Conferencia Magistral del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, desde la sede de la CEPAL

  • Compartilo en redes :

Conferencia Magistral del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, desde la sede de la CEPAL

(Audio Iniciado) poder hablarles a todos y todas. Conocí a Alicia Bárcena cuando era candidato a Presidente todavía, la conocía de antes porque la había leído, la había escuchado muchas veces, discursos tan memorables como el que acaba de dar hace un ratito. Pero no siempre la imagen pública que uno tiene de alguien tiene que ver con lo que después uno conoce personalmente, pero con Alicia me pasó, y hoy lo confirmo por lo que fue su discurso, que me pasó eso de lo que habló alguna vez Atahualpa Yupanqui, otro gran poeta argentino. Atahualpa decía que “un amigo era uno mismo con otra cara”, y eso es lo que yo siento con Alicia, porque todo lo que dijo Alicia, cada palabra, la podría haber subscripto yo, la puedo subscribir yo, definitivamente. Y ha sido una intervención espléndida sobre los desafíos que nos tocan vivir en este tiempo, y los grandes desafíos, las grandes preocupaciones que tenemos que tener como sociedades frente a lo que nos está pasando, una auténtica tragedia, la tragedia de la pandemia.

La pandemia es mucho más que una enfermedad que se ha llevado vidas, la pandemia ha dejado al descubierto la insuficiencia de un sistema, la pandemia se llevó vidas, pero se llevó empresas, se llevó puestos de trabajo, se llevó economías enteras. Hoy lo que estamos viendo en el mundo es saber quién cayó a más o quien cayó a menos, no quien creció, y eso todo es producto de una pandemia. Y a la hora de la reflexión, uno indefectiblemente debe preguntarse cuán solidas eran esas bases económicas que un día apareció un ser imperceptible a la vista humana y todo lo destruyó, y dejó al descubierto aquello de lo que muchas veces nosotros habíamos hablado. Dejó al descubierto el problema de la desigualdad, el problema de la inequidad, el problema de la pobreza, las condiciones injustas y desiguales, a partir de las cuales se pretende que el mérito se haga valer. Estamos en un continente, Latinoamérica, que esta signado por el triste dato de ser el continente más desigual del mundo. Y entiendo que la pandemia finalmente nos ofrece una magnífica oportunidad, para revisar todas y cada una de las cosas de las que estoy hablando. Porque finalmente en esta pandemia no se salvó nadie, ricos y pobre cayeron en la pandemia, los pobres sufrieron más seguramente, pero todos han caído. Y entonces, uno debe plantearse seriamente qué es lo que hemos construido y cuál es la fortaleza de esa construcción si todo se puede caer y terminar tan repentinamente. Y cuáles fueron las fortalezas de esas ideas que durante tantos años de impulsaron de ahorro del gasto, de eliminación del déficit, del ajuste, si a la hora de la verdad tuvieron que salir los estados a socorrer a todos, para que todo no se derrumbe de un modo más trágico. Yo creo que esa es la primera pregunta que debemos hacernos, porque la respuesta asoma de inmediato: las bases económicas no eran sólidas, las bases sociales eran débiles, la injusticia existía y quedó al descubierto, la desigualdad era un problema y se expuso en su modo más perverso. Y es allí donde uno dice, bueno, nos pasó todo esto, descubrimos muchos que lo que decíamos era cierto. Entonces, no será esto una oportunidad para revisar, como decimos allá en la Argentina “barajar y dar de vuelta”, volver a mezclar el mazo de naipes y empezar a distribuir las cartas de otro modo. Yo creo que es esta la oportunidad, es esta la ocasión.

