: había hecho 100 reformas estructurales. Hoy, nosotros hemos hecho 25 veces más de reformas estructurales y hemos bajado la inflación mucho más rápido que la convertibilidad, y sin cometer expropiaciones, ajustando precios relativos, respetando los derechos de propiedad. Por lo tanto, no tengan duda de que este gobierno liberal libertario es el mejor gobierno de toda la historia argentina.
Al mismo tiempo, también tenemos como objetivo hacer que Argentina sea el país más libre del mundo, ya que aquellos países que son más libres son 12 veces más ricos que los reprimidos, crecen al doble, tienen 25 veces menos pobres en el formato estándar y 50 veces menos en el formato extremo.
Y, como parte también de esta agenda, es que nosotros trabajamos en lo que tiene que ver con la apertura económica. Al mismo tiempo, también estamos trabajando en una reforma tributaria que permita la competencia entre distintos Estados provinciales, para que también las provincias empiecen a bajar los impuestos. De hecho, en algunos municipios eso se está haciendo. De hecho, alguien que había sido compañero mío en la facultad y que la vida nos reencontró en la política, el Intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela, está bajando las tasas, y las empresas se están yendo de los lugares de los peronistas asfixiantes a Tres de Febrero a invertir, porque, básicamente, se están bajando los impuestos.
Finalmente, tenemos el régimen de incentivos para las grandes inversiones, más conocido como RIGI, donde, por ejemplo, días atrás hemos firmado con la empresa ENI por una inversión de 20.000 millones de dólares, y que va a dejar un flujo de ingreso de divisas para la Argentina, en los próximos 20 años, cercano a los 200.000 millones de dólares. ¡Vaya que el modelo está funcionando!
Por lo tanto, lo que quiero dejarles es el testimonio de que las ideas de la libertad funcionan. Por lo tanto, sabemos lo que hay que hacer, sabemos cómo hay que hacerlo. Por lo tanto, que no nos falte el coraje para hacerlo, porque somos lo que podemos poner de pie a todo el mundo.
Y, es por ello, que les pido que tomen valor, que se metan y jueguen, y que den la pelea de la política, porque no se cambia desde las gradas, se cambia peleándose cuerpo a cuerpo contra los políticos corruptos.
Levantemos las ideas de la libertad, hagamos grande a Occidente nuevamente. ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva la libertad, carajo! ¡Viva España! ¡Viva Argentina! ¡Viva la libertad, carajo!
Muchas gracias.