Cadena nacional del Presidente Javier Milei
Buenas noches. En primer lugar, quiero decirles a todos los argentinos que entiendo que la situación que estamos viviendo es dura, pero también que ya hemos recorrido más de la mitad del camino. Este es el último tramo de un esfuerzo heroico que los argentinos estamos haciendo y por primera vez en mucho tiempo esta vez el esfuerzo va a valer la pena. En segundo lugar, hoy estoy aquí rodeado de nuestro equipo económico, encabezado por el ministro Luis Caputo y el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, para anunciar algo que hace tan solo unos pocos meses parecía imposible en la Argentina. En contra de los pronósticos de la mayoría de los dirigentes políticos, los economistas profesionales televisivos y petardistas tribuneros, los periodistas especializados y buena parte del establishment argentino quiero anunciar que el sector público nacional registró durante el mes de marzo un superávit financiero de más de 275.000 millones de pesos, logrando de esta manera y luego de más de casi 20 años, superávit financiero de 0,2% del PBI durante el primer trimestre del año.
Este es el primer trimestre con superávit financiero desde el año 2008, un hito que debe enorgullecernos a todos como país, en particular dada la estrepitosa herencia de la que tuvimos que hacernos cargo. Este concepto, el de superávit fiscal, que parece simplemente una definición técnica que no hace a la vida de los argentinos, no es ni más ni menos que el único punto de partida posible para terminar de una vez y para siempre con el infierno inflacionario que fue la Argentina desde la caída de la convertibilidad, con habernos convertido en el mayor de defaulteador serial del mundo y a tener la presión impositiva más alta del mundo. El superávit fiscal es la piedra angular desde la cual construimos la nueva era de prosperidad de la Argentina. Haber logrado ese superávit en Argentina, que ha tenido déficit 113 de los últimos 123 años, habiendo recibido este gobierno un déficit consolidado de más de 15 puntos del producto, entre déficit del Tesoro y déficit del Banco Central y haber ajustado 13 puntos de ese 15 en tan solo tres meses de gobierno, es lisa y llanamente una hazaña de proporciones históricas a nivel mundial.
Por esta razón, es que quiero tomarme unos minutos para explicarles a todos con qué nos enfrentábamos, cómo logramos cumplir tamaña hazaña y por qué es tan importante para la vida de todos los argentinos mantener este rumbo. He explicado en reiteradas ocasiones que cuando asumimos el enorme desafío de conducir nuestra nación encontramos un país quebrado y al borde de una hiperinflación. Teníamos un déficit de cinco puntos del producto en el Tesoro y un déficit financiero de otros 10 puntos en el Banco Central; teníamos una brecha cambiaria de casi 200 por ciento entre el dólar oficial y el dólar libre y un sobrante monetario similar al que teníamos en la previa del Rodrigazo, una de las peores crisis de nuestra historia. Sumado a esto, teníamos una deuda no reconocida con importadores por más de 50.000 millones de dólares y una deuda en pesos por el equivalente a 90.000 millones de dólares. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional estaba caído y, durante la primera semana de nuestro gobierno, la inflación venía corriendo al 1,2% diario. Es decir, asumimos el gobierno con la inflación 7600% anual, con un sobrante monetario y un Banco Central quebrado que hubiese llevado la inflación al 15,000% anual. Esto significa que asumimos el gobierno con un sobrante monetario peor al del Rodrigazo, una destrucción del balance del Banco Central peor que la hiperinflación del 89 e indicadores sociales peores a los de las crisis del año 2001, lo cual significa que nos enfrentábamos a la peor crisis de la historia de nuestro país.
Por eso, desde que asumimos nos enfocamos en dos cuestiones esenciales. En primer lugar, dijimos que la causa de todos los males en la Argentina era el déficit fiscal, ya que producto de la obsesión de los políticos argentinos por gastar lo que no tenemos y agotando las fuentes de endeudamiento y la suba de impuestos, recurrían a la emisión monetaria, que es la única y probada causa de la inflación. Tomamos el toro por las astas y anunciamos desde el primer día que con nosotros se acababa el déficit y, en consecuencia, se acababa la emisión monetaria y la inflación. En segundo lugar, dijimos que dada la gravedad de la situación que habíamos heredado los argentinos no teníamos tiempo para un nuevo experimento gradualista y avanzamos en el programa de estabilización de shock más ambicioso de nuestra historia. Así es como hemos logrado alcanzar el superávit financiero en tan solo un mes de gobierno, un hito que no tiene parangón en la historia del mundo occidental. Hoy podemos afirmar sin lugar a dudas que, pese a la oposición de buena parte del establecimiento económico y político de la Argentina, pese a quienes sistemáticamente ponen en cuestionamiento nuestras ideas y pese a quienes directamente pregonan por nuestro fracaso para volver al poder, el gobierno tenía razón y nuestro plan está funcionando.