También está en claro que como la pandemia finalmente a todos nos atacó y a nadie dejó inmune, quedó en evidencia eso de lo que siempre habla el Papa Francisco, ¿no? Que nadie se salva solo, que en verdad necesitamos organizarnos como humanidad que somos para ayudarnos. Y también creo que es la hora de volver a poner en valor una palabra olvidada en las últimas décadas: solidaridad, no asistencialismo, solidaridad. Ser solidario con el prójimo, ser solidario con el que peor está, ser solidario con el que más necesita. Parece mentira que estemos hablando de estas cosas, pero en verdad debemos hablarlas porque hace mucho tiempo que no hablamos de estas cosas en los foros internacionales. Es más, en los últimos cuatro años discutimos cosas insólitas, nos hicieron discutir que el cambio climático no existía, nos hicieron discutir si tenía sentido o no preservar el medio ambiente, que no es ni más ni menos que la casa común de todos nosotros. Y nos lo hicieron discutir los cultores de la productividad capitalista, que siempre nos generan enormes dolores sociales.

Como dije antes yo estoy seguro de que tenemos una oportunidad, porque la pandemia insisto, lo que dejó al descubierto son todas las incapacidades de este sistema, y por lo tanto esa oportunidad existe y tenemos que aprovecharla. Esa oportunidad es hacer las cosas de otro modo, lisa y llanamente. Einstein dijo con su sabiduría, con su sapiencia, que “si uno sigue haciendo las mismas cosas, no puedo esperar otros resultados”. Si después de todo lo que nos pasó volvemos a hacer lo mismo, ¿qué resultado distinto queremos encontrar? Es hora de que cambiemos las lógicas y empecemos a pensar de otro modo, porque por esta vía lo único que generamos es una perversa distribución de los ingresos, donde unos muy pocos tienen todo y millones tienen la nada misma. Y en esa desigualdad, nadie que haya abrazado la política éticamente puede vivir en paz, definitivamente nos hace falta revisar eso.

A mí me ha tocado llegar al Gobierno en un momento muy difícil de Argentina, donde además todos me recomendaban un alineamiento absoluto en aquel momento a los Estados Unidos. Muchos descreían del multilateralismo, creían que había aparecido, asomado, una nueva forma de nacionalismo que se iba a ir imponiendo en uno y otro lado y que había que seguir ese modelo, pero ese modelo se derrumbó, en el mismo lugar donde había nacido hace cuatro años, y lo que también pasó es que ese modelo se derrumbó porque quedó al descubierto la importancia del multilateralismo. Ya lo hemos vivido, hemos conocido en los años de la guerra fría los efectos de la bipolaridad mundial y no tuvo ningún sentido eso, y hemos conocido los efectos de la hegemonía y no tuvo ningún sentido, y como finalmente lo que nos diferencia de los animales es la capacidad de receptar la experiencia, tenemos que tomar esa experiencia para darnos cuentas que el único camino es el multilateralismo, y un multilateralismo que parta de un principio, del principio de solidaridad. No estoy hablando de la insuficiencia del capitalismo, estoy hablando de que hay que recrear un capitalismo más humanitario, porque un capitalismo que no atiende la importancia de la humanidad no es un buen capitalismo, claramente. Este capitalismo de los derivados financieros donde fortunas se hacen en minutos simplemente por apostar a un bono o a una acción, la verdad es que hace ricos a muchos, pero posterga a millones de seres humanos en el mundo. Ese capitalismo no tiene sentido, porque es un capitalismo conducido a lo que también El Papa llama la teoría del descarte.

A veces me dicen que hago demasiadas referencias al Papa, pero la verdad yo celebro que la iglesia católica, esta vez, con el Papa Francisco a la cabeza, esté advirtiendo los efectos nocivos del poder económico en el mundo, y es tal vez una gran oportunidad tener en cuenta lo que un líder moral dice, como el Papa, no un líder político, para que repensemos los que hacemos política cuál es el camino que debemos tomar, porque si seguimos haciendo lo mismo, vamos a repetir las mismas experiencias.

Hubo alguna vez un capitalismo, aquel que nació y tuvo su origen en los filósofos ingleses, y que en la práctica se desarrolló en Estados Unidos antes que en muchos lugares, pero era un capitalismo que apostaba a la inversión, al trabajo, al desarrollo, no era un capitalismo que se concentraba en la especulación financiera. Pero un día pasó que en esas empresas fue más importante el gerente financiero que el gerente de producción, y allí todo empezó a trastocarse, todo, absolutamente todo. Tal vez el capitalismo deba revisarse y deba volver a su punto de origen, a los tiempos en que Ford se preocupaba porque sus autos no sean una producción suntuaria para unos pocos y se preocupaba que sus empleados accedan a sus autos, y el día que se planteó eso, se planteó producir en masa, se planteó llevar un producto suntuario al conjunto social, dio muchísimo trabajo, invirtió mucho y arriesgó mucho, y la historia dice que no le fue tan mal. Tal vez haya que volver a esas mismas lógicas e ir desterrando la lógica de la especulación en todos los órdenes, porque también esas lógicas han llevado a muchos países al endeudamiento, y un endeudamiento que frena cualquier posibilidad de crecimiento, de desarrollo, y nos posterga como sociedades.
Yo estoy convencido que tenemos que barajar y dar de vuelta, y que tenemos que discutir de otro modo, y que tenemos que pensar el mundo desde otro lugar, que tenemos que salirnos de la comodidad que hemos conocido, porque la realidad nos pasó por delante, nos pasó por encima. Durante muchos años seguimos discutiendo, a partir de la lógica de la revolución industrial, una revolución que ha terminado y que la superó una nueva revolución que es la revolución digital, la revolución de la informática.

Y que esta pandemia, además, recién lo hablaba con Ricardo Lagos, aceleró de un modo vertiginosos. Yo les pregunto a ustedes, hace un año atrás, alguno de ustedes ¿pensaba en el teletrabajo? ¿Pensaba en la posibilidad de hacer reuniones de esta naturaleza a distancia? ¿Alguien pensó en lo que significaba eso, esa enorme revolución, en términos de conectividad y de impulso que esa conectividad tenía que tener? Nadie lo pensaba, absolutamente nadie. Y por lo tanto lo que nos ocurre, lo que nos sucede, es que tenemos que enfrentar ese cambio que el mundo está viviendo, porque la realidad también indica que así como la revolución digital avanzó en nuestras vidas, también avanzó en el mundo de la industria. Y la robotización de la industria, lo que está determinando son pérdidas de puestos de trabajo, y el mundo tiene que darle una solución a cada ser humano para poder sobrevivir. Que en el siglo XXI haya un hombre o una mujer que tengan que enfrentar el debate de dónde encontrar su sustento diario, es algo éticamente inadmisible, y esos temas tenemos que abordarlos y tenemos que encontrarles solución. Y ese problema que es un problema universal tiene que ver con algo que dijo el rector recién, tiene que ver con entender que las riquezas de las sociedades ya no están ni en la plata, ni en el oro, ni en el petróleo, ni en el cobre, ni en la soja, ni en el trigo, la riqueza de las sociedades está en el conocimiento, definitivamente es así. Y tenemos que llevar adelante una fuerte inversión en favor del saber de nuestra gente, porque allí está la riqueza del futuro.

