Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la inauguración del Edificio de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional del Oeste, en el municipio de Merlo

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Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la inauguración del Edificio de Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional del Oeste, en el municipio de Merlo

Muchas gracias a todos y todas por estar aquí.

Veníamos recordando con Kato algo, cuando veníamos para aquí. La verdad que nosotros asumimos el 10 de diciembre del año 2019, con unas ganas terribles de poder poner orden en un país que se había desordenado mucho, y bueno, así largamos. Sabíamos que teníamos que hacer frente a la deuda defaulteada que nos había dejado el gobierno anterior, que teníamos que discutir con el FMI, una deuda que no hubiéramos querido haber tomado nunca, pero que finalmente la Argentina la había tomado. Y lo que no esperábamos es que cayera una pandemia, eso no lo esperábamos; Y cuando la pandemia estaba superándose lo que no esperábamos es que apareciera una guerra que pusiera en crisis la economía del mundo; Y lo que no esperábamos que cuando que cuando la guerra empezara a ceder en sus efectos, apareciera la mayor sequía que la Argentina padece desde el año 1929. Digo todo esto porque, si alguna vez escriben un libro sobre resiliencia en el gobierno, hablen de nosotros, porque es lo que nos tocó. Es una sucesión de problemas que debíamos enfrentar a lo que solo nos cabía ponerle el pecho y ver cómo lo sobrellevábamos adelante.

Y hoy, precisamente, que venimos a inaugurar este primer edificio del campus de la Universidad del Oeste, hoy se cumplen 3 años en que yo anuncié que la pandemia empezaba y que teníamos que empezar a cuidarnos. Dios a veces quiere estás cosas, que los días coincidan y que precisamente, a 3 años de ese día, ¿Qué estamos inaugurando acá? Un maravilloso edificio, una maravillosa universidad, donde se aprenden ciencias médicas y, fundamentalmente, enfermería.

Y hay acá 6.500 estudiantes, hombres, mujeres, dedicadas a la enfermería, un número que explotó el querer aprender enfermería, precisamente después de la pandemia, porque ahí todos tomamos noción de la fragilidad en la que vivíamos. De repente apareció un virus imperceptible a la vista humana, y fue capaz de llevarse, dicen, 10 millones de vidas en la faz de la tierra. Y teníamos, además, como parte de esa herencia de la que hablaron todos los que me presidieron, un sistema de salud absolutamente diezmado. Hagamos memoria no, el sarampión había vuelto a ser una enfermedad endémica en la Argentina, porque había dejado de vacunarse a chicos de sarampión, mientras las vacunas de sarampión se pudrían en la Aduana. Hagamos memoria, los hospitales habían dejado, en la Provincia de Buenos Aires, de construirse, hospitales que tenían un estado de avance muy grande en La Matanza, por ejemplo, dos hospitales que habían dejado de construirse, porque quienes gobernaban decían que no tenía sentido construir más hospitales, porque no tenían médicos con qué cubrirlos, así que no los construyamos. Y la realidad es que, si hay algo que me reconforta hoy, es que, a 3 años de aquel día, que no recuerdo con alegría, no les voy a mentir, si pueda tener la alegría de decir: “Estamos poniendo en pie, mejorando el sistema de salud de la Argentina”. Generando enfermeros, enfermeras, para que cuando los argentinos y las argentinas los necesiten puedan prestar sus servicios en la salud pública y darle la atención a cada argentino y a cada argentina que lo necesite. (APLAUSOS)

Todos los que estamos acá vamos a estar eternamente agradecidos al personal de la salud, a nuestros médicos, a nuestras médicas, a nuestros terapistas, a los enfermeros y enfermeras, todos vamos a estar eternamente agradecidos por el esfuerzo inmenso, que hicieron, en esa época, el tiempo y el esfuerzo que dedicaron a vacunar, lo que vamos a tener, ahora, es gente mejor calificada, mucho mejor calificada, mucho mejor preparada y mucho más reconocida. Nosotros hemos mandado, al Congreso, un proyecto de ley para que la enfermería sea una licenciatura, una carrera reconocida como tal y que algo que hacemos en la Administración Pública Nacional, que las enfermeras sean personal especializado, no son administrativas, son personal médico especializado. Y eso es ponerlas en el lugar correcto, en el lugar adecuado por lo que brindan.

