PALABRAS DEL PRESIDENTE NÉSTOR KIRCHNER, EN EL 19° FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE, EN LA CIUDAD DE MAR DEL PLATA

PALABRAS DEL PRESIDENTE NÉSTOR KIRCHNER, EN EL 19° FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE, EN LA CIUDAD DE MAR DEL PLATA

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Señor presidente del Instituto Nacional del Cine y Artes Audiovisuales; señor amigo Fernando “Pino” Solanas; autoridades nacionales, provinciales y municipales; señores directores, productores, actores y trabajadores del cine y la cultura; señoras y señores: es para nosotros un honor estar presentes en esta nueva edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata; queremos dar la bienvenida a todas las personalidades del cine y la cultura internacional que han llegado de todos los lugares del mundo a nuestra tierra argentina. Esta ciudad, es hoy a través de su festival, capital de la integración y la diversidad cultural de las naciones y sus comunidades.

La ciudad de Mar del Plata merece por su envergadura y su belleza, por lo que significa en el corazón de los argentinos, tener este magnífico evento, el único festival hoy de su categoría clase “A” en toda América. (Aplausos)

Es imprescindible su consolidación como reflejo de la vigorosa esperanza que hoy nos anima y de nuestra renovada voluntad de ser un país en serio. Este evento comenzó a realizarse exactamente hace 50 años, en el año 1954. El cine argentino como el país, expresaba una vigorosa voluntad de ser como nación. En aquel entonces llegaron a Mar del Plata desde todo el mundo, las figuras más representativas de Hollywood y Europa y también entonces nuestro cine llegaba vigorosamente a muchas pantallas del mundo especialmente a América latina. Un cine que era una industria cultural, con grandes estudios y un sistema estelar popular y reconocido internacionalmente. Algunas de esas estrellas aún nos acompañan como testimonio de ese tiempo, otras ya son eternas como Lucas Demare, Mario Sófficci, Hugo del Carril y Niní Marshall. (Aplausos)

Lamentablemente, después de aquel promisorio primer festival, las aguas bajaron turbias para los argentinos; ni el cine argentino ni este festival escaparon a la frustración y a la postergación de hacer una nación como la que nos merecemos todos los argentinos.

Hoy, el festival cumple en su edición 19°, 50 años y eso habla inequívocamente de nuestra historia; ocurre que el festival y nuestro cine son una metáfora viva de un país que nunca dejó de soñar pero que le ha costado vivir, crecer y trascender.

El cine es expresión esencial de la cultura para las naciones y los pueblos. Es evidente hoy que las naciones grandes tienen un cine grande y trascendente. La historia demuestra también que la cinematografía muchas veces ha sido en el siglo XX y en este siglo XXI clave esencial de esa grandeza; mucha se expresa en el potencial del país que la impulsa y la genera, como Estados Unidos, Inglaterra o Francia, pero es imposible olvidar el papel que esas cinematografías han ocupado y ocupan en el afianzamiento de los proyectos de crecimiento e identidad de esos países. Es evidente entonces que las naciones también devienen grandes en la medida del cine que han hecho. Las chimeneas de luz del cine, como decía recién mi amigo, fueron las primeras fábricas que hablaron del renacimiento europeo de posguerra o la España de la democracia.

Es importante entenderlo, un país sin lugar a dudas es tan grande o tan pequeño como su proyecto cultural o como su cine que devuelve como el espejo de un niño su noción de ser, su noción de identidad. En tanto, industria cultural expresa como pocas actividades, la integración del cuerpo y el alma de una nación.

No es casual que cuando éramos un país en crecimiento con justicia, soberanía y orgullo nacional, teníamos también un cine fuertemente industrial modelo para muchos países y admirado por muchas audiencias. (Aplausos)

Tampoco es casual que luego junto con la postergación, la entrega y la injusticia, hayamos postergado tantas ediciones de este festival. Tenemos hoy un cine reconocido internacionalmente en los principales festivales del mundo; aquí también en medio de la crisis y la desesperanza, nuestro cine dio las primeras señales de que un país mejor y más justo es posible.

