Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el acto oficial por el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, desde el Museo del Holocausto, CABA

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Palabras del Presidente de la Nación, Javier Milei, en el acto oficial por el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto, desde el Museo del Holocausto, CABA

En primer lugar, quiero comenzar por agradecer al presidente del Museo del Holocausto, Marcelo Mindlin, por invitarme a decir unas palabras en esta fecha que está cerca de nuestro corazón. Lo considero un honor. Quiero agradecer a todos a quienes acaban de compartir conmigo esta ceremonia, y también saludar a todos los aquí presentes.

Como todos saben, la mayoría habrá vivido en carne propia, es tradición en los casamientos judíos, que el novio rompa bajo su pie una copa de cristal. Pisando la copa, se recuerdan las dos destrucciones del Templo Sagrado de Jerusalén: la primera hace 2.600 años a manos de los babilonios, la segunda 600 años después producto de la opresión del yugo romano.

En el contexto de una boda, una de las grandes alegrías en la vida de una persona, los protagonistas y los invitados recuerdan un hecho trágico en su historia: la destrucción de su ciudad y de la casa de Dios, el símbolo de su pueblo, a manos de la barbarie invasora. Es francamente una imagen conmovedora. Habiendo atravesado tanto dolor, eligen recordarlo en el momento en el que se celebra el inicio de una nueva familia judía. Sobre los escombros, sobre las ruinas, sobre lo destruido, se vuelve a construir un testimonio de la fortaleza y de la esperanza. Esta tradición expresa lo que considero una de las cualidades más admirables de la comunidad judía: la resiliencia, la cualidad de enfrentar la adversidad, de resistir la opresión, de recuperar la fuerza y de volver a florecer.

Hoy conmemoramos la memoria de las víctimas del Holocausto, una de las atrocidades más grandes de las que se tenga memoria contra el pueblo judío y contra la humanidad toda. Una atrocidad con sobrevivientes que están hoy entre nosotros, que, tras soportar la segregación, la discriminación e incluso el horror de los campos de concentración, vinieron a la Argentina buscando rehacer su vida lejos de la persecución y el dolor.

Hoy, además de honrar las víctimas que ya no están, tenemos la suerte de poder escuchar a los sobrevivientes que albergamos en nuestro país, que son un testimonio de fortaleza y esperanza. Sus historias de vida son ejemplos y nos dictan el imperativo moral de mantener viva a la memoria y velar para que atrocidades como estas no se repitan nunca más.

La Argentina, durante mucho tiempo, fue un refugio y un lugar de destino para todos los pueblos perseguidos del mundo. En la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, cuando en distintos lugares de Europa y del mundo la gente era castigada por el hambre, la inestabilidad y la opresión, cientos de miles miraban al otro lado del océano y soñaban con una vida en la Argentina. Sabían que del otro lado del Atlántico los esperaba un país tolerante con la diversidad, pujante y repleto de oportunidades; un país con las puertas abiertas que ya había acogido a millones de inmigrantes de distintos orígenes, escapándose de la injusticia y de la persecución, y buscando ellos mismos la promesa de un futuro próspero. Sabían que del otro lado del Atlántico los esperaba un lugar para empezar de nuevo. Eso fue la Argentina por mucho tiempo, y nosotros nos enriquecemos producto de esa diversidad.

Cada pueblo aportó sus cualidades, sus virtudes, su capacidad y su talento, y el resultado fue una sinergia que durante décadas nos enriqueció a todos los argentinos. La comunidad judía argentina fue y es una de las protagonistas de este proceso. Y hoy nos honra que la Argentina tenga una comunidad judía más grande de Latinoamérica y entre las 10 más grandes del mundo.

Este nuevo gobierno tiene la vocación de volver a convertir a la Argentina en un país libre y pujante, un país que vuelva a ser visto con esperanza y admiración. Un país que vuelva a ser un lugar de destino, que pueda acoger una vez más a quienes huyen del yugo de la opresión y solo buscan paz y la posibilidad de prosperar, como lo hizo con el pueblo judío.

Además de ser importante para mí, por tratarse de mi primera participación como presidente, el Día de la Memoria de las Víctimas del Holocausto tiene este año un significado de especial relevancia para la comunidad judía argentina, la comunidad judía global y para todo el mundo libre. El Holocausto y los nazis no son algo del pasado. Los hechos de violencia aberrante ocurridos en Israel el último 7 de octubre son atroces e imperdonables. Desde el Holocausto, no ocurría el asesinato coordinado de tantos judíos en masa en un mismo día, en un contexto global del resurgimiento del antisemitismo, tenemos que ser firmes en nuestra posición de intransigencia con el terrorismo y no mirar para otro lado.

Durante los primeros años del Holocausto, muchos países del mundo libre le dieron la espalda al pueblo judío. Las potencias del mundo se mantuvieron inertes mientras los nazis promulgaban leyes antisemitas y segregacionistas, y comenzaban a poblar los campos de concentración. Inclusive, le cerraron las puertas a judíos exiliados que tenían que elegir entre el exilio o la tortura. Hoy, muchos países del mundo libre se arrepienten de aquella actitud de silencio frente a las atrocidades de los nazis. Para que la historia no se repita, nosotros, quienes defendemos la libertad, tenemos la obligación de que eso no vuelva a ocurrir. Sin embargo, muchos países reinciden en el mismo silencio, un silencio que aturde. Argentina no silencia frente al terror de Hamas y exige la liberación inmediata de todos los civiles secuestrados, incluidos nuestros once compatriotas.

En mi mandato, me comprometo a continuar trabajando con las organizaciones de la comunidad judío-argentina para lograr una sociedad más respetuosa de la diversidad cultural y religiosa. Me comprometo también, a fortalecer nuestro vínculo diplomático, comercial y de amistad con el Estado de Israel. De hecho, en las próximas semanas estaré viajando a la Tierra Santa, en la que constituirá un nuevo capítulo en la fraternidad entre nuestras dos naciones. Y también, en el marco de los 30 años del atentado a la AMIA, me comprometo a seguir trabajando para apoyar la justicia y poner fin a la impunidad que rodea este crimen aberrante y a la tragedia del atentado a la embajada de Israel.

En este día de conmemoración y memoria, honramos a las víctimas sobrevivientes de la Shoá y ratificamos nuestro compromiso en la defensa de la libertad y el rechazo al antisemitismo. Este museo no se trata del pasado. Gracias a este museo y este acto, construimos el presente y proyectamos un futuro de esperanza. Shalom y libertad. Muchas gracias.