Acto de entrega de la distinción "Senador Domingo Faustino Sarmiento" al Dr. Cristian Fuster: Palabras de la Presidenta de la Nación

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PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, DURANTE EL ACTO DE ENTREGA DE LA DISTINCIÓN “SENADOR DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO”, AL DR. CRISTIAN FUSTER, EN EL SALÓN AZUL DEL PALACIO LEGISLATIVO, CABA.

Bueno, muy buenas tardes a todos y a todas, en especial a Cristian, mi cirujano de cabecera y de cabecera en serio. Yo no sabía – como recién relatara María Inés, la senadora Pilati de Vergara, la senadora por la provincia del Chaco – que nunca había venido aquí a esta casa, de la cual yo formé parte durante tantos años, como senadora de la Nación, un Presidente a un acto institucional. En este caso, un acto de homenaje, pero tomé la decisión de venir a este acto, cuando me dijeron que Cristian había pedido a uno de mis médicos, que están siempre acompañándome, si no vería mal que me acercara la invitación. Y yo le dije: “transmítile que no solamente no veo mal, que me traiga la invitación, sino que además voy a ir al acto”.

Porque quiero decirle a todos los argentinos que aunque no lo sepan, y voy a explicar ahora la verdadera personalidad del Doctor Fuster, este hombre al que seguramente hasta nadie, hoy, conocía como mi médico; este hombre del que nadie seguramente – salvo el mundillo científico, el mundillo de los médicos, tenía conocimiento, este hombre fue el que operó mi cabeza, y realmente estoy acá para reconocerle y para agradecerle y para que la comunidad también lo reconozca. (APLAUSOS).

Uno puede hablar mucho de que es humilde, de que no le gusta la palabra orgullo, pero la verdad que muchas veces son palabras, pero en el caso de Cristian, el tema del bajo perfil, del cero perfil, del no careteo es total y absoluto. Yo los desafío a todos ustedes a que recuerden una foto, que recuerden un reportaje o alguna cosa, donde Cristian haya aparecido como el médico que operó a la Presidenta. Nada, porque esa es su verdadera personalidad, no es una postura fingida la de la humildad y el bajo perfil, él es así, le gusta ser así. Y, bueno, yo creo que esto merece, por parte de todos un gran reconocimiento.

Quiero contar cosas que nos pasaron juntos, porque vivimos muchas cosas junto. María Inés hablaba de la juventud de él, recuerdo que cuando se decidió la operación, cuando decidí operarme, porque obviamente en realidad es el paciente el que decide operarse, hubo gente, hubo un prestigioso cirujano diciendo que cómo iban a dejar operar a la Presidenta por un joven, de apenas 40 años. Y cuando a mí me comentaron la edad del que quería operarme, dije: “No, mejor que me opere uno de 40 porque va a tener mejor pulso, es una cosa de pura lógica”, dije yo. Bueno, yo apuesto en todo a la juventud. (APLAUSOS).

También quiero decirte algo, Cristian, así como hoy acá te están dando un premio, hay algunos que, después de haberme salvado, no te darían un premio. Pero, bueno, digamos que son una minoría muy pequeña y que la gran mayoría siempre conmemora, festeja y premia la vida. Pero lo cierto es que fue un momento difícil porque obviamente asistíamos a la Fundación Favaloro, porque tenía que hacerme un chequeo cardiovascular, de rutina. Nadie va a hacerse algo en la cabeza, por lo menos hasta ese momento, nadie iba a la Fundación Favaloro por estas cuestiones. Normalmente iba toda la gente por cuestiones del corazón, como yo. Y hacía unos días que me dolía la cabeza a mí, y me dolía, una cosa muy rara porque no soy de tener migrañas normalmente, como se dice técnicamente.

Y me acuerdo que íbamos en el auto, con mi médico desde Olivos, y ya llegando al centro digo: “Doctor me sigue doliendo la cabeza, no debe ser la cervical, debe ser algún otro problema”. Y él me dice: “bueno, antes de que le hagan todos los exámenes “- que eran exámenes de resistencia, arriba de la bicicleta. Bueno, deben saber todos como son los exámenes cardiovasculares – le hacemos una resonancia magnética para quedarnos más tranquilos”. Bueno, iba mi hermana con nosotros, que es médica y me llevaron a la sala del resonador magnético, me pusieron allí y el chico, el técnico, que hace toda la manipulación del paciente, me acuesta y me pone allí y al ratito vienen y me sacan.