El cine argentino está demostrando lo que podemos hacer cuando la creatividad, la producción y el trabajo de los argentinos, se potencia como políticas de Estado que protegen y promueven lo nuestro. Es también un modelo en escala de modelo de país por el que trabajamos todos los días, creatividad, producción y trabajo mancomunados con políticas públicas que facilitan en lugar de obstaculizar.

Estamos recuperando nuestro cine, porque hemos recuperado con la autarquía la plena vigencia de la Ley de Cine, por la que toda la industria bregó durante años. (Aplausos) Ley de Cine que fue mutilada en los ´90 como tantos otros proyectos y expresiones de la producción nacional por quienes nos proponían ser consumidores sin producir, ser importadores sin hacer, ser espectadores sin filmar.

Queremos dejar atrás para siempre ese proyecto insensato y estoy aquí para afirmar que es posible con el ejemplo tan cercano de nuestro cine, un cine que tiene mucho para dar y mucho para hacer, que nos dice claramente que podemos crecer tanto como nuestro cine está creciendo, un cine que vale la pena mirar, anticipa un país en el que valdrá la pena vivir.

No se puede dudar hoy que tenemos un cine argentino que vale la pena mirar, el mundo entero lo reconoce. Estamos aquí para decirlo y es justo decirle a nuestros realizadores, actores, trabajadores del cine y la cultura, gracias por el cine que están haciendo, el cine de todos los argentinos, nuestro cine. Gracias por pintar nuestra aldea, llevar a los ojos del mundo la imagen que más nos gusta mostrar, la de un país que sabe crear y lo demuestra con creces en esta maravillosa y compleja actividad.

El cine es una industria cultural; como industria cada metro de celuloide importado se llena cincuenta veces o más que su valor original con trabajo argentino, generando oportunidades para nuestros artistas y técnicos pero también trabajo indirecto desde todos los rubros que integran un film en su complejidad industrial, servicios, transporte, vestuario, comunicaciones, difusión, publicidad, exhibición; por sobre todo el negocio incalculable de ser ante nosotros y ante el mundo, porque somos universales de lo que aquí somos y sólo nos ven como nos vemos.

El cine no puede ser mensurado por meras contabilidades o estadísticas ya que su más trascendente alcance es el de su valor cultural, como suma de artes, pensamiento y autoconciencia. Y si alguno piensa que exageramos, ahí está Hollywood que ha vendido películas pero también heladeras, hamburguesas y modos de vestir y también ha ayudado a ganar la guerra fría y a proyectar un modelo cultural, bueno o malo más allá de lo imaginable.

Los Estados deben proteger sus industrias culturales, porque suelen crecer en la medida de su proyecto cultural. Nuestro lugar en la historia tendrá la medida de nuestros relatos y los de nuestro cine, en ellos ya se está contando lo que fuimos, lo que nos pasó, lo que nos pasa pero también lo que queremos ser.

Tenemos una cinematografía que sorprende por su originalidad y por su juventud. Los jóvenes realizadores argentinos, como tantas veces ha ocurrido con nuestras expresiones culturales, son profetas en tierras lejanas y reconocidas por los jurados y la crítica internacional.

Es imposible nombrar a toda esa legión de muchachos que a poco de estudiar en nuestras escuelas de cine, deslumbrar por sus historias plenas de diversidad y representativas desde su punto de vista generacional. Un cine sorprendente en su fuerte espontaneidad y personalidad.