La Argentina, vengo de un país, donde la educación pública ha sido lo que nos diferenció. En campaña decía una y otra vez que del otro lado me proponían terminar con derechos, que la solución era ajustar la economía y sacar derechos que tienen los argentinos. Uno de esos derechos fue el derecho al acceso a la educación pública, siempre lo hemos tenido. Ha sido uno de nuestros mayores orgullos, sigue siendo uno de nuestros mayores orgullos. La educación pública no empezó en la universidad, empezó en la escuela primaria, cuando en el siglo XIX liberales de la mejor cepa como Sarmiento, o como Alberdi, propusieron que todos los chicos en la Argentina tengan un lugar donde aprender y maestras que los eduquen. Eran muy liberales, pero entendían la importancia de esa educación y no la dejaron en manos privadas, la asumieron como parte de la responsabilidad del Estado. Y hasta Sarmiento tuvo una idea maravillosa, que todos los chicos vayan a esos colegios con un guardapolvo blanco, con un delantal blanco, para que toda diferencia social quede oculta debajo de ese delantal blanco, y todos sean tratados del mismo modo. A la educación primaria y secundaria, la Argentina también le preocupó la universidad, y allá, por los años 1918, una reforma universitaria que hizo furor en toda a América Latina permitió que el gobierno de las universidades se compartiera entre los que enseñan, los que aprendían, los que se educan, los graduados, y se garantizó la libertad de pensamiento y la libertad de catedra. Hicimos así grandes universidades como la Universidad de Buenos Aires, la de La Plata, la de Córdoba. Y un día llegó Perón al gobierno y dijo que con eso no alcanzaba y había que garantizar la gratuidad absoluta en la Universidad Pública, y allí los hijos de los obreros empezaron a ir a la universidad. Miren, hoy el Rector de la Universidad de Buenos Aires es parte de una familia que tuvo en él al primer graduado universitario de la familia. Y eso lo pudo hacer porque Argentina estaba convencida de la importancia de la Universidad Pública, como hasta hoy, porque no nos quedamos con esas universidades, porque descubrimos que el desafío del presente es llevar la educación a donde está el alumno y no hacer que el alumno tenga que viajar kilómetros para poder educarse. Y en el en Gran Buenos Aires han proliferado universidades muy importantes, la de San Martín, la de Quilmes, la de Hurlingham, la de La Matanza, donde no menos del 80 por ciento de los alumnos son primera generación de universitarios en sus familias. Ese orgullo que tenemos los argentinos lamentablemente no pueden tenerlo todos los latinoamericanos, porque en nuestras universidades, nosotros tenemos un sinfín de alumnos que migran de sus países para estudiar en la Educación Pública argentina, y son muy bienvenidos, son muy bienvenidos, pero en verdad esos alumnos debieran estar en sus países estudiando, y sus países garantizándoles esa educación que necesitan.

Así como nos pasa con la educación que es donde está el futuro, en el conocimiento, nosotros venimos desarrollando desde el primer día el desarrollo de la ciencia y la tecnología, y tenemos muchas cosas para decir con mucho orgullo. No solamente que recuperamos a la ciencia y tecnología y que le hemos vuelto a dar el rol preponderante que tiene, creando un Ministerio, mejorando el ingreso de los investigadores y de los becarios, sino que también en este tiempo nos han dado respuestas a un montón de cosas. Por ejemplo, ejemplo en tiempo récord construyeron test rápidos para poder medir si alguien contagiaba o no el coronavirus. Y también en sociedad con la actividad privada, nuestros científicos desarrollaron grandes cosas, en la Universidad de San Martín desarrollaron el suero equino, que es plasma equino, con anticuerpos para coronavirus, que da realmente muy buenos resultados para los pacientes que están en una condición de enfermedad moderada o grave, y eso es algo que ha hecho en asociación la Educación Pública y la actividad privada. Y también la actividad privada han desarrollado laboratorios de última generación, que han permitido que AstraZeneca elija Mabxience como lugar donde haga las vacunas, junto a la Universidad de Oxford, pera América Latina y en trabajo conjunto con México. Tenemos allí pruebas de que no estamos equivocados cuando decimos de la necesidad de tener un Estado presente, que promueva todas estas actividades para lograr el desarrollo.