Entonces, lo primero que vos haces es preguntar qué tal fue y se acerca el chico, a ayudarme a levantar y me dice: “Ahora le van a decir”. Yo dije: “bueno…” y entré a ese lugar que es muy pequeñito, que es la Sala de Monitoreo, donde está el monitor y habían más gentes de las que acostumbraban a estar para que todo fuera normal y todos estaban con una cara, especialmente mi hermana, cuya cara no me gustó nada. Y me dijeron: “mire Doctora, usted tiene un hematoma subdural”. Y yo no entendía nada, pero miré el monitor y vi claramente. Ustedes saben que el cerebro se ve como dos hemisferios perfectos, los dos igualitos y yo vi, que de este lado, en el hemisferio derecho, había una pelota negra horrible. Y yo pregunté: “¿Y eso qué es?”. “Bueno, eso es el hematoma subdural”, me contestaron.

Ustedes se imaginan el impacto personal, ustedes saben que yo había tenido una intervención también, que me habían diagnosticado una grave enfermedad y me tuvieron que extraer la tiroides y cuando me comunicaron eso, la verdad que – en ese momento – no tuve ni remotamente el impacto que tuve cuando me dijeron esto y, sobre todo, cuando fuimos a la habitación, me acostaron y ahí vino Cristian. Ahí ya lo conocí directamente a él, yo lo miraba, tan serio, no se le escapa una sonrisa, ni por broma. No sé cómo será con los demás, no sé si era porque yo soy Presidenta o qué, pero bueno la cuestión es que no se le escapaba una sonrisa y le dije: “bueno, Doctor, ¿qué hay que hacer?” Él me contesta: “Yo aconsejo operar”. ¿Operarme de la cabeza? “Sí, claro”, me dice él. “¿Y cuándo?” “Y, de ser posible, mañana”.

Y yo la verdad que sentí y se lo confesé, después, por eso lo puedo decir públicamente una profunda desconfianza. Qué le pasa a este, no me querrá hacerme algo, le digo yo. (RISAS). Claro, porque a ver que cada uno se ponga en mí lugar, vas a hacerte una cosa de rutina y… bueno, uno que tiene algunos adversarios por ahí y se pregunta, la quieren operar de la cabeza, este qué me querrá hacer. Sí ahora todos nos reímos, pero en ese momento yo le puedo asegurar que no nos reíamos ninguno, y menos yo. Entonces, como a mí me gusta mucho todo el tema de ciencias y sobre todo cuando es por el cuerpo de uno y yo le pregunté qué era eso y él me explicó técnicamente, supimos que era porque yo había tenido un golpe, en Río Gallegos y que era un sangrado, en definitiva y qué había que drenar ese sangrado.

Yo inquirí si había alguna posibilidad de no hacer la operación y él me dijo: “hay un 30 por ciento de posibilidades de que se reabsorba naturalmente”. “ah, bueno”, le dije y pregunté: “¿Y si me operan?”. “Bueno, si la operamos también hay un 30 por ciento de que vuelva a sangrar, o sea que tengamos que volver a operar otra vez”, me contestó. Porque no se ahorró palabra, es como los médicos deben tratar a sus pacientes, por lo menos como pienso yo, diciéndoles la verdad para que puedan adoptar una decisión y para que toda la familia lo sepa. Bueno, pero él me quería operar ya, y yo desconfiaba y entonces dije: “no, no mejor me voy”. Yo me quería ir rápido de la Favaloro, no veía la hora de irme y me fui. “Piénselo porque una cosa es una cirugía programada y otra cosa es una cirugía de urgencia”, me dijo Cristian. Yo pregunté: “bueno, ¿hasta cuándo hay tiempo, se puede producir algo?” “No, puede pensarlo hasta el martes”. Eso era un sábado, ¿te acordás, no? Un sábado por la mañana, que atravesamos, me acuerdo, el centro casi desierto de Buenos Aires.

Y bueno, el domingo por la tarde estaba en Olivos hablando con Rocío, la mamá de Néstor Iván y de repente siento que el brazo izquierdo se me cae, así, casi imperceptiblemente y siento como una cosa que me atraviesa, todo un cosquilleo acá terrible. Bueno, empecé a los gritos, llamé a los médicos, vino Cristian, vino Francisco Klein, vino el doctor Manes, bueno, vinieron…no sé, se hizo una junta médica, estaba mi hermana, mi hijo que ya había llegado, a Máximo lo había mandado llamar y ya se había tomado el avión el mismo días sábado y estaba conmigo en Buenos Aires, y entonces se reunieron todos, hicieron una junta médica, me acuerdo en el Salón Blanco de Olivos, me examinaron, me hicieron hacer cosas con la nariz, y bueno, te da para un lado, te da para el otro, son momentos difíciles.