Lo que no sorprende es la creciente presencia femenina en nuestra cinematografía. Hasta hace pocos años sólo un par de directoras accedía a la realización, como la recordada María Luisa Bemberg y su perdurable obra. (Aplausos)

Hoy hay más de un veintena de realizadoras de largometrajes que hablan de un cine propio, pleno de diversidad y poblado del imprescindible punto de vista femenino. El cine reproduce así lo que pasa en el país, un cine también atento a la memoria de nuestra historia reciente, es decir a la justicia y al compromiso. Películas y documentales que ayudan y ayudarán a reconstruirnos, imprescindibles para entender qué nos pasó y, por ello, para que nunca más nos pase. (Aplausos)

Continúa en ellos la tradición de pioneros como Fernando Birri, que será homenajeado también en estos días. (Aplausos) Películas testimoniales como “Sol de noche”, “El Nuremberg argentino”, “Trelew” y, por supuesto, la valiente mirada de nuestro admirado “Pino” Solanas en “Memorias del saqueo”, que veremos en instantes y que resume la necesidad de tener un cine que es memoria y espejo de lo que somos. El cine ha vuelto a demostrar una vez más, a través de un director como Fernando “Pino” Solanas, su trascendencia. Honra a la Argentina y a todos los argentinos el homenaje que recibiera del Vicecanciller alemán en el reciente Festival de Berlín.

Me ha informado el Instituto del Cine que este año están filmando y estrenarán sus películas muchos directores argentinos: Adolfo Aristarain, Enrique Piñeiro, Pablo Trapero, Lucrecia Martell, Miguel Pereira, Daniel Burckman, Carlos Sorín, Juan José Campanella, Luis Puenzo, Héctor Olivera –que esta vez no me tiene en su elenco como extra-. (Risas y aplausos). Seguramente otros directores aún desconocidos se sumarán a esta selección nacional que en 2004 promete jugar en nuestro cine.

Relatos como “Iluminados por el fuego”, de Tristan Bauer, sobre el drama de la gesta de Malvinas, (aplausos), “El fin”, de Miguel Pereira, “El hombre que llegó a un pueblo”, adaptación de la novela de Héctor Tizón, o la película de Olivera “Ay, Juancito”, con guión de José Pablo Feimann. (Aplausos). Un cine de pluralidad ideológica en el que nuestros autores integran a nuestros artistas como en los tiempos en que Homero Manzi o Petit de Murat escribían cine para los grandes directores de su tiempo.

Todas estas películas y estos nombres, hablan claro de un cine que está en marcha pero que debe aun bregar por seducir a nuestras grandes audiencias como lo hicieron en otros tiempos talentos como Leonardo Favio, Leopoldo Torre Nilson o la recordada María Luisa Bemberg. (Aplausos)

Nuestro cine merece además de los premios, la mirada de su propio público en cifras mayores que las actuales sin desmerecer por ello los premios que sirven y mucho para su consolidación. Hablamos con ellos y de ello con el Instituto Nacional de Artes Audiovisuales y, por sobre todo, entendemos la necesidad de seguir trabajando y expandiendo las posibilidades que la Ley del Cine y su autarquía brindan hoy a la industria del cine. Nos proponemos por ello un plan concreto y preciso que permita además restañar las heridas que sabemos que la crisis también dejó en el cine.

Es importante que el cine es un industria y, como tal, no puede ser protegida como la alimentaria, la automotriz o la farmaceútica en la Aduana y los mercados del abrumador ingreso a nuestras pantallas de cientos de productos extranjeros. Nuestras películas que cuestan un poco más de un millón de pesos deben competir en el mercado con películas extranjeras de cincuenta o cien millones de dólares de costo y que llegan a nuestras salas promocionadas globalmente y amortizadas. Es una competencia entre David y Goliat que requiere de políticas públicas activas de estímulo y protección que, como dije, ni la Aduana ni el mercado pueden dar. Por eso, la Ley del Cine, pero para eso también nos hemos propuesto una línea de trabajo constante. Ordenamos la devolución a la industria de los subsidios impagos en el ’99, 2000 y 2001. (Aplausos)

Tenderemos a la unificación de legislación con Brasil en el marco de políticas de integración cultural y cinematográfica que llevamos adelante con el país hermano en el marco del Mercosur; dispondremos la paulatina incorporación del cine nacional a la educación de nuestros jóvenes. (Aplausos)

Un cine capaz de aportar a la construcción de identidad debe llegar a las escuelas. También en ellas se forman las futuras audiencias que necesita nuestra cinematografía. Se expandirán para ello los convenios del Instituto Nacional de Cines y Artes Audiovisuales con el ministerio de Educación de la Nación; se facilitará a docentes y alumnos el acceso a los espacios INCAA, salas de cine que en todo el país administra el Instituto del Cine.

