Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en el acto por el Día nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en el auditorio del Centro Cultural de la Ciencia, en el barrio porteño de Palermo

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Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en el acto por el Día nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en el auditorio del Centro Cultural de la Ciencia, en el barrio porteño de Palermo

Muchas gracias, gracias a todos y a todas por estar aquí.
Ayer estuve en Entre Ríos, tuve una reunión con un grupo de chicos, hubo dos preguntas que me llamaron la atención, una es cómo fue el 24 de marzo, qué recuerdo yo del 24 de marzo; la otra fue cómo era mi juventud entonces y como la veo comparada con las de ahora. Parecen dos preguntas fáciles de responder, pero la verdad que tienen un enorme contenido, yo no olvidé nunca el 24 de marzo, porque me levanté para ir al colegio, yo estaba terminando el colegio secundario, era delegado de la UES, y prendí la radio y escuché que en la radio pasaban marchas militares, y cada tanto una consigna que decía que la República Argentina estaba bajo el Comando Operacional de las Fuerzas Armadas, y ahí me acuerdo que dije ya no me tengo vestir para el colegio, me tengo que vestir como si fuera un fin de semana, y dejé el saco azul y el pantalón gris y me puse un jean y me fui a ver el kiosco. El único diario que había salido ese día, que por lo menos estaba en el diario, era La Opinión, que con letras de molde, de punta a punta, decían que la República Argentina está bajo el control operacional de las Fuerzas Armadas, y ahí me di cuenta lo que empezaba, me di cuenta que una vez más la Argentina sufría la tragedia de la interrupción de la democracia, pero lo que nunca pensé es que la tragedia tuviera tal nivel de brutalidad, nunca lo pensé, dense cuenta lo que habrán sido, que las otras dictaduras parecían simpáticas, parecían más tolerables, estaba la dictadura y la dicta-blanda, le decíamos nosotros a la dictadura de Lanusse.

Ahora, todas fueron dictaduras, todas cometieron asesinatos, todas cometieron atropellas, la de Onganía, “la noche de los bastones largos”, y el Cordobazo, y luego Rosariazo, Lanusse se llevó los muertos de Trelew. Todas cometieron asesinaos, todas. Pero lo que nunca habíamos visto es la impudicia con la actuó después esta dictadura, donde no solo confrontaba con políticos, muchos de los cuales apresaron, algunos otros los secuestraban y los hacían desaparecer de la faz de la tierra; a otros los condenaban al exilio; a otros los asesinaban en la calle, y de repente nos encontramos con la peor tragedia que vivió la Argentina.