Cuento estas cosas para que al que le pase lo mismo, no se asuste y pueda estar tranquilo y saber que estas cosas te pueden pasar y que cuando encontrás profesionales como Cristina se solucionan favorablemente.

Y bueno, ahí me comunicaron que la decisión, que era la opinión de todos los médicos, incluida la de mi hermana, era la de operarme pero que la decisión era mía, que yo la tenía que tomar, ellos aconsejaban operar, pero que podía esperar a ver si no se producía ninguna otra reacción como la que había tenido con mi brazo y entonces se reabsorbía naturalmente.

Y yo pensé y dije, como dijo el doctor Manes, “no voy a estar con una espada de Damocles esperando cada minuto, mirando y midiendo si siento esto o si siento lo otro, ‘ma sí’, que me operen, arriba, a jugar como siempre”. A todo o nada.

Y de ahí fuimos a la sala de operaciones, con todos los preparativos, vos hablabas de la Fundación Favoloro, de la soledad del doctor Favaloro, un hombre que amaba su profesión, un hombre que dio tanto al país y al que el país le pagó muy mal, como a tantos otros argentinos.

Nosotros, y esto quiero decirlo también y me gusta el “nosotros” que utilizó Cristian, cuando nos tocó ser gobierno, no solamente fundamos la Sala de Científicos en la Casa de Gobierno y lo colocamos en un lugar preponderante al doctor René Favaloro como uno de los científicos más prestigiosos junto a nuestros Premio Nobel, sino que también, decididamente, desde el ministerio de Salud, desde el ministerio de Desarrollo Social y también desde el ministerio de Economía, comenzamos a ayudar a la Fundación Favaloro para que pudiera recuperarse y salir de la situación en la que estaba. Porque el Estado tiene que estar presente ante instituciones que aportan a la sociedad su conocimiento, el conocimiento de sus profesionales, la mayoría de ellos recibidos en muchísimas universidades públicas nacionales y gratuitas y realmente tengo una experiencia de que…

Me acuerdo que cuando me llevaba a hacer un examen, previo a la preparación de la operación, entramos a una sala de hemodinamia y yo dije “¡ay, qué hermosa sala nueva”, les digo, la donó una presidenta me dijo el doctor Mendis. Y yo iba tan boleada, fíjate vos, no sé si asustada también un poquito, por qué no reconocerlo, que yo dije qué presidenta, idiota, si la única presidenta que hubo en el país fui yo. Ustedes me dijeron que donó la sala de hemodinamia. “Claro”, les digo, pero tenés que estar ahí.

Y la verdad que es una maravilla. Es cierto lo que dice Cristian, no hay mármoles, como una metáfora acerca de lujos cosas, pero sí hay mucha atención, mucha calidez, mucha preocupación por los pacientes, mucha ocupación por los pacientes. Y la verdad que me sentí muy reconfortada y ahí le tomé confianza a Cristian, porque además me contó otras cosas que él no contó y que tal vez ustedes no sepan.

La operación que me tocó sufrir a mí dentro de las operaciones, él me decía, “quédese tranquila, doctora, que no es de las operaciones más graves, es de las más fáciles en materia de neurocirugía”. Y después con el tiempo, porque Cristian iba a verme todos los días, después en mi posoperatorio, él y Francisco Klein, que es el que está en San Juan y le mando desde acá mis cariños, iban a verme todos los días, porque todos los días me examinaban ellos dos personalmente, me hacían todas las pruebas y demás para ver cómo evolucionaba.

Empezamos a charlar, a tomar confianza: este hombre, joven, este compatriota, ha hecho operaciones a cabeza abierta. Así como lo escuchan. Yo quiero que los argentinos sepan que tienen compatriotas y profesionales que hacen estas cosas tan importantes.

Me contó de otra paciente, cantante, que tenía un tumor adentro del cerebro; lo mío estaba afuera del cerebro, con lo cual era mucho menos riesgoso, mucho más fácil la operación. Pero me cuenta de la operación que él realizó a cabeza abierta durante ocho horas y el paciente estaba despierto. ¿Qué significa? Te duermen, te abren la cabeza y después te despiertan. Y yo no lo podía entender, le decía “pero cómo, y no le dolía nada”. “No –me dice él- porque el cerebro no duele” y hay que mantenerlo despierto para que, como el tumor estaba muy cerca de uno de los centros del habla, uno tenía que ir diciéndole…durante ocho horas la paciente tuvo que hablar para que si tocaban y se le empezaba a trabar la lengua, significaba además que estaban tocando mal y por lo tanto tenían que corregir el lugar.