Que este día me traiga, a Merlo, a la Universidad del Oeste para inaugurar 2900 metros cuadrados, divididos en aulas, con un Aula Magna, para dar mejores condiciones para los que estudian y para los que enseñan y que eso coincida con aquel día tan gris a mí me reconforta. Será que Dios ha dicho: “bueno, mira recordá ese día celebrando que avanzamos, recordá ese día celebrando que estás poniendo en potencia la universidad pública, recordá ese día celebrando que estás poniendo en potencia la educación pública”. (APLAUSOS). Y me quedo con eso, me quedo con eso… con esa inmensa alegría de poder estar haciendo, nada más y nada menos, que justicia social, en Argentina, no es otra cosa, no es otra cosa.

En verdad le recordaba recién, a unos alumnos cuando estaba entre ellos, que mi padre y yo nos educamos en la Universidad de Buenos Aires, mi padre para poder estudiar dejó, a los 12 años, La Rioja, se internó en el Colegio Nacional Buenos Aires, se desprendió de su familia, doce años, terminó su colegio secundario, a los 17, y ahí empezó su carrera universitaria, en la Universidad de Buenos Aires y a mí eso, que él contaba, siempre me impresionaba mucho, porque lo que significaba ese país, donde uno tenía que dejar – a los 12 años de edad – La Rioja para poder armarse un futuro. Gracias a Dios tenía una familia, que podía solventar todos esos gastos y ese esfuerzo, pero hay que sacar un chico, de 12 años, de la casa, internarlo en un colegio; en esos años el Colegio Nacional Buenos Aires era internado, tenerlo seis años estudiando, viviendo en el colegio y después salir a la Universidad y recibirse, a mil y pico de kilómetros del resto de su familia.

Y siempre me preguntaba por qué tanta injusticia, porque yo para estudiar Derecho caminaba 15 cuadras, en una zona hermosa de Buenos Aires, que se llamaba barrio Norte, por qué tanta injusticia. Yo amo a mi Universidad de Buenos Aires, quiero aclarar, soy el que más la ama. Cuando se cumplieron 200 años de la inauguración de la Universidad de Buenos Aires, alguien me trajo el edito por el que se creó la alta casa de estudios y yo eso siempre lo repito, siempre, para entender las injusticias. El edito que crea la Universidad de Buenos Aires tiene consideraciones, las razones por las cuales hay que crear la universidad. Saben cuál la razón principal: que los hijos de los criollos, que viven en Buenos Aires no puede ser que tengan que viajar a Córdoba, a Chuquisaca o a Europa, para poder continuar sus estudios. ¿Por qué hicieron los porteños la universidad? Porque acercaron la universidad adonde ellos vivían, simplemente por eso. Y si los porteños tuvieron ese derecho, porqué el mismo derecho no lo puede tener cualquier habitante, de la Argentina, y tener una universidad cerca del lugar donde viven sus hijos. (APLAUSOS).