Este milagro económico que ha sido lograr superávit y financiero trimestral luego de casi 20 años, habiendo recibido la herencia que recibimos, responde, a diferencia de lo que suelen afirmar los que quieren el fracaso de este gobierno, en enorme medida a lo que durante la campaña llamamos “motosierra” y no como dicen algunos a la licuación del gasto público, método que históricamente se ha utilizado en nuestro país. De los cinco puntos del déficit del Tesoro que hemos ajustado solo 0,4% responde a la pérdida del poder adquisitivo de las jubilaciones, pérdida producida por la nefasta fórmula de movilidad de Alberto Fernández que quisimos modificar en la Ley Bases y que luego tuvimos que modificar por DNU, frente a la falta de voluntad de algunos sectores políticos. El restante 4,6% de ajuste que hemos logrado se debe íntegramente al recorte del gasto público que la política utilizaba indiscriminadamente para comprar voluntades. Una práctica inmoral que explica buena parte el fracaso económico de las últimas décadas. Haber logrado el superávit de la manera que lo hicimos, es decir priorizando el recorte del gasto y no la licuación del mismo, es extremadamente importante porque les da sostenibilidad a las cuentas públicas, y porque por primera vez en mucho tiempo no se le traslada el costo del ajuste a toda la población argentina, sino solamente aquellos que fueron beneficiados por el modelo empobrecedor del pasado.
Para mencionar algunos ejemplos, destacamos la reducción del 76% de las transferencias discrecionales a las provincias, un sistema tóxico con el que el poder central repartía recursos de todos los argentinos a unos pocos que se sometían a la voluntad del gobierno nacional. También una reducción drástica del 87% en la obra pública, históricamente vinculada al festival de corrupción que ha sido la Argentina los últimos 20 años, donde se gastaba dinero de los contribuyentes en rutas que no conducían a ningún lado o en obras que se inauguraban cinco veces y nunca se terminaban. En nuestro modelo, las obras de infraestructura pasarán a ser financiadas por el sector privado, de manera tal que efectivamente tendremos las obras que los argentinos necesitamos, evitando que ese dinero termine en los bolsillos de los políticos o sus amigos contratistas del Estado. Además de estas medidas, hemos reducido la estructura del Estado, eliminando el 50% de los cargos políticos, cerrando organismos innecesarios que se usaban para perseguir a quienes pensaban distinto. También eliminamos la pauta publicitaria, como habrán notado por la reacción de los medios, que con otras medidas redundaron en una reducción del 22% de los gastos de funcionamiento del Estado. Es decir, a diferencia de lo que muchos afirman, no solo ha sido posible terminar con el déficit fiscal, sino que lo hemos hecho de una manera que es económicamente sustentable y moralmente deseable, ya que por primera vez en la Argentina no pagan justos por pecadores. El superávit fiscal que hemos logrado sin olvidarnos de aquellos sectores postergados que han sido las principales víctimas del modelo empobrecedor, por eso es que hemos aumentado, entre otros, un 500% del Plan Primeros mil días que beneficia 70.000 mujeres embarazadas; incrementamos en un 311% la Asignación de ayuda escolar llevándola a $70.000; hemos duplicado la Asignación Universal por Hijo, incluyendo el aumento del 27% en el mes de marzo; duplicamos la Tarjeta Alimentar, que es una asistencia que llega en forma directa a 3,8 millones de personas; aumentamos un 75% la ayuda para los comedores, acompañado de medidas para garantizar la transparencia, eliminar a los intermediarios y terminar con los gerentes de la pobreza. Y lanzamos un sistema de vouchers educativos para asistir a aquellas familias que envían a sus hijos a establecimientos que reciben subvención estatal.
Todo esto fue logrado contra infinitos diagnósticos ominosos que se dieron cuando presentábamos nuestro programa en diciembre. Decían que hacer un ajuste de más de un punto del PBI era imposible, que tener déficit cero en el primer año era imposible. Bueno, nosotros estamos haciendo posible lo imposible, incluso con la mayoría de la política, los sindicatos, el periodismo y buena parte de los actores económicos en contra. Y lo estamos haciendo, incluso, contando con márgenes de maniobras acotados, producto de que el Congreso no le ha dado todavía a este gobierno las herramientas con las que todas las administraciones pasadas contaron. Este resultado fiscal no es solo un número en una tabla del Ministerio de Economía, sino la garantía de un camino sostenible y consistente para terminar con la inflación para siempre en la Argentina. No es casualidad que la inflación se esté desplomando y todos los meses el número de inflación sea menor al esperado. Particularmente en el mes de marzo, que en teoría iba a ser el mes más difícil para las cuentas públicas.
El dato tal vez más acabado que muestra lo acertado de nuestro rumbo es que asumimos con una inflación mayorista mensual del 54% en diciembre, que en términos anualizados implicaba 17.000 por ciento anual y que hoy se encuentra en torno al 5% mensual. Sabemos que todavía queda mucho camino por andar, pero no hay ningún secreto: si el Estado gasta más de lo que recauda y financia este faltante con emisión monetaria, entonces habrá inflación. Esto es ley de la historia. Si el Estado no gasta más de lo que recauda y no recurre a la emisión no hay inflación. No es magia. Estos son conceptos que ya han sido largamente demostrados a lo largo de la historia de la humanidad y que en la Argentina se rechazan por una razón muy simple: los políticos quieren gastar mucho porque son los principales beneficiarios de ese gasto. Eso con nosotros se ha terminado. Para nosotros la única tarea del Estado es proteger la vida, la libertad y la propiedad de los argentinos, para que cada uno pueda ser arquitecto de su propio destino.
