Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la sesión de Debate General del 78 Período de Sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, Estados Unidos

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Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la sesión de Debate General del 78 Período de Sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York, Estados Unidos

Buenas tardes Señor Presidente.

El mundo está sometido a un tiempo de cambio, una nueva era asoma mientras la humanidad todavía sobrelleva los efectos de una pandemia que acabó con la vida de 15 millones de personas, dejando al descubierto la desigualdad que enfrentamos. Mientras tanto la crisis climática somete a nuestro planeta a todo tipo de clemencias: ciclones, tornados inesperados, inundaciones, extensas sequías, acaban afectando a millones de seres humanos en todas las latitudes del planeta. Todo sucede mientras una guerra se prolonga llevándose consigo más vidas humanas y desatando una crisis energética y alimentaria de tremendas proporciones.

Cuando todas estas calamidades se suceden asistimos a una revolución tecnológica que nos asombra, la robotización y el acelerado proceso de la instalación de la inteligencia artificial nos obliga a repensar la educación, los procesos productivos y la preservación del trabajo. Cómo ser capaces de enfrentarnos a semejantes cambios y de armonizar intereses en este nuevo escenario en el que hemos quedado parados Ese es el verdadero desafío que hoy enfrentamos.

Al hablar ante esta Asamblea- confieso- me siento en la obligación de expresarme con absoluta franqueza. Los problemas del mundo exigen soluciones. Ya usamos mucho tiempo diagnosticando los problemas; no podemos seguir hablando de los problemas mientras estamos caminando en una cornisa. Los riesgos de perpetuar este presente son muy altos.

Hemos transitado la mitad del camino hacia el cumplimiento de la agenda 2030 sabiendo que, como señaló CEPAL, tal vez solo una cuarta parte de las metas que nos propusimos podremos alcanzarla en ese año del 2030.

Esta falta de percepción de un mejor futuro siembra desazón en un mundo que quiere desarrollarse y en el que habitan las personas más pobres y vulnerables del planeta.

Es imposible querer alcanzar un futuro equitativo promoviendo la continuidad de las mismas lógicas que han generado la desigualdad en la que vivimos.

La ingeniería financiera internacional se muestra abusiva, y está intacta. ¿Cómo concretar un desarrollo sostenible sin un financiamiento que ayude a hacerlo?

El sistema financiero internacional no demuestra voluntad de adaptarse a un mundo que requiere recobrar la equidad que ha perdido. Por el contrario, solo busca imponer las mismas políticas ortodoxas que profundizaron la desigualdad y la miseria que hoy ve el mundo.

La arquitectura financiera mundial solo sirve para concentrar el ingreso en muy pocos y para marginar a vastas regiones del mundo. Apuestan a la especulación antes que al desarrollo, propician la mano de obra barata, antes que la dignidad del trabajo.

Ya no hay más tiempo para seguir hablando, es hora de promover la justicia social en el mundo.

El FMI no puede subir sus intereses cada vez que la Reserva Federal Americana sube sus tasas para contener la inflación de su país. No puede hacerlo, pero lo hace. Y en ese contexto, resulta vergonzoso que aún hoy apliquen sobrecargos a muchos países a los que ya se les vuelve insoportable cargar la mochila de la deuda externa. Irónicamente, el FMI financia a Ucrania en medio de la guerra, y en medio de esa guerra le aplican sobrecargos a los intereses que le cobran. ¡Qué disparate!

Necesitamos un nuevo marco del tratamiento de las deudas soberanas, que tenga como norte el desarrollo con justicia social. La experiencia muestra que cuando se asfixia un pueblo con la eterna condena del endeudamiento sus fuerzas fenecen, las crisis sociales se potencian y las deudas se vuelven incobrables.

Estamos frente al reto de alimentar a una población mundial creciente en condiciones climáticas críticas; las sequías o las inundaciones, los tornados o el granizo. Todo afecta la producción o el suministro de alimentos. Lo sabemos por experiencia propia, la Argentina perdió más del 20 % de sus exportaciones debido a la peor sequía de los últimos 100 años. Quedaron pulverizados, nada más y nada menos, que tres puntos del Producto Bruto Interno de Argentina.

Todos sabemos hoy que un mercado internacional de alimentos intoxicado por la especulación financiera solo facilita una mayor renta para unos pocos e inestabilidad y miseria para millones de seres humanos.

Para encontrar una solución de largo plazo al problema de la seguridad alimentaria es crucial que haya un sistema de comercio internacional de productos agrícolas más justo, más transparente, más equitativo y más previsible. Debemos eliminar las distorsiones producidas por subsidios, y debemos prohibir que los alimentos sean objeto de esa especulación financiera. Ambas cosas desalientan las inversiones necesarias para aumentar la producción que ayude a satisfacer la creciente demanda mundial de alimentos.

La Argentina considera al multilateralismo como la mejor herramienta para encontrar soluciones compartidas a los problemas comunes. Reflejan nuestra vocación de actuar solidariamente y cooperar en la búsqueda del bienestar colectivo.

Las propuestas hegemónicas solo han servido para potenciar la desconfianza, al impulsar carreras armamentísticas, y limitar las posibilidades de cooperación económica y científico tecnológica.

En la actual coyuntura, como sabemos, confluyen los efectos provocados por más de una década de crisis acumuladas que abarcan los efectos del colapso financiero del 2008, hasta llegar a la guerra desatada por Rusia al ocupar territorio ucraniano.

Los efectos de esa guerra están a la vista. Además de las terribles consecuencias en términos humanitarios, la disputa bélica está generando niveles históricos de inflación a escala planetaria, con especial impacto en el precio de los alimentos y en el precio de la energía.

Este presente registra también tensiones menos atendidas por la opinión pública, pero que afectan profundamente la paz internacional. A modo de ejemplo de lo que destaco, permítanme señalar los bloqueos de Azerbaiyán en el corredor de la China, que vienen provocando una crisis humanitaria que castiga nuevamente, a parte del pueblo armenio. Precisamente hoy, mientras esta Asamblea se celebra, las noticias dan cuenta que Azerbaiyán desató operaciones militares con el propósito de tomar el control de Nagorno Karabaj.

La comunidad internacional no puede quedar pasiva ante semejante realidad, debe actuar preventivamente para evitar nuevas persecuciones étnicas, raciales, religiosas o políticas. Como siempre lo hemos hecho, seguimos reclamando a las partes que encuentren en la cordura la paz que los convoque. Y reclamándoles a los organismos multilaterales que recuperen la fortaleza que parecen haber perdido para hacer valer las reglas internacionales.

Los países del sur global hemos compartido históricamente muchas miradas sobre el sistema internacional y sobre la responsabilidad, que les cabe a los organismos multilaterales, en materia de desarrollo, de paz y seguridad global, cooperación y descolonización.

Represento un país, que este año, celebra 40 años de la recuperación de la democracia, un país que aprendió, de su pasado histórico a decir: “Nunca Más” a las violaciones a los derechos humanos y que ha promovido – como política de Estado – el derecho a la memoria, a la verdad y a la justicia. Y estamos orgullosos de estás cuatro décadas de democracia ininterrumpida, en los que la promoción y protección de los derechos humanos han sido parte fundamental del camino transitado.

Hoy, UNESCO declaró Patrimonio Mundial al Museo Sitio de Memoria ESMA, un centro clandestino de detección, tortura y exterminio, en que la dictadura perpetró su mayores atrocidades. Preservando activa la memoria, que quieren ocultar los negacionistas evitaremos que ese dolor se repita. Frente a esos delitos de lesa humanidad nuestra salida no fue la venganza, fue la justicia. Justamente porque conocemos el horror, que implica la desaparición de 30.000 seres humanos, aprovecho esta oportunidad para reiterar el llamado a adherir a la Convención Internacional para la Protección de Personas contra las Desapariciones Forzadas. Necesitamos más Estados comprometidos para que este crimen sea completamente erradicado.

El desafío, que tenemos por delante, es consolidar y avanzar en la agenda de derechos, lo que significa lograr democracias con mayor equidad, igualdad, entre sus ciudadanías. Los derechos humanos son integrales y no admiten ningún tipo de regresividad, pues si hay regresión ganan los cultores del autoritarismo y proliferan los discursos del odio. Así las democracias se deslegitiman y la crisis de representación, que se genera, termina poniendo en jaque la institucionalidad del Estado de Derecho. Preservar el Estado de Derecho es una mirada compartida, en todo nuestro continente.

Por eso vemos con preocupación lo que está sucediendo, en Guatemala, y la comunidad internacional debe activar los mecanismos pertinentes, que garanticen el respeto al veredicto popular.

La crisis climática es una realidad, que ha modificado las temperaturas y los fenómenos atmosféricos, en todo el mundo, imponiendo restricciones, imponiendo obstáculos al desarrollo. Resulta imperativo resolver el problema – sin más dilación – dejando los discursos de lado y aplicando una arquitectura de financiamiento ambiental multilateral justa, transparente, equitativa y basada en el principio de responsabilidades comunes, pero diferenciadas.

La Argentina reafirma su compromiso, en materia de igualdad de género y diversidad, como una condición indispensable para el crecimiento y el desarrollo sostenible, a nivel nacional e internacional, con un enfoque de derechos humanos.

Hemos desarrollado marcos normativos y políticas públicas para la promoción de la igualdad de todas las mujeres y diversidades. En la actualidad, nuestro país se encuentra ejecutando el Plan Nacional de Igualdad, en la Diversidad.

Como parte de esa vocación integracionista, plasmada en el MERCOSUR y en la UNASUR, en estos cuatro años, nos hemos propuesto retomar una senda de integración con América Latina y el Caribe y fortalecer el diálogo con todos nuestros socios, a través de la concertación política, con un enfoque solidario y cooperativo.

Como alguna vez fue la construcción de la Unión Europea, las distintas instancias de integración de América Latina y el Caribe, son un patrimonio que la región aporta a la humanidad en busca de paz, de cooperación y de justicia.

Nuestra región se encuentra frente a una oportunidad histórica, pues cuenta con la energía y los alimentos que el mundo demanda; nuestro desarrollo depende de que tengamos la capacidad de aprovechar esos recursos. Es preciso que trabajemos conjuntamente para llevar a cabo obras de infraestructura, que nos permitan competir industrialmente, desde nuestra región.

La Argentina – señor Presidente – condena el terrorismo en todas sus formas y manifestaciones. Sus actos constituyen una amenaza a la paz, a la seguridad internacional y a la dignidad humana. El terrorismo debe combatirse, en el marco del Estado de Derecho, y del pleno respeto al derecho internacional. La Argentina ha ratificado su compromiso con la Convención Interamericana contra el Terrorismo y con la mayoría de los instrumentos internacionales, en materia de terrorismo, tratando de desarrollar todas las medidas, allí contenidas, como la vía más eficaz para acabar con esa amenaza.

Por nuestra parte, seguimos luchando contra la impunidad, investigando los atentados que sufrimos, en 1992, en la Embajada de Israel, en la Ciudad de Buenos Aires, y en 1994, en la sede de la AMIA, que cobraron la vida de 107 personas y dejaron centenares de heridos. Queremos que los responsables de tan atroces ataques sean identificados, juzgados y condenados. Una vez más instamos a la República Islámica de Irán, a que coopere con las autoridades judiciales argentinas para poder avanzar en la investigación del atentado contra la AMIA. También exhortamos a la comunidad internacional toda a que nos acompañen en nuestra lucha evitando recibir o cobijar a cualquiera de los implicados, aún cuando gocen de inmunidad diplomática. Debemos recordar que sobre ellos pesan solicitudes de captura internacional y alertas rojas de INTERPOL.

La Argentina se opone firmemente – señor Presidente – a la utilización de medidas unilaterales de coerción y a la adopción de prácticas comerciales discriminatorias. La perpetuación del bloqueo contra Cuba es inadmisible. Año tras año esta Asamblea General reclama – por una abrumadora mayoría – la necesidad de poner fin, a dicho bloqueo. Asimismo, solicitamos, una vez más, la exclusión de Cuba de la lista de países que – supuestamente – patrocinan al terrorismo internacional. Del mismo modo, deben cesar de inmediato las sanciones impuestas, por los Estados Unidos, a Venezuela, pues su prolongación en el tiempo sólo lastimó las condiciones de vida para sus habitantes, para los venezolanos y condujo al exilio a millones de ellos que emigraron de su Patria buscando una vida mejor.

Quiero reafirmar, también, los legítimos es imprescriptibles derechos de soberanía de la República Argentina, sobre las Islas Malvinas, Georgia del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes, que forman parte integrante del territorio nacional argentino y se encuentran ocupadas – ilegalmente – por el Reino Unido, desde hace casi dos siglos. De conformidad con las resoluciones, de esta Asamblea General y su Comité Especial de Descolonización, la forma de resolver la situación de las Islas, es a través de la negociación de soberanía, entre Argentina y el Reino Unido. Lamentamos que el Reino Unido continúe rehusándose a reanudar las negociaciones. Cuestionamos que siga desarrollando actividades unilaterales de exploración y explotación de recursos naturales del área, contradiciendo así la resolución 31-49, de de esta Asamblea. Así también cuestionamos su presencia militar en el Atlántico Sur, una región de paz.

La Argentina mantiene un firme compromiso con la solución pacífica de esta anacrónica situación colonial. Hemos propuesto, al Reino Unido, una renovada agenda bilateral sobre el Atlántico Sur, que supone un proceso formal de diálogo que incluya, por supuesto, la cuestión vinculada a la reanudación de las negociaciones sobre la soberanía. También expresamos nuestra disposición a continuar con las tareas de identificación de los ex combatientes, muertos en las Islas, en el marco de las obligaciones que surgen del Derecho Internacional Humanitario y en aras de brindar respuesta y consuelo a las familias de los soldados que allí cayeron. Lamentablemente, el Reino Unido rechazó nuestra propuesta. No obstante ello, la Argentina reitera su pedido al Secretario General para que, en el marco de los buenos oficios, redoble sus esfuerzos para acercar a ambas partes a la mesa de negociaciones.

El lema de la Agenda 2030 es que nadie quede atrás; que nadie pierda para siempre el camino de la justicia y el desarrollo. Estamos convencidos de que es un noble objetivo que vale para los individuos y vale para los pueblos. Pero - por favor - no lo convirtamos ese objetivo, ese incentivo en letra muerta. Después, el arrepentimiento no sirve nada, el arrepentimiento no repara las vidas estropeadas, las vidas sin futuro, y mucho menos devuelve las vidas perdidas.

Muchas gracias. (APLAUSOS)