Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández, en el Acto de Conmemoración del 243° Aniversario del Nacimiento del Gral. José de San Martín

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Palabras del presidente de la Nación, Alberto Fernández,  en el Acto de Conmemoración del 243° Aniversario del Nacimiento del Gral. José de San Martín

Buen día a todos y todas.
Muchas gracias, querido Gobernador de Corrientes, por hacerme partícipe de este homenaje; gracias queridos gobernadores de nuestro norte grande; gracias al Regimiento de Granaderos.

Empiezo por pedir perdón porque esta ceremonia se dilató en el tiempo porque vengo de México y no quería estar ausente. Y porque ustedes tuvieron la deferencia de atender a mis ganas de estar presente hoy y postergaron un rato largo el encuentro. Lo primero que quiero pedirles es disculpas y darles las gracias por la tolerancia (APLUSOS).

Vengo de celebrar con los mexicanos los 200 años del Plan de Iguala. México tiene una historia muy parecida a la Argentina. En 1810, igual que en Buenos Aires, los porteños nos rebelamos a la corona española, ellos allí vieron el grito de Dolores con dos sacerdotes a la cabeza educados por los Jesuitas. Hidalgo, el más importante, Morela quien lo acompañaba, lucharon para darle a México la libertad que no tenía, eran parte del Virreinato de la nueva España que se extendía hasta territorios que hoy son norteamericanos y hasta países que hoy son países de Centro América. Lo intentaron y no pudieron. Morela terminó fusilado en 1815, pero otros levantaron las banderas de Hidalgo, entre ellos un sureño de México, Guerrero, que le hizo la vida imposible al representante del rey en México hasta obligarlo a acordar una salida. Esa salida fue lo que se conoció como el Plan de Iguala, que dio lugar a la actual bandera mexicana, que tiene tres colores. Uno de ellos representa la independencia y la igualdad, otro color representa la unidad de los mexicanos, y esa franja blanca representa la religión, que en aquellos años tenía un peso superlativo, tan superlativo que los Jesuitas que habían educado a los dos primeros emancipadores de México, Hidalgo y Morela.

Ayer me tocó hablar en un acto que mi querido amigo el presidente, Andrés Manuel López Obrador, tuvo la deferencia de hacerme participar de un homenaje tan inmenso como es recordar 200 años del comienzo de la independencia de un país tan maravilloso culturalmente, tan enorme social y económicamente como México. Pero cuando me tocó hablar, amén de rendir tributo a Guerrero y a verdaderos artífices de la independencia mexicana, no pude dejar de pensar en que hubo un tiempo en nuestra América donde hubo otros más al sur que también levantaron la bandera de la independencia, la bandera de la libertad, la bandera de la justicia, la bandera de la igualdad, y se animaron contra otros que querían dominarnos, que nos dominaban y nos querían seguir haciéndolo.

Hablaba ayer con Andrés Manuel, cuando dejamos el acto e íbamos a un segundo acto, que habíamos vivido también nosotros, en el México presente y en Argentina presente, un tiempo en donde pareciera ser que quienes gobernaban preferían borrar la historia. Y le contaba una anécdota que ocurrió en Tucumán, mi querido Juan, donde un Presidente le dijo al actual rey de España “piense usted lo angustiados que habrán estado nuestro libertadores cuando tuvieron que declarar la independencia”: yo no me lo imagino a San Martin angustiado, no me lo imagino a Belgrano angustiado, yo no me imagino a Güemes angustiado. No me lo imagino al Chacho Peñaloza, a Facundo Quiroga, a Felipe Varela. No me lo imagino angustiado a Ariel Martín Güemes, el único general del Ejército Argentino que murió en una batalla. No me imagino la angustia de ellos. No la tuvieron. Lo que tuvieron fue coraje, eso sí tuvieron, coraje que pocos tienen, pero es el coraje de esos poco lo que hace posible los grandes cambios, lo que hace posible las trasformaciones

