Discurso del Presidente Javier Milei en la Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y Estados Asociados, en Foz de Iguazú

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Discurso del Presidente Javier Milei en la Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur y Estados Asociados, en Foz de Iguazú

Buenos días a todos, quiero agradecer a la República Federativa de Brasil por recibirme y saludar a mis colegas Presidentes Santiago Peña de Paraguay, Yamandú Orsi de Uruguay y José Raúl Mulino de Panamá. También doy la bienvenida al gobierno de Bolivia, que participa por primera vez en esta instancia, y extiendo una felicitación al pueblo de Chile por su ejemplar jornada cívica en la que fue electo mi gran amigo José Antonio Kast.

La nueva Sudamérica llega desde el futuro. Está en este bloque decidir si va a moverse con este viento de cola o aferrarse al mástil del pasado para luchar contra el cambio que nuestros países necesitan y exigen.

Hace un año, en Montevideo, les dije que a las instituciones no hay que evaluarlas por sus intenciones, sino por sus resultados. Porque el Mercosur nació con una misión clara de promover el comercio, aumentar la prosperidad, integrar mercados y elevar la competitividad de nuestras sociedades. Y ninguno de esos objetivos centrales se cumplió. No hay mercado común, no hay libre circulación efectiva, no hay coordinación macroeconómica, no hay armonización normativa real, no hay incremento significativo del comercio interno, no hay apertura suficiente al mundo. Sí hay una burocracia sobredimensionada e ineficaz que se expandió sobre sí misma.

Señores, la realidad no se discute, se mide. Según la propia documentación del bloque, el comercio intrazona, como proporción del comercio total, se encuentra hoy muy por debajo de sus niveles históricos. Y esto ocurre a pesar de que los aranceles externos del Mercosur están entre los más altos del mundo.

Un arancel así no protege el empleo, lo destruye. Es por eso que, durante nuestra presidencia pro témpore, impulsamos y logramos una ampliación de las excepciones al arancel externo común, para que nuestras empresas puedan acceder a bienes más competitivos y para que los consumidores paguen precios más razonables. Esto es sólo un primer paso.

La región necesita un arancel moderno, simple, competitivo y alineado con las prácticas de los bloques dinámicos del siglo XXI. De lo contrario, seguiremos condenados a crecer por debajo del mundo. Además, hoy más que nunca, el bloque necesita una reforma institucional integral, que reduzca el costo económico del Mercosur. La integración debe estar al servicio del comercio, no al servicio de la burocracia.

Pero, así como debemos corregir lo que no funciona, también debemos potenciar lo que sí tiene futuro. Nuestros países poseen un conjunto de activos estratégicos extraordinarios: energía, minerales, críticos y alimentos. Siempre han estado ahí y, al menos en el caso argentino, no hemos sido capaces de convertirlos en riqueza. Lo que necesitamos es dejar de poner obstáculos internos y permitir que ese potencial se despliegue de una vez. La coordinación energética, la articulación de cadenas de valor y la reducción de barreras reales son las herramientas que pueden transformar la geografía económica de nuestros países.

También debemos reconocer algo que aprendimos durante estos años. La flexibilidad es un activo, no una amenaza. El último premio Nobel de Economía da cuenta de esto mismo. Al quedar demostrado que lo que realmente impulsa el crecimiento económico es la innovación y la creatividad. Y esto sólo puede florecer en contextos de flexibilidad. La rigidez sólo puede traer estancamiento.

En ese sentido, el bloque ha avanzado bajo distintas modalidades de flexibilización: negociaciones conjuntas, acuerdos macros, preferencias bilaterales e incluso acuerdos individuales celebrados por Estados partes. Pretender congelar esa dinámica sería condenar al bloque al anacronismo.

Necesitamos reglas claras, sí, pero también necesitamos que la capacidad de que cada país pueda posicionarse con la velocidad que exige su inserción internacional. Esta flexibilidad que proponemos no es un concepto abstracto, sino una herramienta concreta para adaptarnos a un entorno internacional que evoluciona mucho más rápido que nuestra capacidad de respuesta colectiva. La experiencia demuestra que cuando el Mercosur intenta avanzar de manera monolítica, los procesos se dilatan y las oportunidades se pierden. La relación con la Unión Europea es un caso testigo de esa lentitud, porque tras décadas de negociaciones no hemos podido terminar de materializar un acuerdo comercial. El tamaño y complejidad de los bloques y la existencia de actores con capacidad de veto opuestos a la competencia dilata una relación que debería haberse establecido hace años por la complementariedad de nuestros mercados.