Fíjense qué pulso, mi que si vos te vas a dejar operar por uno de 70 y pico. Después de esto me matan los colegas tuyos de 70 y pico pero no importa.

Bueno, pero quiero contarles esto porque a mí me dejó maravillada, pero me lo contó como si me contara, no sé, una excursión en una tarde de sol, ¿no?, y no era una excursión en una tarde de sol, era una excursión en la cabeza de una persona que estaba despierta, que sabía que le estaban hurgando en el cerebro, que la habían preparado psicológicamente para soportar una tensión de esa manera y que este profesional lo hizo.

Y por eso quería hoy estar aquí para contarles estas cosas. Para contarles que hay profesionales como Cristian Fuster, que se han preparado aquí, pero que también se han preparado en el extranjero, que son muy jóvenes, que son muy capaces, que son anónimos. Cristian hasta hoy era anónimo, nadie sabía que era él el que me había operado de la cabeza. Bueno, ahora lo saben.

Y yo creo que es un homenaje a tantísimos hombres y mujeres que dedican su vida a sus pacientes y que lo hacen con mucha humildad y no temas en usar la palabra “orgullo”, porque orgullo es distinto de vanidad. Lo que no hay que ser es vanidoso, pero cuando uno hace las cosas bien, por sus pacientes, por lo que cree, por su país, hay que tener el orgullo de decirlo y mostrarlo. Porque los argentinos debemos también aumentar nuestra propia autoestima y eso está muy bueno.

Saber que un hombre de nuestras provincias, un hombre del país profundo, como digo yo, de Charata, como dice él orgulloso, “soy de Charata”, con orgullo, me parece muy bien. Bueno, allá hay gente de Charata, ¡vamos Charata todavía!

Y la verdad que vamos a seguir trabajando desde el Estado junto a la Fundación Favaloro como lo hemos hecho en estos años para seguir ayudando, para seguir cooperando con todos aquellos institutos, con todas aquella instituciones, digamos, por así decirlo, que están dedicadas a la ciencia pero, fundamentalmene, a la ciencia aplicada. No es una ciencia de investigación únicamente. Ellos tienen una universidad reconocida durante la gestión del presidente Kirchner, pero lo que es importante es que la ciencia sirva para salvar vidas humanas, en el caso de la medicina, que sirva para producir mejores medicamentos que prolonguen la vida de la gente, la ciencia, en definitiva, aplicada a la vida, aplicada a la economía, a la salud, a todo lo que significa la vida de un país.

Por eso quería estar hoy presente y, bueno, ser la primera Presidenta que esté presente en un homenaje.

Espero que haya muchos más presidentes que tengan que venir a homenajear a argentinos como Cristian Fuster y poder participar porque va a significar que seguimos por el buen camino.

Yo quiero aprovechar, además, para agradecerle a Cristian, conozco ahora a su hija, a la que me decía que él mismo llevaba a la peluquería, yo me acuerdo que me contaba que vos mismo…le digo “¿la llevaste a la peluquería a tu hija?”. “Sí, me encanta llevarla a la peluquería”. Yo dije, este tipo es un amor, es un divino, qué padre lleva a la hija chiquita a la peluquería. Y él me decía que él adoraba hacerlo y adoraba después de un día de trabajo, llegar a su casa, estar con su familia, ponerse el pijama, un par de pantuflas y disfrutarlo junto a su familia. ¿Es así no es cierto Gala? Vieron. Además de buen médico, es buen marido y buen padre. Y todo tiene que ver con todo, como digo yo.

Así que, también agradecerle a todos los médicos, a las enfermeras, a los enfermeros, a los camilleros, a los técnicos, aprovecho para hacerlo ahora públicamente, a todos los profesionales de la Fundación Favaloro, a sus titulares, felicitarlo ahora a Cristian también porque es el primer Director Médico neurólogo de la Fundación, que se caracterizaba precisamente por su cardiología, campeó su universo de atención, lo cual me parece fantástico, y agradecerle a todos por el cariño, por el afecto y además, porque ha demostrado finalmente, que la Presidenta, contra lo que algunos decía, tiene neuronas. Vos lo pudiste comprobar.