El requisito fundamental para lograr ese objetivo es garantizar un orden económico sano y estable. Esos son los cimientos sobre los que se construye el resto del edificio. Un orden económico estable para que los argentinos se asocien, entablen contratos, compren, vendan, trabajen y comercien libremente. O sea, para que puedan hacer un ejercicio pleno de su libertad y llevar adelante su proyecto de vida. Una economía estable para que los argentinos puedan ahorrar y proyectar sus vidas porque saben que nadie les quitará el fruto de su trabajo. Una economía estable con un sistema de precios libres, con señales claras para que quienes emprendan o lleven adelante una actividad económica puedan planificar e invertir, porque confían en que les va a ir bien. Esa es la tarea del Estado: generar las condiciones básicas para que la sociedad y la actividad privada florezca. Por eso, quiero aprovechar para decirles a todos aquellos que esperan que la salida venga de la mano del gasto público, a todos aquellos, tanto en el mundo de la política como del establishment económico, que creen que estos éxitos son coyunturales y que eventualmente tendremos que empezar a aumentar el gasto, quiero decirles que eso nunca va a ocurrir en nuestro gobierno. Porque para nosotros la inflación es un robo y el déficit fiscal es la causa de la inflación. Por lo tanto, el déficit cero no es solo una consigna de marketing para este gobierno, sino que es un mandamiento.
Esto quiere decir que cada peso que le sobre al Estado Nacional, lejos de aumentar el gasto, será devuelto los argentinos a través de reducciones de impuestos. Vamos a promover una dinámica de ahorro y reducción de impuestos hasta que la Argentina tenga un nivel de gasto público y presión impositiva acorde al de un país que necesita crecer. Porque la única manera de sacar al 60% de los argentinos de la pobreza es con crecimiento económico, no hay otra manera. Un proceso de crecimiento que está caracterizado hoy por tres etapas: una primera que vendrá determinada por la combinación de sectores que se expanden por la corrección de precios relativos, como son la minería, el petróleo, el gas y el campo, junto a la recomposición de los salarios reales que hoy ha empezado a tomar lugar de la mano de una menor inflación. Por otra parte, la baja capitalización de la economía fruto de 20 años de un populismo empecinado en destruir al capital genera oportunidades de inversión de muy alto retorno. Finalmente, la retracción del fisco implica devolverle al sector privado 15 puntos del PBI en forma de ahorro que permitirá financiar la inversión que generará crecimiento económico genuino, el cual se verá fuertemente multiplicado en la medida que el Congreso nos acompañe en el programa de reformas estructurales, como ser el caso de la Ley Bases. Por lo tanto, no esperen la salida de la mano del gasto público. La era del supuesto Estado presente ha terminado, ha sido un fracaso estrepitoso que ha sumergido al 60% de la población en la pobreza y nunca más vamos a volver a eso.
La salida vendrá de la mano de la inversión del sector privado y del crédito, financiado genuinamente por el ahorro, porque esa es la única manera sostenible de crecer. Ahí radica el secreto del éxito de todos los países desarrollados del mundo. Un Estado que vela por la vida, la libertad y la propiedad de los individuos y un sector privado pujante que arriesga, apuesta por el país y genera riqueza. Quiero cerrar estas palabras destacando la enorme tarea que está llevando adelante nuestro equipo económico, liderado por Luis Caputo y Santiago Bausili, que teniendo todo en contra decidieron poner el pecho para intentar sacar este país adelante, motivados únicamente por el patriotismo de saber que las decisiones las toman los que dicen presente. Estos hombres que tengo a mi lado, estos patriotas que tenían un país prendido fuego por delante, no solo no le dieron la espalda, sino que corrieron hacia el fuego para intentar ayudar a sus compatriotas. Mientras otros huían, ellos corrían hacia el fuego. Mi gratitud y reconocimiento para ellos.
Para finalizar, quiero decir que nada de todo esto podría ser posible sin el esfuerzo heroico de la mayoría de los argentinos que están sufriendo, pero que saben que este es el único camino posible si queremos un futuro mejor para nuestros hijos. No hay día que pase que no me asombre a mí y a todos los que nos acompañan, la entereza con la que los argentinos están enfrentando este desafío. No hay alternativa más que rendirse a los pies de un pueblo que ha decidido abandonar la esclavitud y a emprender el largo camino por el desierto hacia la tierra prometida, con el compromiso de que quienes formamos parte de este gobierno vamos a dejar la vida para sacar este país del infierno que hemos recibido. Muchas gracias, que Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen.