Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en el anuncio de la construcción del Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos, desde San Miguel, provincia de Buenos Aires.

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Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en el anuncio de la construcción del Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos, desde San Miguel, provincia de Buenos Aires.

¡Muchas gracias! ¡muchas gracias!

Es una mezcla, ¿no? estos actos son una mezcla; son una mezcla del enorme dolor por la tragedia que se dio en lugares como este; donde los asesinos se jactaban de ser tal cosa, donde se llevaban la vida de muchos inocentes, donde se abusaban de aquellos a los que sometían privándolos de la libertad.

Es un momento también de paz espiritual porque, finalmente, 47 años después no nos olvidamos; 47 años después seguimos reclamando verdad, justicia; 47 años después seguimos poniendo en valor la memoria colectiva respecto de lo que nos pasó.

Yo la escuchaba a Iris recién, tremenda su experiencia, tremenda; como cada vez que uno escucha la experiencia de las víctimas; si uno es un ser humano de bien solo puede sentir que su espíritu y alma se estruja, escuchando semejantes cosas.

Y la verdad que yo estoy muy feliz de que cumplamos 40 años de democracia, enormemente feliz; porque mi generación soñaba como una utopía esa democracia y parecía muy difícil de lograr porque vivimos la tragedia de esa dictadura tan cruel, que empezó el 24 de marzo del ´76. Y que pudo hacer lo que hizo por muchas causas, en gran medida por la complacencia de la sociedad que guardo silencio; en gran medida por los medios de comunicación que nunca hicieron el mea culpa de decir: “que mal, como nos callamos”; en gran medida porque tuvieron los jueces necesarios que convalidaban y avalaban las barrabasadas y las atrocidades que hacían.

Y todo esto me parece que es lo que estos sitios de la memoria nos obligan a reflexionar; nos obligan a reflexionar para decir: “nunca más”; para que aquel “nunca más”, que fue el final de la acusación a los jefes de los genocidas, se convierta en un compromiso moral y ético de todos y cada uno de nosotros en la Argentina. Porque aún hoy en la Argentina hay quienes cuestionan si lo que estamos viendo es verdad, porque aún hoy en Argentina piensan que el tema de los Derechos Humanos es un negocio de alguien; pero las cámaras no tendrían que enfocarme a mí, tendrían que mostrar estos aviones; porque de esos aviones tiraban hombres y mujeres al mar como método de eliminación física, ahí los tienen. Esto no es una publicidad, esto no es una mentira.

Cada vez que uno escucha en aquellos años en que empezaron los juicios a los comandantes y uno escuchaba los testimonios y se sobrecogía escuchando lo que contaban; nosotros necesitábamos que esos testimonios retumben todos los días en la cabeza de los argentinos, y necesitamos que vean esos aviones porque no era mentira que eran capaces de tirar gente viva de los aviones para hacerlos desaparecer de la faz de la tierra.

Acá nosotros estamos poniendo en valor la memoria desde un lugar ético, desde la ética del estado de derecho, para que nunca más alguien se anime a hacer algo semejante a esto; a lo que vivió “Cacho Scarpati, a lo que vivió Iris, a lo que padeció su hijo, a lo que padecieron 30 mil detenidos y desaparecidos; que uno está por acá y siente que sus almas nos reclaman: “no se olviden, sigan haciendo justicia, sigan haciéndolo pagar a los culpables el daño que han causado”.

Yo tuve un triste privilegio; no, no sé si un triste privilegio, tuve un gran privilegio; que fue ser el único testigo en que Néstor decidió cambiar la lógica que la Argentina venía siguiendo cuando el tema de Derechos Humanos era un tema todavía en debate.

Habíamos asumido el Gobierno, todavía estaba en discusión si la Ley de Obediencia Debida y Punto Final era Constitucional o no, la Corte no se expedía. Volvíamos de un viaje de Estados Unidos y en el avión –a 10 mil pies de altura- recibimos un llamado del entonces ministro de Defensa, José Pampuro, que nos decía: que Baltazar Garzón -que estuvo hasta ayer con nosotros…, va a marchar, se va a quedar y va a marchar mañana-, Baltazar Garzón pedía la detención de 46 oficiales, a máxima jerarquías; precisamente, en una causa vinculado al vuelo de la muerte. Y entonces volví y le expliqué a Néstor lo que estaba pasando porque también la democracia, hasta entonces, había hecho lo necesario para impedir que eso avance, que las investigaciones avancen; porque la Ley de Obediencia y Punto Final era mecanismos amnistía para exonerar de responsabilidad a los oficiales y suboficiales de menor rango, pero tal vez más feroces, más tremendos, más capaces de someter a las víctimas a las peores torturas; los ejecutores directos de la barbarie, después había un indulto y la duda que existía en el derecho argentino era, bueno, pero todas estas cosas han causado estado y la verdad es que alguien puede alegar la ley más benigna invocando cualquiera de estas normas y entonces se hace difícil poder avanzar.