Yapeyú, igual que Hidalgo, fue educado por los Jesuitas, allí están los restos que quedan de su casa, de acá salió, se fue a estudiar a España y volvió a servir a un Ejército de una Nación que todavía no lo era y quería serlo, y fundó este maravilloso Ejército, el Ejército de los Granaderos. No solo fue un militar, fue un hombre inmenso, ¡inmenso!, que tuvo la capacidad de inyectar fuerza donde la fuerza no aparecía.
En aquellos años no bastó con San Martín, necesitamos de muchos otros, necesitamos de alguien que era un abogado como yo, al que un día la historia le dijo cárgate un uniforme, agarrá un fusil, ponételo al hombro y andá a defender el norte argentino, con eso solo se fue a dar batalla, se llamaba Manuel Belgrano, otro hombre inmenso que dio la Argentina. Y allá en su lucha por evitar que desde el norte ingresen los Realistas, se encontró con un hombre que, honestamente, era parte del Patriciado salteño, pero que había decidido unirse a sus gauchos para pelear contra el Ejército Realista, que quería recuperar para España las tierras que eran nuestras: ese fue Don Miguel Martín de Güemes, un coraje impresionante, una fuerza increíble, un valor incalculable. Murió peleando, como mueren los soldados.

San Martín, que además fue un inmenso estratega -como bien marcó el Gobernador- tuvo que idear otra forma de atacar al Ejército Realista que avanzaba desde el norte, y encontró aliados. Hizo una proeza que es considerada en el mundo militar como un acto de estrategia único: cruzar Los Andes para llegar a Chile, abrazarse a O’Higgins y liberar Chile. Pero no le alcanzó, se dio cuenta que hacía falta más. Y así fue hacia el norte, en Bolivia peleaba Sucre, y llegó al Perú y también ayudó para la libertad de Perú. Y cuando vinieron los peruanos y le dijeron “usted debe gobernarnos”, él dijo “no, ustedes deben gobernarse”, y renunció a todos los honores, y siguió su marcha, y más al norte protagonizó el histórico abrazo con Simón Bolívar.
Hubo un tiempo en que en nuestra América existieron esos hombres, no existían miserias, existían miserables, los miserables han existido siempre, para mal de la humanidad, pero había una generación de hombres y de mujeres que estaban dispuestos a dar esa pelea. Macacha Güemes formaba parte del esfuerzo de Don Miguel Martín de Güemes; Juana Azurduy se animó a ponerse en armas, como mujer que era.
Yo creo que en estos tiempos difíciles que nos tocan pasar, porque la vida es dinámica y a veces nos enfrenta a hechos inesperados, como tener que enfrentar una pandemia, y cuando a veces sentimos que el esfuerzo que ponemos, el Gobierno Nacional, por ir a buscar vacunas en el mundo para ponerle tranquilidad, salud a nuestros compatriotas, y vemos que se enredan en discusiones y en debates que no son lo importante, porque nadie vino a mí a decirme hice una gestión en China para conseguir una vacuna; hice una gestión en los Estados Unidos para conseguir una vacuna; hice una gestión en Inglaterra para conseguir una vacuna, nadie vino a ofrecernos, lo debimos hacer solos, en la compañía de estos gobernadores y de los que no están también, todos trabajamos codo a codo para darle salud a nuestra gente. Y cuando siento que en los diarios, que en la televisión, que en las redes generan debates que por momentos nos obligan a desatender lo importante, pienso que aquellos enormes hombres del 1.800 no tenían que enfrentar esa adversidad que es luchar contra la prédica malintencionada, contra las voces altivas que se levantan y se olvidan lo que hicieron cuando tuvieron que trabajar por los argentinos.
Y a veces seguramente muchos de nosotros nos preguntamos cómo seguimos, a mí me pasa, soy un ser humano, ¿pero saben en quién pienso? Pienso en San Martín, pienso en Belgrano, pienso en Güemes, pienso en Rosas, pienso en Quiroga. El secreto sigue siendo el mismo, en un tiempo en que en Santa Fe Estanislao López sentía que no podía y expresó su desazón al General San Martín, y el General San Martín le dijo “no afloje, no desfallezca, juntos somos invencibles”.
A nosotros nos toca enfrentar un mundo muy raro, muy egoísta, donde el diez por ciento de los países concentran el noventa por ciento las vacunas, pero no bajamos los brazos, seguimos buscándolas, están llegando hoy, en el Día del General San Martín, y permítanme, en el día que nació Néstor, feliz cumpleaños Néstor, dónde estés.

(APLAUSOS) Hoy están llegando un millón de vacunas chinas, el fin de semana seguramente tendremos más que la Federación Rusa nos está dando. Recibimos hace unos días y recibiremos más en cuanto comience marzo, vacunas de AstraZenica.

Cuando quieren hacerme claudicar yo pienso en San Martín. Yo no voy a ser nunca como él, pero quiero que algo de él me inspire, que algo de él, que algo de Belgrano, que algo de Güemes, que algo de Quiroga, que algo de Rosas, que algo de Artigas, que algo de Bolívar, que algo de O’Higgins, que algo de Sucre, quiero que algo de todos ellos me inspire, y ahí me surge recordar a San Martín y su carta a Estanislao López, “unidos somos invencibles”. Esa unidad supone darnos cuenta de las asimetrías y de las injusticias que vive la Argentina.

Fíjense ustedes recién el Gobernador hizo mención, con toda razón, a la importancia de recuperar la educación en la Argentina. Cuando uno habla de educación está hablando del futuro, porque las sociedades ricas son las sociedades que desarrollan la inteligencia, y la pandemia nos demostró el nivel de desigualdad que hay en nuestra Argentina, tiene razón lo que dice el Gobernador. La conectividad a internet se ha desarrollado, pero se ha desarrollado donde es negocio, donde no es negocio no se ha desarrollado del mismo modo, y con eso dejamos a millones de pequeños argentinos sin poder aprender. Y cuando uno dice frente a semejante dato que la conectividad debe dejar de ser un negocio privado y ser un servicio público, hay algunos sinvergüenzas que se animan a cuestionarlo. Miren: yo tengo vergüenza y no voy a dejar que los chicos argentinos no tengan educación para que algunos hagan sus mejores negocios, los mejores negocios de unos pocos es el dolor de millones de argentinos, y no voy a dejar que eso ocurra, pueden dedicarme las tapas que quieran, no voy a dejar que eso ocurra, y no debemos dejar que eso ocurra, porque si dejamos que eso ocurra, el Norte Argentino seguirá sumido en la postergación en la que está, parte de un país, donde el centro concentra la riqueza y distribuye pobreza al norte y al sur, ¿quién quiere esa Argentina? ¿Esa es la Argentina que soñó San Martín? ¿Esa es la Argentina que soñó Belgrano? Seriamente nadie quiere esa Argentina, y el norte, particularmente el norte, ha sido una y otra vez olvidado, y el olvido precisamente genera consecuencias como las que el gobernador Valdés ha dicho. Yo no quiero ver más emigrar chicos de Yapeyú para buscar suerte en Buenos Aires, quiero que en Yapeyú encuentren la educación que necesitan, que tengan la conectividad necesaria, porque hoy internet es lo que fue la biblioteca en el siglo XIX o en el siglo XX; quiero que acá esos chicos tengan educación, que sus padres y abuelas tengan la salud pública que merecen, quiero que aquí encuentren trabajo, quiero que vivan felices de haber nacido en Yapeyú, quiero que construyan sus familias, quiero que disfruten de su tierra, y quiero que un día se mueran en su tierra, felices después de haber vivido en ella, pero eso no lo vamos a hacer si a la Argentina no la integramos definitivamente. Eso es un país federal, el federalismo no se declama, el federalismo se hace. Y quiero decirle, querido Gobernador, que hoy estoy aquí porque no quiero faltar a mi compromiso. Vivimos en una tierra todavía desintegrada, el día que ese arco se complete, la Argentina estará integrada, porque Malvinas será parte de la Argentina definitivamente. (APLAUSOS) Y para integrar la Argentina también tenemos que integrar a este norte, que es políticamente parte de la Argentina, pero que es tratado como territorio ajeno, y no lo merece la gente del norte.

Yo estoy aquí porque asumí un compromiso con el Norte Argentino, y lo voy a cumplir, pero estoy aquí también para que no nos olvidemos, en los momentos que nos duelan, que San Martín nunca se angustió, que fue un hombre inmenso, que como él hubo inmensos hombres e inmensas mujeres que acompañaron esta gesta, que Bolívar tuvo a Manuela Sanz para poder llevar adelante su gesta, no nos olvidemos, porque San Martín todos los días debe inyectarnos las fuerzas que a veces flaquea.

¡Viva San Martín, viva Yapeyú, viva Corrientes, viva el Norte Grande y viva la Argentina y viva la América Latina unida! ¡Gracias a todos y a todas! (APLAUSOS)