Entrevista de interés - Gabriela Michetti, vicepresidenta

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-¿Cómo se siente ahora que fue sobreseída en la causa en que se investigaba el origen del dinero robado de su casa el mismo día en que Cambiemos ganó las elecciones?

-Con una enorme emoción y una inmensa alegría.Si bien a mí me acompañó la serenidad y la paz de conciencia que sentís cuando sabés que no hiciste nada malo, eso no deja de lado que, al ser una persona conocida, no te gusta que haya sospechas de tu honradez. Ese dolor también estaba y tuve que atravesarlo. Sabía que la Justicia iba a llegar a esa verdad y no sabía cuánto iba a tardar. Pero fue muy feo pasar de víctima de un delito a acusada. A personas que han cometido corrupción puede no importarles estar bajo sospecha. A las personas honestas nos importa mucho. Soy vicepresidenta de la Nación y quiero ir adonde vaya con una transparencia en mi vida.

-¿Qué reflexión hizo después de haberse enterado de la decisión del juez?

-Hablamos con Mauricio (por Macri) de que éste es un caso ejemplar, en el sentido de un funcionario que se pone a disposición de la Justicia, sin trampas ni chicanas ni vericuetos procesales. Se probó que siempre dije la verdad, que la denuncia no tenía sustento y que todo fue un armado mediático con un fin político, el de atacar desde el primer día de gestión a un gobierno que representa un cambio verdadero en la Argentina.

-¿A propósito, cree que hay gente trabajando para que el Gobierno no cumpla su mandato?

-No me cabe ninguna duda.

-¿Quiénes son?

-Básicamente sectores muy extremos del kirchnerismo, que no conciben haber dejado de tener el poder en sus manos. Lo terrible es que son personas que han hecho daño, que no asumen ninguna crítica. No entiendo cómo no se dan cuenta de que el país quedó mal. En quince meses no podés generar semejante situación de pobreza en la Argentina, de falta de empleos, de posibilidades de crecimiento, de desarrollo de inversiones. Todo esto fue consecuencia del populismo, y de algunas cosas que vienen siendo muy mal hechas en la Argentina. Hace poco estuve en Australia, un país muy similar a la Argentina, y decís ¿cómo puede ser semejante diferencia?

-¿Y cómo puede ser?

- Ahí salta la típica excusa de que ellos son sajones y nosotros latinos. Pero basta con eso.Hay un tema fundamental y es que en Argentina no podemos ponernos de acuerdo. Estamos todo el tiempo tironeando, todos quieren tener razón, ser el N° 1. Vas a la asociación cooperadora del colegio de tu hijo, a la ONG tal o cual, adonde vayas es interna, peleas. Somos súper individualistas.

-Y con tendencia a los antagonismos.

-Sí, no podemos cooperar, asociarnos, trabajar colectivamente. En Australia, te doy un caso, voy al Question time del Senado, un momento en que los funcionarios van a rendir cuentas al Parlamento. Era un tironeo, el primer ministro gritando, defendiéndose de no sé qué ataque. En un momento una senadora dice: ‘Señor primer ministro, le quiero hablar de un tema que me preocupa mucho, el de los suicidios crecientes en chicos heroinómanos y los problemas de salud mental con la juventud, por el tema drogas’. El cambio de clima fue impresionante y en diez minutos habían acordado lo que iban a hacer con eso.

- Una sana envidia ...

-Yo dije, ésta es la clave, hay temas sobre los que no puede haber tironeo: la pobreza, el dolor de las madres que pierden a sus hijos por la droga, el de los que pierden familiares porque las rutas son un desastre y porque nadie va preso si mata y conduce embriagado, lo de la discapacidad, que sueño que sea un tema de todos los argentinos y lo podamos mostrar como algo en lo que no nos vamos a pelear...

-Desde el Gobierno se insistió con la necesidad de un cambio de paradigma, una cuestión cultural para superar la política del enfrentamiento. ¿Se desaprovechó la oportunidad de debatir eso desde el principio?

-Me hacés pensar, no lo he pensado tan así. Al principio nosotros teníamos cuestiones que eran importantes para acordar y se acordaron. Acomodar la macroeconomía, volver al crédito internacional, terminar con el default, hacer las transformaciones en la estructura del Estado. Tal vez después de esta elección, podríamos poner sobre la mesa el largo plazo de la educación y tres o cuatro cuestiones básicas de la sociedad para que no nos peleemos sobre ellas. Este es un tiempo para tener el oído y el corazón bien cerca de la gente.

-¿Puede haber faltado esa actitud en algún momento, en todo este tiempo?

-No, este es un gobierno que está pensando todo el tiempo en la gente, en el camino del crecimiento y la mejora de la Argentina, y no elucubrando rosqueo político.

-¿No se equivoca a veces el foco con el anuncio de medidas y su consiguiente marcha atrás, como con las compras en cuotas?

-Yo creo que tuvimos errores, sí, y algunos de los llamados no forzados. Cuando fue lo del Correo, por ejemplo, que la gente dijo ‘cómo, otra vez la corrupción’, lo hubiéramos evitado si antes hubiéramos hecho los protocolos que queríamos hacer y habíamos hablado, para los potenciales conflictos de intereses con la familia del Presidente. Ahora, esa medida que decís, se hizo con la intención de generar una baja de precios, finalmente terminó no pasando y la gente se sintió muy mal, porque sintió que se le acababa un modo de compra.