Muchas gracias y muy buenas tardes a todos ya todas. (APLAUSOS)

PALABRAS DE LA PRESIDENTA DE LA NACIÓN CRISTINA FERNÁNDEZ DE KIRCHNER, DURANTE EL ACTO DE ENTREGA DE LA DISTINCIÓN “SENADOR DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO”, AL DR. CRISTIAN FUSTER, EN EL SALÓN AZUL DEL PALACIO LEGISLATIVO, CABA.

Bueno, muy buenas tardes a todos y a todas, en especial a Cristian, mi cirujano de cabecera y de cabecera en serio. Yo no sabía – como recién relatara María Inés, la senadora Pilati de Vergara, la senadora por la provincia del Chaco – que nunca había venido aquí a esta casa, de la cual yo formé parte durante tantos años, como senadora de la Nación, un Presidente a un acto institucional. En este caso, un acto de homenaje, pero tomé la decisión de venir a este acto, cuando me dijeron que Cristian había pedido a uno de mis médicos, que están siempre acompañándome, si no vería mal que me acercara la invitación. Y yo le dije: “transmítile que no solamente no veo mal, que me traiga la invitación, sino que además voy a ir al acto”.

Porque quiero decirle a todos los argentinos que aunque no lo sepan, y voy a explicar ahora la verdadera personalidad del Doctor Fuster, este hombre al que seguramente hasta nadie, hoy, conocía como mi médico; este hombre del que nadie seguramente – salvo el mundillo científico, el mundillo de los médicos, tenía conocimiento, este hombre fue el que operó mi cabeza, y realmente estoy acá para reconocerle y para agradecerle y para que la comunidad también lo reconozca. (APLAUSOS).

Uno puede hablar mucho de que es humilde, de que no le gusta la palabra orgullo, pero la verdad que muchas veces son palabras, pero en el caso de Cristian, el tema del bajo perfil, del cero perfil, del no careteo es total y absoluto. Yo los desafío a todos ustedes a que recuerden una foto, que recuerden un reportaje o alguna cosa, donde Cristian haya aparecido como el médico que operó a la Presidenta. Nada, porque esa es su verdadera personalidad, no es una postura fingida la de la humildad y el bajo perfil, él es así, le gusta ser así. Y, bueno, yo creo que esto merece, por parte de todos un gran reconocimiento.

Quiero contar cosas que nos pasaron juntos, porque vivimos muchas cosas junto. María Inés hablaba de la juventud de él, recuerdo que cuando se decidió la operación, cuando decidí operarme, porque obviamente en realidad es el paciente el que decide operarse, hubo gente, hubo un prestigioso cirujano diciendo que cómo iban a dejar operar a la Presidenta por un joven, de apenas 40 años. Y cuando a mí me comentaron la edad del que quería operarme, dije: “No, mejor que me opere uno de 40 porque va a tener mejor pulso, es una cosa de pura lógica”, dije yo. Bueno, yo apuesto en todo a la juventud. (APLAUSOS).

También quiero decirte algo, Cristian, así como hoy acá te están dando un premio, hay algunos que, después de haberme salvado, no te darían un premio. Pero, bueno, digamos que son una minoría muy pequeña y que la gran mayoría siempre conmemora, festeja y premia la vida. Pero lo cierto es que fue un momento difícil porque obviamente asistíamos a la Fundación Favaloro, porque tenía que hacerme un chequeo cardiovascular, de rutina. Nadie va a hacerse algo en la cabeza, por lo menos hasta ese momento, nadie iba a la Fundación Favaloro por estas cuestiones. Normalmente iba toda la gente por cuestiones del corazón, como yo. Y hacía unos días que me dolía la cabeza a mí, y me dolía, una cosa muy rara porque no soy de tener migrañas normalmente, como se dice técnicamente.

Y me acuerdo que íbamos en el auto, con mi médico desde Olivos, y ya llegando al centro digo: “Doctor me sigue doliendo la cabeza, no debe ser la cervical, debe ser algún otro problema”. Y él me dice: “bueno, antes de que le hagan todos los exámenes “- que eran exámenes de resistencia, arriba de la bicicleta. Bueno,  deben saber todos como son los exámenes cardiovasculares – le hacemos una resonancia magnética para quedarnos más tranquilos”. Bueno, iba mi hermana con nosotros, que es médica y me llevaron a la sala del resonador magnético, me pusieron allí y el chico, el técnico, que hace toda la manipulación del paciente, me acuesta y me pone allí y al ratito vienen y me sacan.