Ayer les contaba esto a esos chicos, y mi juventud era muy distinta a la de hoy, son tiempos distintos, el mundo cambia y cambia del todo, vivimos una etapa que algunos llaman posmodernismo, y si algo tiene el posmodernismo como característica esencial es todo lo contrario a lo que tenía aquella época, porque en verdad nosotros somos hijos de enormes movimientos sociales y políticos, signados por la solidaridad y por la libertad: el hipismo, el Mayo Francés, un día nos enteramos que un hijo de la aristocracia argentina había muerto en Bolivia peleando en una revolución de Bolivia, después de haber hecho una revolución en Cuba. Y de repente aparecieron unos tipos que se dejaron el pelo largo, revolucionaron la música y ese fue el germen del nacimiento de personas tan maravillosas como Luis Alberto Spinetta, como Charly García, como Litto Nebbia, como Miguel Cantilo, los padres de lo que después se dio en llamar el rock nacional, pero que en aquel momento se llamaba música progresiva, y todos tenían un común denominador: la solidaridad. Eran años donde lo inusual era no militar, la excepción era el que no estaba comprometido militando políticamente en algún lado.
Yo empecé a militar a los catorce años de edad, en mi colegio, cuando Cámpora ganó, y desde entonces milité toda la vida, y a veces me pregunto por qué milité, milité por todo eso, milité porque soy hijo de todo eso, porque también soy hijo de ese general que habían proscripto, al que algunos le decían “el tirano”, pero todos lo que lo sucedieron le habían hecho un enorme daño al país, y pedíamos que vuelva el -entre comillas- tirano, porque parecía que el único que se había preocupado de los que más necesitaban, sin conocerlo, nadie de mi generación había visto a Perón, lo único que soñábamos era que vuelva, para que la Argentina vuelva a recuperar justicia.
Y la verdad es que esa primavera democrática duró tres años solamente, hasta que una vez más la dictadura nos atrapó. Y la dictadura fue impiadosa, impiadosa, se llevó la vida de todo lo que se le ponía enfrente, si eran trabajadores, mataban trabajadores; si eran estudiantes, mataban a estudiantes; si eran abogados defensores de los derechos humanos, los mataban, los hacían desaparecer, los exiliaban. Si eran empresarios, les robaban, los torturaban también, a algunos, a muchos. Si eran científicos, también los hacían desaparecer, porque en verdad si hay algo que tuvieron en común todas las dictaduras en Argentina es que a nada le temieron más que al pensamiento, nada fue más que pensar para ellos, nada fue más peligroso.
¿Cómo será en la mente de un torturador, la mente de un genocida, la mente de un dictador, la idea de tener que enfrentarse con alguien con inteligencia suficiente como para pensar y construir a través del pensamiento? Debe darles pánico, debe darles pánico. Y si ese pensamiento además conduce a construir una sociedad más justa, más libre, más igualitaria, debe ser una pesadilla para esos tipos. Eso no es una explicación que quiero dar, es simplemente poner en relieve quiénes fueron los inmorales que tomaron el poder el 24 de marzo de 1976, e hicieron desaparecer de la faz de la tierra 30 mil argentinos y argentinas; mataron, como bien dijo Lita, a miles, encarcelaron a otros miles, enviaron al exilio a otros miles, y eso nunca debemos olvidarlo, nunca debemos olvidarlo. Todavía, pese a tanto dolor y a tanto pesar, algunos negacionistas dicen que “eso no pasó, es mentira, hubo algún desaparecido, pero no fueron tantos, hubo algún nieto apropiado, pero no fueron tantos, ¡vergüenza deberían tener!, asco me da lo que dicen.
Cada 24 de marzo, que es un día emblemático para nosotros, para mi generación es un día que recuerda la tragedia, pero fíjense que cada 24 de marzo la Argentina se une para repudiar lo que ocurrió aquel día, y allí no hay diferencias, allí no tenemos distancias, algunos somos más progresistas, otros más penalistas, otros de otro color, pero todos sabemos que hubo un 24 de marzo que persiguió, mató, asesinó, hizo desaparecer, condenó al exilio y postergó a la Argentina como nunca un gobierno la había postergado.
El 24 de marzo es el Día de la Memoria, irónicamente es también es el día en el que más unidos estamos, porque tenemos una consigna: verdad y justicia, que de una vez por todas todos sepamos lo que ocurrió, y que hablemos sin medias tintas. Tenemos la suerte, el privilegio de ser uno de los pocos países que a esos genocidas los juzgó, los condenó y muchos de ellos murieron en la cárcel, como correspondía, no es un consuelo, pero es una tranquilidad que debemos tener como sociedad, no nos hicimos los distraídos, pedimos verdad y justicia, buscamos verdad y justicia, e hicimos justicia. Pero la justicia es infinita, porque también hay momentos donde uno se encuentra con realidades como la que encontramos ahora en el CONICET, investigadores, científicos, gente dedicada a la educación, al conocimiento, borrados de la faz de la tierra, y los encontramos porque una Comisión de la Memoria en el CONICET se encargó de buscar archivos y poder ver qué pasó en cada caso, y como bien dijo recién Tati, a algunos les ponían “renunció”, a otros les ponían “ausente sin aviso”, y en verdad lo que eran, eran víctimas de la mayor tragedia de la Argentina, a no olvidarlo, nunca olvidar. No se trata de buscar venganza, se trata de tener memoria, porque si no tenemos memoria vamos a repetir las experiencias, y la única experiencia que no queremos repetir es esa experiencia maldita que se llevó a los que creyeron en una sociedad más justa, más libre, más igualitaria. Por todos ellos tenemos una deuda eterna, y además nosotros, que queremos tanto a nuestras Madres y a nuestras Abuelas, y que nunca las vemos viejas, porque la verdad que tienen una fuerza y un coraje impactante, impresionante, lo único que debemos recordar es a esas Madres y a esas Abuelas, porque en soledad, en una sociedad que se hacía la distraída, ellas se plantaron frente a los dictadores, a reclamar lo que tenían que reclamar. Tuvieron el coraje que no tuvieron millones de argentinos, y eso tiene un valor incalculable, es el mismo valor que tiene Adolfo Pérez Esquivel, el mismo valor.
Nosotros tendremos, con el correr de los años, un enorme orgullo, el orgullo de que nuestras Madres y de que nuestras Abuelas, mujeres al fin, fueron capaces de enfrentar a lo peor que la Argentina engendró, que fueron esos dictadores asesinos. Y con el tiempo nos enseñaron que la búsqueda de la Verdad y la Justicia es un imperativo moral para la sociedad en la que vivimos, para las Abuelas y para las Madres gratitud eterna, y el compromiso mío, y estoy seguro que de todos los argentinos, es que toda la lucha de ustedes no fue en vano.

Gracias a todos y a todas. (APLAUSOS)