Ahora, yo digo todo esto, y también digo que con mucho pesar veo que en los últimos cuatro años América Latina se a disociado entre sí, ha dejado de ser un continente unido y se ha dividido, y se ha dividido por cuestiones que no tienen que ver con nosotros, se ha dividido por cuestiones ideológicas, y por problemas de otros, no por problemas entre nosotros, y nos postergamos, porque esa falta de unidad nos quita fuerzas para discutir. Recién el Rector nombraba a Perón, y ayer hice mención yo, allá por 1953 Perón dio un extenso discurso, hablando del tratado del ABC, así lo llamaba él, que era el tratado entre Argentina, Brasil y Chile. Y él planteaba que nosotros no éramos como países individuales una entidad económica, con la suficiente entidad como para encarar el futuro que se veía. En ese discurso dijo la famosa frase, que muchas veces repetimos en América Latina, en Argentina siempre, “el año 2000 nos encontrará unidos y dominados”. No nos encontró muy unidos, esa es la verdad. Y la realidad es que ese tratado que empezó siendo un acuerdo con Chile naufragó rápidamente, porque por imperio de estados que no participaban de ese acuerdo, eso fracasó, y Brasil rápidamente tuvo que dar marcha atrás y no avanzar en esa idea. Muchos años después con Brasil, con Alfonsín de Presidente y Sarney, Presidente de Brasil, logramos dar los primeros acuerdos para avanzar en el Mercosur. Y el Mercosur tiene que de una vez por todas afianzarse y ampliarse, y tenemos que hacer de América Latina una región integrada, porque lo estamos viendo hoy lo que significa la desintegración de la región, lo estamos viendo lo que pasa en la salud pública en nuestro continente, lo estamos viendo en lo que pasa con la adquisición de vacunas, donde cada uno de nosotros corre presuroso a resolver su problema, cuando si hubiéramos estados todos unidos, para enfrentar la negociación, todo hubiera sido más fácil y nuestras condiciones para exigir hubieran sido mejores.

Ahora, tenemos una gran oportunidad de volver a construir esa América Latina, que hoy en día lo que exhibe es una crisis económica muy grande, una crisis social profunda de la que tenemos que salir rápidamente, porque nuestras sociedades tampoco soportan más la idea del ajuste. Y para salir la unidad del continente es central, y por eso yo estoy tan preocupado con eso. Gobernar Argentina no es cosa fácil, pero en un mundo globalizado donde la necesidad del multilateralismo se impone más, nosotros necesitamos ser un continente unido para poder afrontar ese desafío que se viene y en eso estamos trabajando, por eso hoy estoy aquí en Chile. Chile, creo yo, no lo ha advertido porque vive, porque es protagonista de la política, simplemente, de la película, perdón, no de la política. Pero Chile está viviendo un momento único en su historia, único e irrepetible, Chile está apunto de construir una nueva constitución. Una constitución no es una Ley, una constitución es el contrato que firma una sociedad para ver cómo quiere avanzar, es el ponerse de acuerdo todos y decir vamos todos juntos para ese lado, que están sean las instituciones que nos rijan, y estos derechos que son los derechos de los ciudadanos, son derechos en donde el Estado no puede intervenir. Desde Rosseau en adelante, los abogados sabemos que eso es una constitución, es el contrato social por excelencia. Y la verdad es que por ahí Chile no se enteró o no se dio cuenta, pero está a punto de dar a luz otro Chile, otro Chile, que seguramente tomará muchas cosas del Chile del presente, pero que cambiará también aquellos que los chilenos entiendan que haga falta para hacer mejor sus vidas. Y esa oportunidad no hay que desaprovecharla, hay que aprovecharla muy bien. Y yo miro con mucha atención lo que pasa en Chile, por muchos motivos, es porque yo sé que es un momento histórico único en la vida de un pueblo. Además, se trata de un pueblo que yo amo profundamente, tengo un enorme amor por Chile, y quiero que le vaya muy bien a Chile, quiero que no exista más, se los digo de corazón, el dolor que vi en las calles de Chile en los últimos tiempos. Y quiero un Chile que se una y que puje por ese futuro, que es lo que debemos hacer en América Latina, unirnos y trabajar juntos por un destino común, respetándonos porque también el secreto del presente es entender que no hay una idea única que impera, que hay diversidades y que en la diversidad debemos convivir. Y que no debemos tolerar al que piensa distinto, debemos respetarlo, tolerar es otra cosa, yo tolero algo que estoy obligado hacer, pero que no tengo ganas de hacer. Y yo respeto con muchas ganas al otro y lo hago con ganas, lo hago convencido, respetarnos en la diversidad es el secreto del futuro.