-¿No se pecó de cierta ingenuidad? Porque cualquiera decía que los precios no iban a bajar. Conociendo nuestra idiosincracia ...

-Tal vez. La verdad es que no sé si hay en algún caso ingenuidad, o creo que también uno apuesta a que exista apoyo de todos los sectores en el esfuerzo que se está haciendo.Tenemos que seguir mostrando que el país necesita de los empresarios, de los sindicalistas, de los comerciantes, una actitud. Que de alguna manera le hagan honor al esfuerzo que hace el que está en situación de pobreza o el que no llega a fin de mes.

-¿Pero no habría que hablar primero con los sectores involucrados? Antes de que asumiera el Gobierno, imaginando una gran devaluación, los precios aumentaron mucho, pero el dólar no se disparó como se preveía, y se arrancó con una inflación mucho más alta de la prevista.

-Tal cual. Pero en la medida de las cuotas, se habló con los sectores que producen bienes de consumo a grandes niveles. Lo que pasa es que después uno espera que el otro baje los precios, y es ‘si no va él, yo entonces no voy’. Hay que empezar aunque el otro no lo haga.

-El año arrancó con un nivel de conflictividad docente como hace mucho no se veía.¿Ve un interés político detrás?

-Estoy convencida de que esto es una actitud electoral, de desgastar, jorobar, lastimar al Gobierno. En otros momentos los docentes han estado en peor situación, en términos de poder adquisitivo, y no han hecho paro. En pleno año electoral la gobernadora te está diciendo lo que puede hacer. Si no sería muy fácil hacer la típica salida del populismo, recurriendo a la maquinita de impresión de billetes, y cuando inventamos la plata, otra vez aparece la inflación. Que es lo que estamos tratando de domar. En quince meses no podés arreglar 40 o 50 años de desgobierno o doce de populismo extremo. Se dejó un país que tiene 500 mil millones de pesos de agujero anual.

-En el PRO se levantaron voces contra Durán Barba, argumentando que hay demasiado marketing y poca política. ¿Coincide?

-Eso lo dijo Emilio (por Monzó), de quien soy amiga y entiendo perfecto lo que plantea. Más allá de eso, yo creo que todo el mundo es necesario. Lo es Durán Barba, porque tiene una concepción de la comunicación política moderna, del siglo XXI, que ha dado buenos resultados. Es necesario Monzó y también es muy necesaria la política territorial en la Argentina todavía, porque lamentablemente no tenemos un sistema donde el ciudadano esté empoderado al máximo.

-Usted viene hablando de la herencia que recibió el Gobierno. ¿Cuándo deja de pesar la herencia y empiezan a tallar las responsabilidades propias?

-Lo que veo es que cómo estaba el país cuando llegamos, tiene que ser el punto para explicar si esto está un poco más complicado de lo que pensábamos o si nos cuesta más una cosa que la otra. Este país requiere de una vocación mucho más solidaria, generosa y de grandeza de su dirigencia.

-El de vicepresidente ha sido un rol conflictivo. Y no faltan los que dicen que apenas toca la campanita en el Senado...

-Esta es una Vicepresidencia que acompaña al Presidente, está cerquísima de él, tiene una relación no sólo de trabajo sino afectiva. Además, el Presidente le pide cosas muy importantes, que salga a buscar inversiones al mundo. Ya he ido a siete países, he traído inversiones de los siete. La última fue Australia, con US$ 840 millones. El año pasado fueron US$ 2.500 millones. Yo me propongo rejerarquizar el Senado. Tenemos la primera oficina de Transparencia, una página Web, con toda la información desde el día uno de mi gestión. Estamos haciendo el plan nacional para la discapacidad y el tema de generación de empleos a través de artesanías textiles.

-Es una mujer política y está en silla de ruedas, dos condiciones para el prejuicio. ¿Por cuál sintió que fue más discriminada?

-Yo tengo una personalidad ... algunos dicen negadora y otros dicen resiliente. Lo mío es, frente al problema, mirar la realidad como es y con eso seguir adelante. Es muy probable entonces que haya tenido situaciones de discriminación que ni siquiera haya visto como tales. Yo habré dicho, ‘¿pucha, qué estoy haciendo mal que no me sale?’ y probablemente pasara que alguien dijera ‘esta mina, porque es mina, no la ponemos’ ... He sentido algunos hechos por mi discapacidad, eso es más duro. Cuando no era conocida y tenía que tomar un taxi, quince seguían de largo y recién el dieciséis paraba. Cuando era vicejefa de la Ciudad, el taxi seguía de largo, y cuando veía que era yo, reculaba para atrás. Pero siempre fui determinada, y si llegué hasta acá con mi fuerza y mis valores no fue para entrar en la pelea politiquera, sino para mejorar la vida de millones de personas que nunca fueron escuchados y eran invisibles a los ojos de un sistema político que sólo se miraba el ombligo.