Pensemos, además que, en 1820, levantar una universidad era muy difícil, era muy complejo y a eso accedía una élite, esa es la realidad, pero 200 años después tan difícil, pero que nosotros consigamos las tierras, construyamos los edificios y acerquemos las aulas a los chicos y chicas que quieran y necesitan aumentar su capacidad de conocimiento para poder progresar en la vida. Hoy es mucho más fácil, él que piensa que una universidad sobra, debe saber que el que está sobrando es él, porque en los tiempos que vivimos el conocimiento es el secreto del futuro de las sociedades. Las sociedades más ricas – me lo han escuchado decir una y mil veces y lo voy a repetir hasta el último día de mi mandato – son aquellas que han sido capaces de desplegar la educación y el conocimiento, la ciencia y la tecnología.
Hoy puede estar esta tierra nadando en un mar de petróleo, pero si no sabemos cómo sacarlo somos pobres; podemos tener en nuestra tierra oro, pero si no sabemos cómo sacarlo ni contamos con la tecnología adecuada somos pobres; podemos tener todo ese petróleo, pero si no damos igualdad para desarrollar a la gente todo eso es sólo pobreza.

Entonces ¿qué es lo que nos distingue hoy en día? La capacidad de conocer, la capacidad educarnos, la capacidad de desarrollar ciencia y tecnología, eso es lo que nos distingue. Y muchos han creído que ese es el destino de la Argentina, han creído que la Argentina es un país agrícola-ganadero, que lo que tiene que hacer es producir granos y venderlos, exportarlos, faenar vacas y exportarlas, faenar pollos y exportarlos, faenar cerdos y exportarlos y la industria allí nunca aparece y la ciencia y la tecnología nunca se desarrolla y quienes así piensan lo único que hacen es condenar, a la Argentina, a la postración porque no es verdad que nosotros no tenemos derecho al desarrollo y al crecimiento; no es verdad que no tenemos derecho a desarrollar ciencia, tecnología e industria, no es verdad, no es verdad.

Acá recién miraba cómo estudiaban Enfermería con artefactos de biosimulación, que simulan brazos humanos, eso es tecnología que se desarrolla para mejorar la técnica educativa y ya no tenemos gente que está aprendiendo a canalizar a una persona sobre el cuerpo humano precisamente. Ahora, también nos ha demostrado la pandemia de cuánto sirve el desarrollo tecnológico y la educación universitaria. Miren, aquí, en Buenos Aires hay otra universidad: la Universidad de San Martín, una de las primeras que nació y ha logrado un nivel de desarrollo increíble, increíble. En esa universidad se desarrolló, en plena pandemia, con gente que estaba trabajando con el CONICET, un barbijo que nosotros usamos, ese barbijo violeta, qué habían descubierto nuestros investigadores de la Universidad de San Martín y del CONICET, que el cobre eliminaba el virus. Entonces, lo que hizo fue hacer un barbijo con una lámina de cobre en el medio que impedía, que hacía mucho más difícil el traspaso del virus. ¿Y eso quiénes lo hicieron? Nuestros científicos. ¿En dónde? En las universidades públicas y se vendieron millones, se exportaron millones de barbijos. ¿Con quién lo hicimos? Con empresas privadas, con una pequeña y mediana empresa textil, que era de San Martín también. Y siguió avanzando porque se dieron cuenta que podían aportar en el medio de la pandemia.

Entonces, crearon los kits de detección temprana del virus, millones hicieron. ¿Quiénes lo hicieron? En universidades públicas y el CONICET, laboratorios privados que se asociaron. ¿Y ustedes dicen, pero eso fue tan importante? Sí, porque dejamos de importar barbijos, dejamos de importar kits de detección, fuimos dueños de nuestra solución, artífices de nuestro destino. Pasó el tiempo y llegó la hora de las vacunas; que nadie me cuente a mí lo qué fue conseguir vacunas, que nadie me lo cuente, yo sé lo que fue conseguir vacunas, en tiempos en que el 90 por ciento de las vacunas que se producían se distribuían en el 10 por ciento de la población del mundo central y el 10 por ciento de vacunas remanentes las peleábamos el 90 por ciento de la humanidad del planeta.