Y también, yo creo que lo dijo magníficamente bien Alicia en su discurso, nosotros estamos preocupados por esos problemas que Argentina tiene y que Alicia mencionó y analizó mejor que yo, así que no los voy a aburrir contando lo que hicimos en Argentina. Pero yo creo que estamos en un tiempo donde no se aguanta más que la mujer no tenga los mismos derechos que el hombre. Que las mujeres tengan los mismos derechos del hombre no quiere decir que voten como los hombres, tampoco quiere decir que sean candidatas como los hombres, tampoco quiere decir que tengan la mitad de representación en un Congreso o en un Gabinete, quieren decir que tengan las mismas oportunidades, porque todos sabemos que eso no es así. Todos sabemos que a la hora de elegir un empleado muchos prefieren elegir un empleado hombre, que sabe que no va a tener el trastorno, entre comillas trastorno, del embarazo o los temas que la mujer tiene también porque sus hijos y sus necesidades, su condición de madre, a veces se los exige. Y esas desigualdades es insoportable. Y todos sabemos que hay un sueldo que el mismo cargo tiene un sueldo si el cargo lo toma un hombre, y tiene otro sueldo si el cargo lo toma una mujer, todos sabemos que eso existe. Y todos sabemos también que debemos darle a la mujer el derecho a decidir sobre su vida y sobre su cuerpo, y que es hora de que lo entendamos, y que no lo sigamos hablando que lo empecemos a ejercer esta realidad. Hablamos antes, al comienzo, y lo marcó recién Alicia, que todo lo importante que es hoy en día el acceso a la educación, y yo les comentaba a ustedes cómo había cambiado el mundo en esta pandemia por el uso precisamente de estas mecánicas de comunicación. En otro tiempo, esto sería una sala con gente y hoy es una sala con cámaras que me enfocan, y ya en otras pantallas me estarán mirando y escuchando otros. El acceso a la información es entender también el acceso al internet, hoy en día definitivamente la conectividad tiene que ser un bien público y debe ser tratada como tal, y no deberíamos estar discutiendo por estas cosas, porque todo ha cambiado, eso también, y la telefonía celular también debe ser tratado como un servicio universal. En Argentina hay 45 millones de habitantes, hay más de 60 millones de teléfonos celulares. Sin embargo, la telefonía fija es un servicio público y algunos cuestionan que la telefonía celular no lo sea. Y muy bien dijo Alicia, cuando nosotros hicimos esa reforma, lo hicimos pensando en cómo el mundo había cambiado y cuáles eran las demandas nuevas que esta nueva sociedad estaba teniendo. Yo creo que tenemos una formidable oportunidad. Saber que Estados Unidos ha vuelto a la Cumbre de Cambio Climático es algo que a todos nos tranquiliza, saber que los Estados Unidos han vuelto la Organización Mundial de la Salud es algo que a todos nos tranquiliza. Nosotros, como continente, la primera tarea que debemos tener y afrontar es volver a estar juntos, unidos y ayudarnos, y ayudarnos. No nos sirve de nada vivir en un vecindario con tanta desigualdad y con tanta inequidad.

Yo le agradezco mucho a CEPAL esta posibilidad que me ha dado de hablarles y de compartir mis ideas y mis compromisos. Le agradezco mucho a Alicia que haya elegido a Litto Nebbia y a Luis Alberto Espineta para ilustrar sus ideas, y creo que tal vez también sirva Litto Nebbia para cerrar mis palabras. Él escribió una canción en México, cuando estaba exiliado, donde hablaba que finalmente, estaba hablando algo parecido a lo que hablamos nosotros, finalmente, solo se trata de vivir. Y allí, en una de sus partes, es al inicio, él dice que “viajando se fortalece el corazón, pues andar nuevos caminos te hace olvidar el anterior”. Vayamos por nuevos caminos, olvidémonos los caminos que transitamos, construyamos nuevos caminos que ese es el camino para una sociedad más justa y más igualitaria.

Gracias a todos y todas, y gracias CEPAL por invitarme. Muchas gracias. (APLAUSOS).