Nuestros países no tienen 10 años más para desperdiciar en discusiones administrativas. El tiempo que nos ha llevado estos acuerdos no responde a los desafíos que tenemos por delante y no responde a las necesidades económicas de nuestras naciones. El tiempo de la oportunidad económica es siempre breve y no puede subordinarse a la eternidad de la burocracia y la política.

Por otro lado, no podemos ignorar la dimensión de la seguridad, la criminalidad transnacional, el narcotráfico y la trata de personas no conocen límites territoriales. Desde el primer día advertimos sobre la situación de la triple frontera. Por eso Argentina impulsó la creación de la Comisión Mercosur contra el Crimen Organizado Transnacional, que hoy es una realidad.

En este marco quiero referirme también a la situación democrática regional. Venezuela, suspendida en el Mercosur por violar el protocolo de Ushuaia, continúa padeciendo una crisis política, humanitaria y social devastadora. La dictadura atroz e inhumana del narcoterrorista Nicolás Maduro, extiende una sombra oscura sobre nuestra región. Este peligro y esta vergüenza no pueden seguir existiendo en el continente o nos terminará arrastrando a todos consigo. La Argentina saluda la presión de los Estados Unidos y Donald Trump para liberar al pueblo venezolano. El tiempo de tener un acercamiento tímido en esta materia se ha agotado. Instamos además a todos los demás integrantes del bloque a secundar esta posición y condenar tajantemente a este experimento autoritario.

También exigimos una vez más la liberación de todos los presos políticos y no dejaremos de pedir en todos los foros internacionales por la libertad del argentino Nahuel Gallo detenido ilegalmente.

Saludamos el reconocimiento internacional al coraje de María Corina Machado, Premio Nobel de la Paz 2025 y reiteramos nuestro llamado a que se respete la voluntad del pueblo venezolano.

Asimismo, quiero destacar la importancia de la incorporación de Bolivia al Mercosur. La Argentina transmitió al Presidente Paz Pereira que estamos plenamente dispuestos a acompañar con seriedad técnica y claridad política su proceso de adhesión.

Antes de concluir, quiero una vez más el apoyo permanente y sólido del Mercosur a los derechos soberanos de la República Argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur, Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes ocupados ilegalmente por el Reino Unido desde 1833.

Y, para finalizar, quiero decirles, estimados colegas, si algo ha demostrado la experiencia es que el proteccionismo, la burocracia y la complacencia nos hundieron en el estancamiento.

La Argentina ya decidió romper con ese modelo fallido y avanzar hacia un país donde producir, comerciar y competir no depende del capricho del Estado ni de regulaciones absurdas. Si realmente queremos prosperidad, necesitamos el coraje de dejar atrás las recetas fracasadas, cortar con los errores del pasado y avanzar hacia un esquema abierto, eficiente y capaz de integrarse sin miedo a la realidad global.

En esta línea, los recientes acontecimientos en la región confirman que este cambio de rumbo no es aislado. La victoria de José Antonio Kast en Chile expresa una clara demanda social por economías más competitivas, abiertas y flexibles, capaces de generar crecimiento genuino a partir del trabajo, la inversión y la libertad económica. Este giro político en Latinoamérica debe ser interpretado como una clara señal para el Mercosur. O el bloque comienza a acompañar esta nueva realidad o quedará atrapado en una inercia que el mundo ya dejó atrás. La integración regional sólo será realizable si se apoya en economías dinámicas, abiertas y comprometidas con la eficiencia y la competencia de mercado.

La pregunta que debemos hacernos hoy es simple: ¿queremos un Mercosur que sea un motor de crecimiento o un freno para el futuro? La Argentina ya respondió esa pregunta.

Liberemos las fuerzas productivas que llevan décadas contenidas, demos a nuestros ciudadanos el derecho de prosperar. Esta es una deuda que tiene el Mercosur y todos sus beneficiarios para con nuestros ciudadanos. No hagamos oídos sordos a la justicia de estas demandas.

Muchas gracias.