El tiempo fue pasando y el otro día inauguramos un edificio, en la Universidad de San Martín, maravilloso, uno de dos edificios, ahora qué está pasando en esa universidad. ¿Saben qué está pasando? Que estamos terminando de hacer la primera vacuna para combatir el COVID, en la Argentina. (APLAUSOS). Ya estamos en la fase, en donde estamos probando la vacuna sobre seres humanos, vemos cómo reaccionan, todos los resultados son buenos y ustedes dirán: “pero, ahora, te pones a hacer vacunas, cuando hay vacunas en todos lados del mundo”. Sí, porque no quiero golpear más la puerta de nadie, quiero hacerlas, en la Argentina, quiero tenerlas en la Argentina. Y por qué esa vacuna contra el COVID, va a ser la vacuna como lo es la vacuna contra la gripe, que todos los años nos tenemos que dar una dosis para estar tranquilos. Entonces quiero que las produzcamos nosotros, no quiero más andar mendigando por el mundo, una dosis de vacuna contra el COVID. ¿Y eso cómo lo logramos? Con una universidad pública, con el CONICET, con la empresa privada colaborando, con la inversión del Estado Nacional apostando a eso.

¿Por qué cuento estás cosas? Cuento estás cosas para que todos tomemos dimensión de la importancia y la trascendencia de la educación pública. Ayer a la noche, comí con un gran amigo, José Luís Rodríguez Zapatero, ex presidente de España, cenamos juntos y le contaba una charla que una vez tuve con Merkel, y ella me preguntaba cómo era la Argentina y yo le hablaba como la Argentina tenía educación pública, le contaba todo eh, que los liberales de la generación del 80 confiaban en la educación pública, personas como Alberdi y Sarmiento confiaron en la educación pública, la educación pública, después, se volvió un valor muy importante para la sociedad argentina, y que después vino una reforma universitaria, de las primeras que ha habido en Latinoamérica, que dio la idea de universidades con libertad de pensamiento, con libertad de cátedra, donde el gobierno era tripartito, entre alumnos, profesores y graduados y que después vino Perón y toda esa universidad la hizo gratuita para que los hijos de los trabajadores estudien y además creó una universidad, que es la actual Universidad Tecnológica Nacional, para que los hijos de los trabajadores puedan ir a la universidad. Para nosotros la educación pública es un valor enorme, es un enorme mecanismo para ampliar derechos y le contaba a Merkel, que lo mismo hicimos con la salud, que un día tuvimos un hombre, que se llamó Ramón Carrillo, que puso a la salud pública es un lugar de privilegios y que, desde entonces, los argentinos supimos que el Estado debe proveernos salud cuando la necesitamos.

Merkel me dijo: “pero eso pasa sólo en Argentina, no pasa en América Latina” y sí, pero y por qué. Porque por Argentina pasó Perón. (APLAUSOS). Entonces que nosotros sigamos confiando en que el Estado tiene que estar presente para dar cosas tan importantes para el desarrollo humano; cuando hablamos de ascender socialmente de qué estamos hablando. De estudiar. ¿Quién puede ascender socialmente? El que estudia, el que accede al conocimiento, este es el tiempo que nos toca vivir. Por eso cuando hago tanto hincapié en explicar que, miren: miren dos años de pandemia, un año de guerra, y un año de sequía, pero no paramos, seguimos insistiendo en esto, porque acá está el futuro. Y como alguna vez dijo Spinetta: “no me digan que todo tiempo pasado fue mejor”, mañana es mejor y el mañana lo estamos haciendo hoy, y no podemos esperar y nada puede detenernos, nada ni nadie puede detenernos.

Tenemos que entender que, así como los porteños tuvieron posibilidad de contar con una universidad propia, también la gente de Merlo y la gente del Oeste tiene derecho a contar con una universidad propia. Y que lo que estamos haciendo con estas cosas, como cuando creamos la Universidad de Lanús, de La Matanza, de José C. Paz, de San Martín, de Quilmes, Villa María en Córdoba, lo que estamos haciendo es una mejor sociedad, una sociedad más justa que les permite a todos ascender socialmente, y no me quedo en Buenos Aires. Con Jimmy y con Gabriel inauguramos, no hace mucho tiempo atrás el primer edificio de la última Universidad que se creó, que fue en Tierra del Fuego, que no tenía Edificio, alquilaba diferentes lugares para dar clases. Ahora tiene un hermoso edificio que guarda la estética de Ushuaia.