Hablamos un minuto con Néstor, estábamos los dos en el despacho del Tango 01, por eso digo que tengo ese enorme privilegio y puedo contarlo un día como hoy, también en memoria y recordación de Néstor que tanto hizo por esto que les estoy contando. (APLAUSOS); como buen abogado penalista le ponía todos los obstáculos que encontraba para ver cómo podíamos sortearlos; (INAUDIBLE), recuerdo bien, perfectamente, que Néstor se volcó en el asiento, miró por la ventanilla; era noche, solo se veía un cielo negro; no sé cuantos segundos pasaron, si 10,15,20 segundos, no lo sé, pero fue un ratito; y volvió y me dijo; mira, Alberto, cuando volvas, llama a los presidentes de nuestros bloques y deciles que tiene que anular, que el Congreso debe anular las leyes de Obediencia debida y Punto Final. (APLAUSOS). Ocúpate que lo del Gobierno es un decreto de De la Rúa que prohíba la extradición de personas involucradas en violación a derechos humanos ocurridos entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983, ocúpate de derogar eso”, eran todas las normas, eran todas las normas que yo le había planteado a Néstor que eran impedimentos, y me dijo finalmente “vamos a derogar los indultos, si el indulto es una facultad presidencial vamos a derogarlo”. Yo les confieso, alguno de ustedes debe ser abogado también como yo, era todo innovador, era todo audacia, como vio mi cara, Néstor, casi perpleja, tratando de decir “cómo hacemos todo eso”, me dijo la frase que nunca me voy a olvidar, me dijo “Alberto: probamos con el olvido y no funcionó; probamos con el perdón y no tampoco funcionó: probemos con la Justicia, es la hora de la Justicia”. (APLAUSOS)

Yo cuento esa historia, la he escrito en un libro que escribí por el año 2011, alguna vez Mario Wainfeld también la rescribió porque me lo preguntó y la conté, y mis amigos más cercanos me la me la han escuchado contar muchas veces, porque hay un punto de quiebre en lo que podíamos hacer en materia de derechos humanos. El primer punto de quiebre era hacer justicia, memoria y verdad la reclamábamos todos, pero cómo concretábamos eso en justicia, recuerden que por entonces se había llegado a un extraño mecanismo que llamaban “los juicios de la verdad”, donde los juicios se sustanciaban, conocíamos la verdad, pero nadie terminaba castigado, ¿y qué justicia era esa?, era un placebo para el espíritu social, no era otra cosa. Ahora bien: la primera condena a un genocida fue tapa de todos los diarios, llevábamos más de 1.100, 1200 sentencias, ¿cuántas eran?, 1200, llevamos cerca de 1200 condenas a esos genocidas, y ya no son tapas de los diarios, están en la página 15, 20, en una columna chiquita, y saben que eso a mí me hace muy feliz, ¿saben por qué?, porque los argentinos entendimos que un genocida debe ser castigado y preso y no debe ser noticia, debe ser lo que debe ser, y eso demuestra cuánto avanzamos, eso demuestra lo fuimos capaces de hacer, porque si algo nos movilizó desde el 10 de diciembre hasta el día de hoy, a pesar de las leyes, de los indultos, de los fallos judiciales del dos por uno, lo que algo nos movilizó como sociedad fue precisamente la búsqueda de la verdad y de la justicia, exigir justicia, exigir justicia sin comisiones especiales, sin jueces especiales, sometiéndolos a los tribunales ordinarios, terminando en las cárceles comunes: justicia para asesinos, eso lo fuimos logrando, 1200 genocidas fueron en estos años, de Néstor para acá, juzgados y condenados.

Aun así, están los que quieren que ese tiempo se olvide, y hubieran preferido que este sitio de la Memoria, que va a estar acá, y donde los argentinos lo van a visitar y argentinas lo van a visitar, y van a poder ver desde dónde tiraban seres vivos hacia la muerte. Otros preferían hacer acá un lugar de recreación, de cuidado del medio ambiente, miren, la mejor forma de cuidar el medio ambiente es una sociedad que vive en paz con la justicia, que recupera la paz con la justicia, y que puede estar en un lugar tan aciago, donde Cacho sufrió, donde Iris sufrió, donde su hijo partió hacia la muerte, pero con la tranquilidad espiritual de que nuestras consignas y nuestra búsqueda de verdad se mantienen inalterables, sabiendo que cada 24 de marzo podemos tener muchas diferencias en la política, pero la inmensa mayoría de los argentinos se abrazan y marchan y siguen reclamando verdad y justicia.

Que yo el 23 de marzo pueda poner en marcha este Espacio de Memoria me da tranquilidad, le da paz a mi espíritu, saber que tenemos veinte obras y proyectos para que en todo el país hagamos lo mismo, porque acá ocurrió una tragedia, yo como abogado fui querellante en la causa Campo de Mayo, defendiendo víctimas, y yo celebro que este lugar no se convierta en un parque de recreaciones, que la mejor recreación sea no olvida, que la mejor recreación sea recordar y respetar a los que no están, que deambulan entre nosotros, no los vemos pero los sentimos, y que siguen pidiendo justicia.

Yo celebro que 47 años después estemos en ese camino, porque haciendo esto somos una sociedad infinitamente mejor, la sociedad que busca la verdad, la sociedad que busca la justicia, la sociedad que no esconde la barbarie, la sociedad que no convive con los asesinos, la sociedad que rinde culto a las víctimas, esa es la mejor sociedad, sigamos construyéndola, en Campo de Mayo y en cada rincón de la patria donde un argentino vivió la tragedia de verse sometido a manos de asesinos genocidas.

Gracias a todos y a todas. (APLAUSOS)