Entonces, lo primero que vos haces es preguntar qué tal fue y se acerca el chico, a ayudarme a levantar y me dice: “Ahora le van a decir”. Yo dije: “bueno…” y entré a ese lugar que es muy pequeñito, que es la Sala de Monitoreo, donde está el monitor y habían más gentes de las que acostumbraban a estar para que todo fuera normal y todos estaban con una cara, especialmente mi hermana, cuya cara no me gustó nada. Y me dijeron: “mire Doctora, usted tiene un hematoma subdural”. Y yo no entendía nada, pero miré el monitor y vi claramente. Ustedes saben que el cerebro se ve como dos hemisferios perfectos, los dos igualitos y yo vi, que de este lado, en el hemisferio derecho, había una pelota negra horrible. Y yo pregunté: “¿Y eso qué es?”. “Bueno, eso es el hematoma subdural”, me contestaron.

Ustedes se imaginan el impacto personal, ustedes saben que yo había tenido una intervención también, que me habían diagnosticado una grave enfermedad y me tuvieron que extraer la tiroides y cuando me comunicaron eso, la verdad que – en ese momento – no tuve ni remotamente el impacto que tuve cuando me dijeron esto y, sobre todo, cuando fuimos a la habitación, me acostaron y ahí vino Cristian. Ahí ya lo conocí directamente a él, yo lo miraba, tan serio, no se le escapa una sonrisa, ni por broma. No sé cómo será con los demás, no sé si era porque yo soy Presidenta o qué, pero bueno la cuestión es que no se le escapaba una sonrisa y le dije: “bueno, Doctor, ¿qué hay que hacer?” Él me contesta: “Yo aconsejo operar”. ¿Operarme de la cabeza? “Sí, claro”, me dice él. “¿Y cuándo?” “Y, de ser posible, mañana”.

Y yo la verdad que sentí y se lo confesé, después, por eso lo puedo decir públicamente una profunda desconfianza. Qué le pasa a este, no me querrá hacerme algo, le digo yo. (RISAS). Claro, porque a ver que cada uno se ponga en mí lugar, vas a hacerte una cosa de rutina y… bueno, uno que tiene algunos adversarios por ahí y se pregunta, la quieren operar de la cabeza, este qué me querrá hacer. Sí ahora todos nos reímos, pero en ese momento yo le puedo asegurar que no nos reíamos ninguno, y menos yo. Entonces, como a mí me gusta mucho todo el tema de ciencias y sobre todo cuando es por el cuerpo de uno y yo le pregunté qué era eso y él me explicó técnicamente, supimos que era porque yo había tenido un golpe, en Río Gallegos y que era un sangrado, en definitiva y qué había que drenar ese sangrado.

Yo inquirí si había alguna posibilidad de no hacer la operación y él me dijo: “hay un 30 por ciento de posibilidades de que se reabsorba naturalmente”. “ah, bueno”, le dije y pregunté: “¿Y si me operan?”. “Bueno, si la operamos también hay un 30 por ciento de que vuelva a sangrar, o sea que tengamos que volver a operar otra vez”, me contestó. Porque no se ahorró palabra, es como los médicos deben tratar a sus pacientes, por lo menos como pienso yo, diciéndoles la verdad para que puedan adoptar una decisión y para que toda la familia lo sepa. Bueno, pero él me quería operar ya, y yo desconfiaba y entonces dije: “no, no mejor me voy”. Yo me quería ir rápido de la Favaloro, no veía la hora de irme y me fui. “Piénselo porque una cosa es una cirugía programada y otra cosa es una cirugía de urgencia”, me dijo Cristian. Yo pregunté: “bueno, ¿hasta cuándo hay tiempo, se puede producir algo?” “No, puede pensarlo hasta el martes”. Eso era un sábado, ¿te acordás, no? Un sábado por la mañana, que atravesamos, me acuerdo, el centro casi desierto de Buenos Aires.

Y bueno, el domingo por la tarde estaba en Olivos hablando con Rocío, la mamá de Néstor Iván y de repente siento que el brazo izquierdo se me cae, así, casi imperceptiblemente y siento como una cosa que me atraviesa, todo un cosquilleo acá terrible. Bueno, empecé a los gritos, llamé a los médicos, vino Cristian, vino Francisco Klein, vino el doctor Manes, bueno, vinieron…no sé, se hizo una junta médica, estaba mi hermana, mi hijo que ya había llegado, a Máximo lo había mandado llamar y ya se había tomado el avión el mismo días sábado y estaba conmigo en Buenos Aires, y entonces se reunieron todos, hicieron una junta médica,  me acuerdo en el Salón Blanco de Olivos, me examinaron, me hicieron hacer cosas con la nariz, y bueno, te da para un lado, te da para el otro, son momentos difíciles.