Venía de la Antártida, paré en Tierra del Fuego, e inauguré ese edificio, y previamente había ido a Posadas. En Posadas habíamos creado un edificio para Farmacia y bioquímica. Ellos dos fueron a Merlo a poner en marcha una universidad en San Luis, y mañana me voy al Chaco a inaugurar 3.500 metros cuadrados de la Facultad de Arte y Diseño de Resistencia. (APLAUSOS)

Y, no los quiero aburrir, hoy retuitee algo que hizo Gabriel, recordando el día de hoy: “Todos los hospitales modulares, y todos los hospitales que construimos, en medio de la pandemia, cuando la pandemia nos agobiaba y no teníamos tiempo para perder. No quiero usar tiempo de ustedes en eso, pero lo que sí quiero marcar es que, los tiempos que nos tocan vivir son tiempos difíciles, poco sabemos nosotros, que en la Argentina casi 11 millones de personas se contagiaron de COVID. Esos 11 millones de personas fueron atendidas en hospitales públicos, en su inmensa mayoría. Perdimos 120.000 personas, ¿Cuántas salvamos? ¿Saben quién las salvó? El hospital público, los médicos, las enfermeras, los enfermeros, las médicas. Esa cuenta nunca la hacemos, pero es una cuenta que tenemos que hacer para poner en valor la importancia de la salud pública, porque cuando llegamos salimos a buscar respiradores automáticos que no existían. Y yo tengo una tranquilidad, tengo el dolor de las pérdidas, como las tenemos todos, pero tengo una tranquilidad que ningún argentino, y ninguna argentina que se enfermó careció de la atención médica que necesitó en cualquier rincón del país. (APLAUSOS)

La pandemia, la guerra, la sequía, los que hablan, los que dicen que los hijos de los pobres nunca llegan a la universidad, los que dicen que las universidades sobran, todos esos, nos desalientan, nos desalientan mucho, pero lo que yo les pido es que no pierdan el aliento, y que perciban, y que miren, y que vean, porque ese desaliento atenta directamente contra la credibilidad en la política, porque todos sentimos que la causa de todo lo que pasa es la política. La política hace mucho barullo -yo lo reconozco- y yo trato de cerrar mis oídos al barullo de la política y tratar de escuchar el murmullo de la gente; pero lo que sí les pido es que reflexionen, porque en medio de tanto barullo, hay dos miradas de país. No somos todos lo mismo. A nosotros el dolor del otro nos duele, a nosotros la falta de estudio del otro nos duele, a nosotros la salud no atendida del otro nos duele, y para otros es un problema del mercado. No somos lo mismo.

Nosotros invertimos en educación porque pensamos en el futuro. Ellos creen que cada uno tiene por mérito encontrar el modo para acceder a la educación. Yo creo en el mérito, pero si las condiciones son iguales para todos, porque no tiene el mismo mérito el hijo de un rico que el hijo de un asalariado, no tiene las mismas posibilidades de hacer valer su mérito. Entonces les pido que para que estos cuatro años tan difíciles, que nos han hecho expertos en resiliencia, no hayan sido en vano, cuando llegue el momento no se dejen confundir, porque lo que le van a proponer es volver a ese pasado, durante seis meses no recibían su cuota, donde le sacaban los terrenos a la Universidad de San Martín, donde estudiar era un privilegio para pocos, donde las universidades no tenían sentido, donde los hijos de los pobres no podían acceder, ¿Eso saben qué es? El pasado. Y como dijo el flaco Spinetta: “No me vengan con que todo tiempo pasado fue mejor, mañana es mejor”. Gracias a todos y todas.