PALABRAS DEL PRESIDENTE NÉSTOR KIRCHNER EN LA INAUGURACIÓN DE LA FACHADA Y NUEVAS CRUCES DE LA BASÍLICA DE LUJÁN

PALABRAS DEL PRESIDENTE NÉSTOR KIRCHNER EN LA INAUGURACIÓN DE LA FACHADA Y NUEVAS CRUCES DE LA BASÍLICA DE LUJÁN

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Señor gobernador de la provincia de Buenos Aires, querido amigo Felipe Solá; señor arzobispo de Mercedes-Luján, querido amigo Rubén Dimonti; canciller, Rafael Bielsa; ministro del Interior Aníbal Fernández; ministros De Vido, Pampuro, Tomada; autoridades nacionales, provinciales, integrantes del clero; señores intendentes; señoras y señores: decía que me quedaba tranquilo que el trabajo fue muy bien hecho, porque he entrado yo a la capilla y no se cayó; esto es importante.

Estoy feliz de estar hoy aquí, Monseñor; me lo decía él, yo lo hice público, “mire qué bien hecho que fue que no se cayó”. Pero realmente fue la primera obra que licitamos, y fue hecha con todo el sentimiento, con todo el cariño, con toda la amplitud de algo que sintetiza a todos los argentinos.

Estoy feliz hoy de poder compartir con ustedes, con las distintas instituciones presentes aquí, los distintos intendentes, las Madres y Abuelas, la inauguración plural en esta casa de Dios donde evidentemente hoy nos juntamos no sólo para ver, sentir y valorar la obra que se ha llevado adelante, sino también para decir que vamos a seguir adelante, que vamos a terminar con la vergüenza de ese órgano que hace 50 años que no funciona, como me decía el señor Arzobispo recién; que la vamos a seguir refaccionando porque es una obligación de todos los argentinos y porque ésta que es la casa de Dios debe ser la casa de todos los argentinos y debe ser tenida en cuenta con el cariño, el afecto y el mantenimiento que el Estado Argentino le debe a un lugar donde la fe de los argentinos es centro de acción clara y concreta.

Esa fe utilizada muchísimas veces, a mi juicio; yo siempre digo que uno tiene que hablar como siente, pero en nombre de esa fe a veces utilizando la fe, a Dios y cosas muy veneradas por todos nosotros, se hicieron genocidios y cosas horribles en nuestra Patria.

Por eso cuando hoy estamos todos nosotros acá en el marco de la pluralidad, construyendo la historia del presente y del futuro que nos merecemos, me siento como un hombre católico desde siempre, pero sería una hipocresía de mi parte, querido Arzobispo, no decir que muchas veces levanté mi voz contra algunas actitudes inclusive de mi propia Iglesia que no me gustaron. Yo me siento abrazado a fondo a la Iglesia y a la religión que nos guía, lo que no significa que muchas veces coincida con la palabra de alguno de sus pastores. (Aplausos) Creo que en la vida definitivamente la hipocresía hay que dejarla de lado.

Estoy aquí y Dios quiera, le pido a Dios con mucha fuerza que me ayude a equivocarme menos; soy un hombre normal, señor Arzobispo; seguro que desde la mañana tempranito, según dice Cristina, me empiezo a equivocar, pero lo hago con lo mejor de la fe y trato de corregir permanentemente, porque sé que cada error que no sea corregido le va a costar mucho a muchos argentinos, y ya nos costaron demasiado los errores de muchos dirigentes a los argentinos.

Por eso la clase dirigente argentina, los periodistas argentinos, los medios de la Argentina, todos debemos tener gestos de gran humildad y darnos cuenta de que nadie es perfecto y que si sabemos entender que tenemos la verdad relativa y sabemos aceptar que nos equivocamos, estoy seguro de que la sonrisa va a aparecer mucho más rápido en todos nuestros hermanos.