Cuento estas cosas para que al que le pase lo mismo, no se asuste y pueda estar tranquilo y saber que estas cosas te pueden pasar y que cuando encontrás profesionales como Cristina se solucionan favorablemente.

Y bueno, ahí me comunicaron que la decisión, que era la opinión de todos los médicos, incluida la de mi hermana, era la de operarme pero que la decisión era mía, que yo la tenía que tomar, ellos aconsejaban operar, pero que podía esperar a ver si no se producía ninguna otra reacción como la que había tenido con mi brazo y entonces se reabsorbía naturalmente.

Y yo pensé y dije, como dijo el doctor Manes, “no voy a estar con una espada de Damocles esperando cada minuto, mirando y midiendo si siento esto o si siento lo otro, ‘ma sí’, que me operen, arriba, a jugar como siempre”. A todo o nada.

Y de ahí fuimos a la sala de operaciones, con todos los preparativos, vos hablabas de la Fundación Favoloro, de la soledad del doctor Favaloro, un hombre que amaba su profesión, un hombre que dio tanto al país y al que el país le pagó muy mal, como a tantos otros argentinos.

Nosotros, y esto quiero decirlo también y me gusta el “nosotros” que utilizó Cristian, cuando nos tocó ser gobierno, no solamente fundamos la Sala de Científicos en la Casa de Gobierno y lo colocamos en un lugar preponderante al doctor René Favaloro como uno de los científicos más prestigiosos junto a nuestros Premio Nobel, sino que también, decididamente, desde el ministerio de Salud, desde el ministerio de Desarrollo Social y también desde el ministerio de Economía, comenzamos a ayudar a la Fundación Favaloro para que pudiera recuperarse y salir de la situación en la que estaba. Porque el Estado tiene que estar presente ante instituciones que aportan a la sociedad su conocimiento, el conocimiento de sus profesionales, la mayoría de ellos recibidos en muchísimas universidades públicas nacionales y gratuitas y realmente tengo una experiencia de que…

Me acuerdo que cuando me llevaba a hacer un examen, previo a la preparación de la operación, entramos a una sala de hemodinamia y yo dije “¡ay, qué hermosa sala nueva”, les digo, la donó una presidenta me dijo el doctor Mendis. Y yo iba tan boleada, fíjate vos, no sé si asustada también un poquito, por qué no reconocerlo, que yo dije qué presidenta, idiota, si la única presidenta que hubo en el país fui yo. Ustedes me dijeron que donó la sala de hemodinamia. “Claro”, les digo, pero tenés que estar ahí.

Y la verdad que es una maravilla. Es cierto lo que dice Cristian, no hay mármoles, como una metáfora acerca de lujos cosas, pero sí hay mucha atención, mucha calidez, mucha preocupación por los pacientes, mucha ocupación por los pacientes. Y la verdad que me sentí muy reconfortada y ahí le tomé confianza a Cristian, porque además me contó otras cosas que él no contó y que tal vez ustedes no sepan.

La operación que me tocó sufrir a mí dentro de las operaciones, él me decía, “quédese tranquila, doctora, que no es de las operaciones más graves, es de las más fáciles en materia de neurocirugía”. Y después con el tiempo, porque Cristian iba a verme todos los días, después en mi posoperatorio, él y Francisco Klein, que es el que está en San Juan y le mando desde acá mis cariños, iban a verme todos los días, porque todos los días me examinaban ellos dos personalmente, me hacían todas las pruebas y demás para ver cómo evolucionaba.

Empezamos a charlar, a tomar confianza: este hombre, joven, este compatriota, ha hecho operaciones a cabeza abierta. Así como lo escuchan. Yo quiero que los argentinos sepan que tienen compatriotas y profesionales que hacen estas cosas tan importantes.

Me contó de otra paciente, cantante, que tenía un tumor adentro del cerebro; lo mío estaba afuera del cerebro, con lo cual era mucho menos riesgoso, mucho más fácil la operación. Pero me cuenta de la operación que él realizó a cabeza abierta durante ocho horas y el paciente estaba despierto. ¿Qué significa? Te duermen, te abren la cabeza y después te despiertan. Y yo no lo podía entender, le decía “pero cómo, y no le dolía nada”. “No –me dice él- porque el cerebro no duele” y hay que mantenerlo despierto para que, como el tumor estaba muy cerca de uno de los centros del habla, uno tenía que ir diciéndole…durante ocho horas la paciente tuvo que hablar para que si tocaban y se le empezaba a trabar la lengua, significaba además que estaban tocando mal y por lo tanto tenían que corregir el lugar.

