Palabras del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la puesta en marcha de una nueva etapa del plan Argentina Hace para la reactivación y ejecución de obras en municipios de la Provincia de Buenos Aires.

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Palabras del Presidente de la Nación, Alberto Fernández, en la puesta en marcha de una nueva etapa del plan Argentina Hace para la reactivación y ejecución de obras en municipios de la Provincia de Buenos Aires, en la Ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires

PRESIDENTE.- Muy bien, muchas gracias a todos y a todas por estar aquí, buenas reflexiones las que acaba de hacer Axel. Miren, a lo largo de toda la campaña y porque esencialmente lo creo, he venido planteando que nosotros decimos vivir en un país federal pero que en los hechos se presenta y actúa como un país muy unitario. El país es unitario en todas sus dimensiones, un Estado nacional que acumula y distribuye con cierta discrecionalidad, gobiernos provinciales que toman y distribuyen con cierta discrecionalidad, y en verdad lo que nosotros necesitamos es un sistema que distribuya sin discrecionalidad, sino con lógicas automáticas a cada uno lo que les corresponda. El problema central es que lo que ha quedado distorsionado es lo que a cada uno le corresponde. Y cuando uno habla de lo estructural, uno trata de preguntarse por qué Buenos Aires, que produce el 41 por ciento del Producto Bruto, que tiene en su geografía una densidad demográfica impresionante, que ha crecido en los últimos 30 años en cantidad poblacional como ninguna otra provincia, ¿por qué le toca lo que le toca? Y entonces uno se pone a buscar por qué pasó, e irónicamente pasó porque un Presidente le pidió a Buenos Aires que renuncie a parte de su coparticipación para dársela a otras provincias, y lograr así un mejor desarrollo de esas provincias del norte del país, que por esa vía podía conseguir mejores recursos. Ese Presidente fue Raúl Alfonsín, y ese acuerdo se concretó, y Buenos Aires perdió en esa ocasión ocho puntos, si no me equivoco, de coparticipación, con la idea de que ese dinero iba a ir a provincias del norte y se iba a evitar lo que se vislumbraba, que era que mucha gente de ese norte abandonado, iba a poder desarrollarse en el norte, encontrar en el norte posibilidades de estudiar, de salud, de trabajar, iba a dejar de venir hacinarse a los grandes centros urbanos, que se empezaban a construir en torno a la Ciudad de Buenos Aires. Pero eso vocación, claramente federal que tuvo Alfonsín falló y empezó a generar un problema estructural en la provincia de Buenos Aires que hasta el día de hoy no hemos resuelto. Y digo esto, simplemente para hacer historia y reivindicando la vocación federal de Alfonsín, pero para darnos cuenta que tenemos un problema muy profundo que resolver, pero muy profundo, porque Buenos Aires sigue resolviendo ya no sólo habitantes del norte argentino, sigue recibiendo habitantes de países hermanos, en un lugar que no tiene los recursos necesarios para poder desarrollar en condiciones de dignidad la vida de cada uno de esos que viene a la región bonaerense. A mí me parece que lo que nos está pasando con el coronavirus, que en verdad queda concentrado en la Ciudad de Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires, demuestra cuál es el efecto real del hacinamiento y de las consecuencias del hacinamiento. Recién hablábamos con el Intendente de Avellaneda y con la Intendenta de Quilmes, y veíamos la suerte de ese Barrio Azul, separados por una calle donde de un lado hay una intendencia y del otro lado hay otra intendencia. En una de las intendencias, ese barrio popular, se convirtió en un barrio popular con condiciones de dignidad, ahí pudieron desarrollar una hábitat donde vivir mucho mejor, con calles, con centros deportivos, con escuelas, con espacios para el esparcimiento, con casas de material, con baños, pero cruzando la calle ese desarrollo no se hizo. Y ahí están las dos argentinas en un mismo barrio, las dos argentinas en un mismo barrio, y el riesgo de la expansión de la pandemia y cuánto incide en ese riesgo las condiciones de vida, porque cuando testeamos en el barrio donde se construyó con condiciones de vida digna, el contagio es infinitamente menor que cuando verificamos el contagio en la zona más débil de ese mismo barrio. Y entonces, lo que uno inmediatamente se pregunta, es lo que ayer me preguntaron en un reportaje que me hicieron, todos los que estamos acá hacemos política, el tema central de la política es el hombre, ¿cómo nosotros podemos ver semejante diferencia tan cercana y no reaccionar? Cuando a mí me preguntan qué dejó la pandemia, es la muestra de la desigualdad en la que vivimos, eso dejó la pandemia, no dejó otra cosa, aquí nadie puede hacerse el distraído, está a la vista de todos. Lo único que dejó en evidencia son millones de personas a los que el Estado no tenía registrados, y la urgencia de de crear un plan que fue el IFE, dejó al descubierto que había casi un tercio de argentinos que la Argentina, como Estado, no sabía qué hacían, dónde estaban, qué producían, cómo vivían. Y eso como sociedad a nosotros debe avergonzarnos. Estas cosas ocurren no necesariamente por la maldad de la gente o la maldad de los que gobiernan, ocurren porque no se diseña un país igualitario, porque no se diseña el país con criterio de igualdad, porque algún día tenemos que sentarnos todos nosotros y los demás gobernadores y decir de una vez por todas, cómo hacemos que la argentina sea un país riquísimo en el centro y pobrísimo en el norte y en el sur; y cómo hacemos para que dejen de encontrar una mejor suerte, que nunca encuentran, los que vienen del norte a hacinarse al Gran Buenos Aires o en la Ciudad de Buenos Aires; y cómo hacemos para los que están en el norte encuentren allí, en el lugar donde vivieron, la posibilidad de nacer, de crecer, de estudiar, de encontrar un trabajo, de casarse, de hacer su familia, de vivir, de disfrutar y de morirse en el mismo lugar donde vivieron, felices después de haber vivido allí. Ese es el verdadero desafío que la pandemia nos exige, ese es, porque los desafíos no son la mano dura o la mano blanda, porque tener la mano dura y encarcelar a todos y no construir cárceles no tiene sentido, es todo marketing. Y tener ahora en las cárceles personas en riesgo y que el Estado no reaccione ante el riesgo sanitario de esas personas, es un acto inhumano, es inhumano, y nosotros abrazamos la política porque la humanidad es lo que nos importa, por eso abrazamos la política. Por eso, yo digo que lo primero que debe enseñarnos la pandemia es que vivimos en un país injusto y que ahora nadie tiene excusa de decir no “me di cuenta”, porque todos lo hemos visto, todos, que si somos gente digna como creo que somos, no podemos dejar ni permitir que esa situación de desigualdad de sostenga y se profundice. Y que si queremos vivir en un país federal, tenemos que integrarnos, y que para que todo esto ocurra, no va a ver maquina mágica del mercado que lo haga, lo tenemos que hacer nosotros. Cada vez que yo veo todos estos desafíos y a la que la pandemia nos expone o nos enfrenta, yo siempre digo, tenemos una suerte en tanto dolor y en tanta pena, en tanto malestar tenemos una suerte, ¿saben cuál es la suerte? Que es el país más justo que hay que construir, nos tocó construirlo a nosotros, y yo no voy a dejar pasar la oportunidad y ustedes tampoco. Gracias, muchas gracias por todo. (APLAUSOS)