En el mes de abril se abrirán salas de difusión de nuestro cine en el Consulado argentino en Roma, el Colegio Mayor de Madrid y la Embajada argentina en París, sumándose al existente en Nueva York; en agosto, en la Embajada argentina en Washington y en la Embajada argentina en Asunción del Paraguay; se armarán videotecas de nuestro cine en todas las embajadas y consulados argentinos del mundo.

En el país, se realizará un convenio entre la CONAVIP, Comisión Nacional de Videotecas Populares, y el Instituto Nacional de Artes Audiovisuales para la apertura de espacios INCAA-CONAVIP de cine nacional en ciudades que no cuenten con salas de exhibición.

Hoy, millones de argentinos carecen de una sala de cine accesible a menos de cincuenta kilómetros de su casa. Se tenderá de este modo a la construcción de un mercado genuina de exhibición de cine propio pero también a la incorporación de esos argentinos a una propia mirada.

Los espacios INCAA y CONAVIP, realizarán además talleres de formación de espectadores, introduciendo nuevas audiencias con la valorización de modelos distintos a los impuestos por la TV y por Hollywood.

Hemos establecido desde ayer la excepción aduanera para la importación de material celuloide destinado a la industria del cine nacional. (Aplausos) Como decíamos, ese material que se importa es el sustento imprescindible del trabajo argentino en cinematografía.

Estoy seguro que estas medidas y otras que iremos definiendo, consolidarán una cinematografía a la que mucho le debemos por haber puesto sus señales de luz en el esforzado camino que todavía transitamos.

Quiero, por último, finalizar expresando el reconocimiento mío y de nuestro Gobierno a todos los cineastas argentinos que han aportado más allá de su valiosa obra audiovisual, a los que juntaron arte con consciencia, a los que se sacrificaron con la coherencia de reunir la vida y obra en el mismo sentido de procurar justicia y bienestar general, a los que fueron un tábano frente a la devastación que sufrimos, a los que están dispuestos y deseosos de expresar los nuevos tiempos de esta Argentina que queremos tanto. A todos homenajeamos hoy a través del reconocimiento a un artista y luchador, Fernando “Pino” Solanas y también confiamos plenamente en la capacidad creadora, en la imaginación, en la construcción con pluralidad, en la reconstrucción de la autoestima argentina, en el fortalecimiento de nuestra identidad nacional, en ponerle a través de la capacidad creativa de ustedes un punto final y definitivo al oscurantismo que rodeó y golpeó la creación, la imaginación, la autoestima, la idea de visión de un país distinto de toda la sociedad argentina.

Ustedes, como parte activa de esta sociedad, tienen un rol fundamental. Los insto a volver a crear, como lo están haciendo, con todas sus fuerzas, a volver a pensar fuerte, con ideas fuertes; la diferencia, la verdad relativa son elementos fundamentales en la construcción de una Argentina distinta, una Argentina plural.

Dios quiera que los argentinos seamos capaces entre todos de volver a recrear esa autoestima que nos dio tanta fuerza durante tanto tiempo. Estoy seguro que estamos definitivamente poniéndole un punto de inflexión a la historia, entre todos. Porque esta Argentina de los salvadores providenciales, de la cultura de la personalidad, del individualismo va a ser ampliamente superada por la creación colectiva de todos aquellos que piensan, que investigan, que estudian, que trabajan y que son decentes, porque la Argentina de hoy es eso lo que debe ser fundamental en su columna vertebral.

Dios quiera que de esa Argentina banal donde se premiaba al más pícaro o al más sinvergüenza definitivamente quede de lado por esta Argentina que premie la creación, que premie el cariño, el amor y el sentimiento por un país distinto con justicia y equidad.

Muchísimas gracias. (Aplausos)