Yo siempre digo en cada lugar que voy y me permito en esta querida Basílica de Luján, querido Arzobispo, decirles a ustedes que están allí que yo sueño con esa Argentina que me crió, cuando mi abuelo y mi papá me miraban y decían: “mi hijo va a tener un trabajo, va a ir a la universidad, mis hijos van a estar mejor que yo”, y que nunca más le toque pasar a nadie, de ninguna clase dirigente, lo que me ha tocado vivir durante estos años, cuando he ido a lugares siendo gobernador, candidato a presidente y Presidente, donde amuchados en una sola casa, como bien dijo nuestro querido Arzobispo estaban tres generaciones distintas, el padre, el abuelo y los hijos; el abuelo con los ojos en lágrimas sabiendo que sus nietos y sus hijos, pero sus nietos fundamentalmente, iban a estar peor que ellos. Espero que cuando el 10 de diciembre de 2007 termine mi mandato ese abuelo no llore más, ese padre tenga la convicción de que sus hijos van a volver como antes a estar mejor que ellos, porque cuando se recupera esa esperanza se recupera la esperanza de vida y se recupera la esperanza de un futuro mejor. Es el gran sueño, en eso está todo nuestro esfuerzo. (Aplausos)

Y otro tema que es un compromiso cristiano de todos nosotros. Acá hay muchos dirigentes que son intendentes, yo fui intendente y gobernador, y en un determinado momento caímos en un andar de cosas donde nos alegrábamos cada vez que inaugurábamos un comedor, con la intención de darle una cobertura a la miseria creciente en la Argentina, sin darnos cuenta de que no íbamos a las causas, sino que tratábamos de amortiguar. Otro sueño que tengo para diciembre del 2007 es que no tengamos que decir más los dirigentes que estamos inaugurando comedores, sino que estamos contemplando los hogares propios de millones y millones de familias de argentinos que se vuelven a juntar en la casa, en la cocina, en la mesa del comedor, el padre con sus hijos comentado cómo les fue en la escuela. (Aplausos) Cuando le traíamos el cuaderno a nuestra mamá, algunos con muchos sobresalientes, yo todos con “casi bien”, no era muy placentero pero era la mesa del hogar y eso es vital para recuperar el amor, para recuperar la solidaridad. No podemos seguir hablando de amor y de solidaridad, y ser puentes constructores de miseria; tenemos que hablar de amor y solidaridad y ser puentes de inclusión social.

Claro que los índices de pobreza, querido Arzobispo, son altos, 57 por ciento cuando me tocó asumir, hoy tenemos 38 por ciento, 19 puntos menos, tenemos 7 millones menos de pobres. Claro, nos quedan 15 millones de pobres en la Argentina, lo cual nos avergüenza todavía, pero hemos bajado 7 millones en 2 años. El que quiere ayudar dice “se bajaron 7 millones”, el escéptico del todo dice “todavía hay 15”; sí, todavía hay 15, y lo vamos a seguir bajando con nuestro esfuerzo. La indigencia la hemos llevado a la mitad, 13.6 por ciento; la desocupación del 24 al 11.3 por ciento. Miren adónde habíamos llegado y todo lo que nos falta hacer.

Por eso le digo siempre a Cristina que el 10 de diciembre del 2007 espero decirle al pueblo argentino que estamos en un dígito de desocupación, un dígito de indigencia, y en la mitad de la pobreza con la que nos tocó asumir. Este es mi compromiso aquí en la Basílica de Luján, un compromiso de amor y de sueños. (Aplausos) De sueños de justicia, de que haya memoria y no haya impunidad, querido Arzobispo, porque la impunidad de ayer generó la impunidad más cercana y por allí la que puede existir hoy también.

Es fundamental que vivamos en un país con una Corte independiente, con las instituciones funcionando como corresponde, donde los argentinos dejemos de agredirnos para pensar en más, y de agraviarnos a veces en nuestra propia incapacidad para pensar en soluciones que nuestro pueblo necesita. Les puedo asegurar que hago el mayor de los esfuerzos, y a veces me cuesta, porque uno recibe agravios, le toca pasar de todo cuando está en la función pública. Porque algunos quisieran que quienes, como hoy en mi caso, estamos en la conducción del Estado, nos pareciéramos a algunas familias que estaban en los 90, no pueden entender que somos distintos, que nos criaron distinto, que venimos de hogares donde nos dieron otros valores, y que para nosotros el paso por el poder sólo es una circunstancia. Lo permanente es la convivencia con la sociedad y el poder abrazarnos permanentemente a nuestra gente en la recuperación de nuestra clase trabajadora, en la recuperación de la movilidad ascendente de nuestra querida clase media, que es motor central del crecimiento argentino, y en la aparición de los empresarios nacionales que vuelvan a coronar la riqueza argentina. Es un sueño que podemos convertir en realidad.

Por eso si usted me permite, si digo algo que está mal y es un pecado me confieso ya, pero lo voy a decir como lo siento: les pido que desde la Capital a Tierra del Fuego, aquí desde la Basílica de Luján, y desde la Capital a Jujuy me ayuden, nada más, yo trato de poner todo lo que tengo a mi alcance. Muchas gracias.