Fíjense qué pulso, mi que si vos te vas a dejar operar por uno de 70 y pico. Después de esto me matan los colegas tuyos de 70 y pico pero no importa.

Bueno, pero quiero contarles esto porque a mí me dejó maravillada, pero me lo contó como si me contara, no sé, una excursión en una tarde de sol, ¿no?, y no era una excursión en una tarde de sol, era una excursión en la cabeza de una persona que estaba despierta, que sabía que le estaban hurgando en el cerebro, que la habían preparado psicológicamente para soportar una tensión de esa manera y que este profesional lo hizo.

Y por eso quería hoy estar aquí para contarles estas cosas. Para contarles que hay profesionales como Cristian Fuster, que se han preparado aquí, pero que también se han preparado en el extranjero, que son muy jóvenes, que son muy capaces, que son anónimos. Cristian hasta hoy era anónimo, nadie sabía que era él el que me había operado de la cabeza. Bueno, ahora lo saben.

Y yo creo que es un homenaje a tantísimos hombres y mujeres que dedican su vida a sus pacientes y que lo hacen con mucha humildad y no temas en usar la palabra “orgullo”, porque orgullo es distinto de vanidad. Lo que no hay que ser es vanidoso, pero cuando uno hace las cosas bien, por sus pacientes, por lo que cree, por su país, hay que tener el orgullo de decirlo y mostrarlo. Porque los argentinos debemos también aumentar nuestra propia autoestima y eso está muy bueno.

Saber que un hombre de nuestras provincias, un hombre del país profundo, como digo yo, de Charata, como dice él orgulloso, “soy de Charata”, con orgullo, me parece muy bien. Bueno, allá hay gente de Charata, ¡vamos Charata todavía!

Y la verdad que vamos a seguir trabajando desde el Estado junto a la Fundación Favaloro como lo hemos hecho en estos años para seguir ayudando, para seguir cooperando con todos aquellos institutos, con todas aquella instituciones, digamos, por así decirlo, que están dedicadas a la ciencia pero, fundamentalmene, a la ciencia aplicada. No es una ciencia de investigación únicamente. Ellos tienen una universidad reconocida durante la gestión del presidente Kirchner, pero lo que es importante es que la ciencia sirva para salvar vidas humanas, en el caso de la medicina, que sirva para producir mejores medicamentos que prolonguen la vida de la gente, la ciencia, en definitiva, aplicada a la vida, aplicada a la economía, a la salud, a todo lo que significa la vida de un país.

Por eso quería estar hoy presente y, bueno, ser la primera Presidenta que esté presente en un homenaje.

Espero que haya muchos más presidentes que tengan que venir a homenajear a argentinos como Cristian Fuster y poder participar porque va a significar que seguimos por el buen camino.

Yo quiero aprovechar, además, para agradecerle a Cristian, conozco ahora a su hija, a la que me decía que él mismo llevaba a la peluquería, yo me acuerdo que me contaba que vos mismo…le digo “¿la llevaste a la peluquería a tu hija?”. “Sí, me encanta llevarla a la peluquería”. Yo dije, este tipo es un amor, es un divino, qué padre lleva a la hija chiquita a la peluquería. Y él me decía que él adoraba hacerlo y adoraba después de un día de trabajo, llegar a su casa, estar con su familia, ponerse el pijama, un par de pantuflas y disfrutarlo junto a su familia. ¿Es así no es cierto Gala? Vieron. Además de buen médico, es buen marido y buen padre. Y todo tiene que ver con todo, como digo yo.

Así que, también agradecerle a todos los médicos, a las enfermeras, a los enfermeros, a los camilleros, a los técnicos, aprovecho para hacerlo ahora públicamente, a todos los profesionales de la Fundación Favaloro, a sus titulares, felicitarlo ahora a Cristian también porque es el primer Director Médico neurólogo de la Fundación, que se caracterizaba precisamente por su cardiología, campeó  su universo de atención, lo cual me parece fantástico, y agradecerle a todos por el cariño, por el afecto y además, porque ha demostrado finalmente, que la Presidenta, contra lo que algunos decía, tiene neuronas. Vos lo pudiste comprobar.

Muchas gracias y muy buenas tardes a todos ya todas. (APLAUSOS)             

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La Presidenta con el Dr. Cristian Fuster
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